La cárcel de la Chancillería

Por José María Arévalo

(Cárcel de la Chancillería o “Cárcel Vieja”. Al fondo las trazas de la casa del Alcaide)

Las “Visitas guiadas” que es una de las actividades de la asociación de jubilados a la que pertenezco, Amsafa, concluyeron el año pasado con una visita a la cárcel de la Chancillerúa vallisoletana, de la que dio buena cuenta nuestro compañero Fernando Escudero, experto en los temas históricos de nuestra ciudad, en el artículo en la revista de la asociación, El Mirador, del mes de diciembre. Ya en anteriores ocasiones he incluido artículos suyos de la revista, que siempre tienen especial interés. Así que vamos con este sobre la cárcel de la Chancillería.

“La Chancillería fue –escribía Fernando- un órgano creado en 1371 cuya función era similar a la que cumplen hoy día los juzgados. Tuvo un carácter ambulante hasta que, con los Reyes Católicos, se asentó definitivamente en el Palacio de los Vivero, dándole una sede digna de su relevancia. En estas dependencias se juzgaron los delitos penales de la mitad norte de la península, hasta el río Tajo, la otra mitad correspondía a la ciudad de Granada. Por ello, Felipe II creó un Cárcel de la Chancillería o “Cárcel Vieja”.

Este edificio, el Archivo de la Real Chancillería, ocupó el hueco existente entre el Palacio de los Vivero (entonces Chancillería Real) y la cerca del s. XIII. Finalmente, se construyó, a finales del s. XVII, la cárcel de la Chancillería formando un complejo de tres edificios dedicados a esta institución. Situada al otro lado de la cerca, pero anexo a los dos edificios anteriores, permitía el acceso de los presos al juicio sin tener que realizar grandes traslados.

El conjunto desempeñó su función hasta el año 1834. La Biblioteca “Reina Sofía” está ubicada en la antigua cárcel de Chancillería, edificio de 1703 catalogado como Bien de Interés Cultural.

ESTRUCTURA

La cárcel de Chancillería de Valladolid es un edificio diseñado en estilo clasicista, sobrio y austero, por el maestro arquitecto Nicolás Bueno y llevado a efecto por Felipe Berrojo de Isla, Juan de Medina Argüelles, Juan Tejedor Lozano, y Pedro de Biermo, durante los años 1675 y 1679. Es un edificio de planta cuadrada, provisto de patio central con arquería en el centro de dos alturas y arcos de medio punto peraltados, pilares también cuadrados. En el exterior tiene aspecto palaciego, ordenándose con rigurosa simetría. En la fachada, de piedra de sillería de Campaspero, y con muros muy robustos, destacan las dos torres laterales, cuadrangulares en los extremos, con cubiertas a cuatro aguas y ventanas en los ejes cerradas por recia rejería como el resto de las de la fachada, todas por razones de seguridad.

Ambas torres van enrasadas con la alineación de la fachada. Una imposta plana separa los dos pisos de que consta la edificación. Sobre el eje central y a modo de peineta se eleva una espadaña decorada con el escudo real de los Austrias flanqueado por cajeados, del que han sido borradas las armas. Se remata por frontón curvo con óculo en el centro y se corona con tres pirámides de corte escurialense. La puerta aparece envuelta en baquetón (columna pequeña, delgada y larga, típica de la arquitectura gótica), de marco quebrado.

Con la inauguración de la nueva cárcel en 1935, el edificio cayó en desuso, pasando a ser conocido como “Cárcel Vieja”.

