Remembranzas. 9. Puesta De Largo (Y 2). Baile De Gala

Por Carlos de Bustamante

(Puesta de largo )

Finalizaron los concursos deportivos de la mañana, de los que mis amigos y probables únicos lectores ya tuvisteis noticia en la remembranza anterior. Actos que comenzaron, momento es de decirlo, con la Santa Misa solemne en honor de nuestra Patrona la Inmaculada Concepción. Un autocar llevó a Toledo a las novias concursantes y a quienes las acompañaron, que se prepararían con sus primorosos atuendos para la gran fiesta de la noche: el inolvidable baile de gala. Fue el culmen de la fiesta.

Baile de gala en el impresionante comedor de la Academia, y puesta de largo de las novias más jóvenes de los Caballeros Alféreces Cadetes. Espectacular festejo de luces, orquesta y gala en ellas y ellos con la blancura de vestidos con tules primorosos y el charol reluciente en la sobriedad de los uniformes. Pasarán, y pasaron, años y más años de aquella fiesta, pero continuarán en la memoria de quien se lo narra y de cuantos lo vivieron el imborrable recuerdo emocionado de la maravilla de tan inigualable belleza.

Como no hay palabras para describir lo que sintieron en el alma y corazón de los enamorados que lo protagonizaron, soñad, mis amigos, en aquellos fastos que leímos en cuentos de hadas o películas de emperatrices y tendréis una aproximación al festejo de los infantes de mi época el día de la Inmaculada, su santísima Patrona. Soñad, digo, y os quedaréis cortos. La emoción en corazones enamorados fue indescriptible. Y como digo soñad, en lo casi inenarrable y como no hay palabras, mirad las fotografías que espero acompañen a esta remembranza. Con ellas, sobran comentarios.

¡Mi Carmen en la Academia…! ¿No es como un sueño imposible…? Sí; pero ¡real! Impresionante, pero real. La niña -porque lo era- que oficialmente entraba `en sociedad´, preciosa, como una preciosa reina; y el Caballero, que no sabía si caminaba sobre tierra firme, o flotaba sobre algodones de espuma.

No dispongo de fotografías de los que, iniciado el baile, celebraban la entrada en sociedad con las que por vez primera vestían de largo, pero imaginaos, mis amigos un trocito, sólo un pequeño trozo de Cielo, y digo yo -exagerado- que en algo pudiera parecerse a lo que sintieron los enamorados felices en este baile da gala.

Como dos personas que se aman quieren conocer -recordar, ¡ay!, en este caso- hasta el último detalle de la persona amada, sí puedo deciros -sin saber bien el porqué-, los otrora llamados “novios del barrio” vivieron en la Academia de Infantería momentos que ni en el `séptimo cielo.

Dentro de la solemnidad del acto, podría resaltar un acontecimiento felizmente jocoso. Muy torpe en los delicados `pasos´ de baile, mi torpeza fue alarmante en la apertura por solo las parejas de `neófitos´. Como un roble el muy torpe caballero y como una pluma mi polvorilla, ambos rasgos se pusieron de manifiesto en el inicial vals de los novicios. De nada le valió al caballero torpón la maravilla de una sonrisa, viva expresión de amor de su pelirrojilla, para que, desde los primeros compases de Strauss en el vals `Cuentos en los bosques de Viena´, para que de sus brazos poderosos volase la niña de sus ojos -Carmen- como una pluma en perfectas revoleras a varios palmos del suelo.

(Preparativos del baile)

Tal fue así, que pronto hicieron corro en derredor de la ruborosa pareja de enamorados. Y cuanto con más brío atacaba la formidable música de la Academia los ritmos propios de la pieza, más altura sobre el suelo tomaban los pies y tules de la princesa. Pues mirad por cuanto, aquello gustó al respetable y como si en tauromaquia se tratase y el maestro diera una revolera espectacular, así tronaron los aplausos para la pareja azorada. Luego, junto con otros novios amigos, que aún lo son en felicísimo matrimonio ya veterano, reímos el trance con el compromiso de recibir de mi Carmen clases particulares.

Momentos aquéllos irrepetibles que, lejos de causar tristeza al recordarlos, me llevan, también como en volandas, a revivir momentos muy dichosos, como espléndidos ramos de rosas escogidas entre espinas de años posteriores extremadamente azarosos.

Los que, si Dios es servido, intentaré narrarles en sucesivas remembranzas.

Pero antes, permitidme   un pequeño desahogo sobre el amor.

Cierto que ver, estar y   bailar allí fue, como he dicho, vivir una tarde-noche como en el séptimo cielo. Pero breve como la vida misma, el amor, intenso hasta lo inimaginable, prosiguió durante tantos años como la larga vida de algunos. Sesenta y tres años de matrimonio con más luces que sombras, que de pronto e inesperadamente finalizaron. Mas no, no acabaron truncados. Cuando la Fe recibida, buscada, pedida y concedida es fuerte y acompañada por las obras, al no ser la muerte el final sino el principio de ese séptimo cielo mentado, el amor humano, que por luces y rosas que tenga, siempre conlleva sombras y espinas. Allí todo el amor, por más espiritual e intenso, lleno de Dios, es tan superior porque Dios es amor, que la preciosidad del baile en que se puso de largo, me esperará impaciente-si es que Allí la hubiera -para darme el regalo de los `muakas´ como expresión más limpia de amor que aquí jamás recibiera.

Para finalizar, lo diré una vez más en palabras del `santo de lo ordinario´:

El cielo: «ni ojo alguno vio, ni oreja oyó, ni pasaron a hombre por pensamiento las cosas que tiene Dios preparadas para aquellos que le aman». ¿No te empujan a luchar esas revelaciones del apóstol?

Hazlo todo con desinterés, por puro Amor, como si no hubiera premio ni castigo. —Pero fomenta en tu corazón la gloriosa esperanza del cielo.

Si el Amor, aun el amor humano, da tantos consuelos aquí, ¿qué será el Amor en el cielo?

Si alguna vez te intranquiliza el pensamiento de nuestra hermana la muerte, porque ¡te ves tan poca cosa!, anímate y considera: ¿qué será ese Cielo que nos espera, cuando toda la hermosura y la grandeza, toda la felicidad y el Amor infinitos de Dios se viertan en el pobre vaso de barro que es la criatura humana, y la sacien eternamente, siempre con la novedad de una dicha nueva?”.

Piensa qué grato es a Dios Nuestro Señor el incienso que en su honor se quema; piensa también en lo poco que valen las cosas de la tierra, que apenas empiezan ya se acaban…

En cambio, un gran Amor te espera en el Cielo: sin traiciones, sin engaños: ¡todo el amor, toda la belleza, toda la grandeza, toda la ciencia…! Y sin empalago: te saciará sin saciar. Un consejo, que os he repetido machaconamente: estad alegres, siempre alegres. Que estén tristes los que no se consideren hijos de Dios.

Cada vez estoy más persuadido: la felicidad del Cielo es para los que saben ser felices en la tierra”.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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