Balneario Abadía de los Templarios. 3

Por Carlos de Bustamante

 

(Balneario Abadía de los Templarios)

Todo intento de exponer de forma breve, concisa y concreta cuanto se sabe de los Caballeros Templarios, sería labor poco menos que imposible para quien no es historiador ni perito siquiera en la materia. No obstante, y al rebufo de unos días inimaginables, recurro a especialistas, para hacer llegar a mis amigos y probables únicos lectores, algo de lo mucho escrito con tinta y cálamo. Pero más, mucho más, de cuanto nos hablan de la Orden templaria, los vestigios repartidos por diversas tierras de España y más concretamente, por los muy bellos parajes de la sierra salmantina que acabo de visitar. Sierra de Francia y aledaños.

Ruego a mis amigos y probables únicos lectores, que disculpen mi insistencia sobre ésta mi escapada de las cuatro paredes en cuyo interior discurren la mayor parte -o sea todos- de los días que, si no monótonos, al menos son parecidos. Aunque jamás he dado paso al aburrimiento, les confieso que echo de menos la actividad que ahora no me es posible. Por eso la novedad, hace que el afán de investigar y narrar luego lo desconocido y ahora disfrutado sea incontenible.

Iniciaba la adolescencia, siempre prematura como todas mis etapas, cuando, además de todos los clásicos de la literatura, devoraba cuantos tebeos comics o historietas de personajes singulares: el guerrero del antifaz, Roberto Alcázar y Pedrín etc., etc. Con el guerrero, sobre todo, hasta soñaba emulando sus aventuras, como un personaje más en ellas. O sea, que repartía mandobles con el espadón a diestro y siniestro contra la morisma que invadió España.

Como los de la 3ª 0 4ª edad soñamos y revivimos hasta hacernos de nuevo niños, valga este ya largo prolegómeno para justificar mi admiración por los monjes guerreros Templarios y cuanto haga alusión a estos guerreros sin antifaz, pero caballeros cristianos con la nobleza idealizada de las Cruzadas contra el invasor de nuestro suelo y el sagrado de los Santos Lugares.

Como si alguna de aquellas “novelas” se tratara busqué y rebusque la información templaria que en éste y sucesivos artículos les transmito.

Intrigado por el nombre del lugar -único e irrepetible, dicho sea de paso- me hice el encontradizo con uno de los propietarios y director de la impresionante Abadía.

Castellano sin doblez, contestó cumplidamente a cuantas preguntas le hice. Esperaba historias de mis sueños adolescentes entre los muros del que creí cenobio, al menos en los cimientos.

-No Carlos, cuando iniciamos las obras, (las que duraron 10 años como creo haberles dicho) esto era- afirmó rotundo Fernando- una empresa sin nombre. Fue una ocurrencia que sugerí a mis hermanos dado el entorno y la presencia constante, vigía de la peña de Francia, del monasterio de monjes retirados en las alturas donde les debía resultar propicia la conversación con el Señor de parajes tan bellos, contestó con sonrisa sospechosa…

– ¿Y el mural…? Insistí con aventuras caballerescas medievales rondando por la imaginación desbordada.

-Bueno, puede que en algo influyera, conocer hasta los rincones más recónditos de la Sierra, los pueblos y sus gentes, afirmó con la sonrisa de quien desvelaba un secreto escondido entre la espesura de robledales y castaños. A las pocas horas de la entrevista, devoraba en la habitación cuantos libros encontré en la Alberca, referentes a monasterios y cenobios, o ruinas monacales. Encontré la respuesta. De norte a sur y de este a oeste, las referencias a la Orden del Temple y sus Caballeros si no constantes, sí eran frecuentes. Pero con el misterio de la incertidumbre fruto del paso de los siglos y tal vez la desidia en conservar los vestigios en piedras históricas.

La comarca Entresierras fue desde tiempos inmemoriales una zona de paso natural y obligatorio para comunicar las dos mesetas por el “Corredor de Béjar”, también llamado el “Pasillo de Entresierras”. Tiene físicamente un entorno muy peculiar, llanos que se alternan con montañas graníticas, fresnedos, castañares y bosques de robles. Para geógrafos e historiadores, esta comarca siempre planteó problemas, ya que tanto la de Sierra de Francia como la de Béjar, tienen identidad propia desde antiguo y esta zona limítrofe entre las dos, junto al Campo Charro, ha planteado el problema de incluirla en una zona u otra, hasta decidirse nombrarla comarca ya que tiene características de ambas zonas (de montaña y llanura) ya que es la zona de transición de la Sierra de Francia al campo llano de Salamanca. Tal y como describe Carmen Espinel, en su estudio sobre la zona, realizado por la Red Arrayán, antes de la llegada de los romanos este era el pasillo natural utilizado por los pueblos del sur peninsular para atravesar la muralla del Sistema Central por su parte Occidental hacia las tierras mágicas del Noroeste peninsular.

Posteriormente en los tiempos cristianos se convirtió en la denominada “Ruta Jacobea del Sur” o “Ruta Mozárabe”. Esta ruta tal y como recalca Juan G. Atienza, era una importante vía iniciática de los pueblos íberos pero que a partir de la llegada de los benedictinos pierde importancia ante “la ruta francesa” del Camino de Santiago. Y es que en esta comarca ha habido mucho ir y venir de distintos pueblos, pueblos como los vetones que construyeron en ellas castros y que dieron la idea a los romanos de que este era el mejor paso para trazar la Vía de la Plata. A esto debemos añadir la Cañada Real Soriana Occidental y la Cañada Real de la Plata. Y precisamente este es dato importante ya que, al confluir este Camino de Peregrinación, con la Cañada Real de la Plata, ha hecho posible que sea esta calzada romana, de las que cruzaban la península ibérica, la mejor conservada, pudiéndose observar por la zona fragmentos intactos y multitud de restos de pavimento, así como puentes, miliarios, alcantarillas y por supuesto multitud de evidencias de la cultura arriera y pastoril. El trazado de estos Caminos Históricos discurre por las cercanías de Baños de Montemayor, Candelario, Béjar, adentrándose en la comarca de Entresierras a través de las tierras de Valverde, Los Santos, Fuenterroble, Casafranca, Palacios de Salvatierra. A esto debemos añadir que estamos en tierra de canteros desde tiempos prehistóricos, hasta llegar a gremios y hermandades amparadas bajo la tutela de la Orden del Temple.

Iniciada la información y para no aburrir al improbable lector (Javier dixit), continuaré en el próximo si Dios es servido.

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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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