HISTORIA

En el año 1607, la Chancillería o tribunal superior de justicia regresó a Valladolid tras haber estado en Medina del Campo y Burgos. Para llevar a cabo su reubicación se alquilaron unas casas, de forma provisional, para archivo y también para ensanchar la cárcel. Sin embargo, las nefastas condiciones de estas casas exigían una reforma, aunque el rey Felipe IV, en cambio, rechazaba estas peticiones ya que esto requería sacar presupuesto de los fondos de faenas de cámara y gastos de justicia. Ya en el año 1674, el fiscal de su Majestad presentó otra petición diciendo que la casa que servía de cárcel estaba en ruinas, hasta el punto de que los alcaides no se atrevían a dejar salir a los presos a un corral donde podían disfrutar de los rayos de sol, ya que una de las paredes principales se estaba hundiendo. Entonces se enviaron a la Corte los planos del arquitecto Nicolás Bueno, cuyos cambios fueron aceptados, y entonces fue necesaria la compra de las casas que funcionaban de cárcel y archivo, así como el pago de la deuda de alquiler que se debía desde 1607.

Se comenzó por la construcción del archivo, y el dinero conseguido para realizar las obras de la cárcel solo permitió el levantamiento del edificio, de todas las paredes, hasta el primer piso. Para llevar a cabo la obra, que requería el derribo de las casas ocupadas para cárcel de la ciudad, se trasladó a los presos a la calle de San Lorenzo, al lado de la Iglesia, donde permanecerían mientras durase la construcción del nuevo edificio. Fue hasta 1935 la cárcel de Valladolid, año en que se inaguró la Prisión Provincial o “Cárcel Nueva” en la calle Amor de Dios, lo que hoy es el Centro Cívico “Río Esgueva”.

La guerra civil volvió a llenar de presos este edificio, hasta el punto de sobrepasar su capacidad y ocupar escaleras, rellanos, etc. Al principio encerraban aquí tanto a hombres como a mujeres, pero como todos los centros de reclusión se llenaron las nuevas autoridades reorganizaron las prisiones. Así, determinaron agrupar a todas las mujeres detenidas en la antigua cárcel (Cárcel Vieja); destinar las Cocheras de Tranvías a cárcel masculina y reservar la cárcel nueva para la celebración de juicios, las celdas de condenados a muerte y los presos en espera de juicio. Una garita levantada en la acera, frente a la puerta principal, impedía el paso de viandantes y hacía de filtro en los días de visita.

(La Cárcel de la Chancillería cuando disponía de la garita de guardia)

ARTÍCULO DE PRENSA

En “El Norte de Castilla” del jueves 30 de mayo de 1912 apareció un artículo, del que he considerado interesante reproducir algunos de los párrafos más destacados, firmado por A. Rodríguez Mellán, sobre la cárcel de la Chancillería.

“Era una tarde brumosa y triste, cuando el cronista, llevado de su espíritu constante de curiosidad, se encaminó hacia el vetusto caserón de la Cárcel. Los torreones enhiestos (verticalmente derechos) que coronan el edificio, y la fachada, desnuda de adornos, y recargada de barrotes, ostentaban el sombrío color de la piedra humedecida. Dentro de la garita, se percibía la silueta de un soldado pasando las horas de la centinela, y detrás, y entre ella y el ángulo que forma la desalineación de la fachada, tiene sus reales un conventículo de bribones, hampa primeriza de edades tempranas.

Pero la Cárcel de Chancillería tiene por dentro otro espectáculo más interesante. No sin razón la llamó fósil Rafael Salillas en el año 1888 (La Vida Penal en España); siquiera lo lamentable en este caso, es que continúa siendo fósil, a pesar de haber transcurrido dos docenas de años. Tras subir aceleradamente una veintena de escalones empinados, y después de breve entrevista con el amable jefe del establecimiento, señor Pascual Monerris, y de rápidas órdenes velozmente transmitidas de unos a otros vigilantes, se franquea la puerta que da acceso al interior, y el cronista se encuentra en una galería acristalada del piso principal, que sirve de perímetro al patio. El patio reducido, angosto, es el único de la prisión, el único pulmón de la cárcel. Para sostener la debida separación de sexos, las mujeres y los hombres disfrutan alternativamente de él; pero las mujeres sólo una hora cada tres o cuatro días, porque, cuando esto ocurre, los hombres han de permanecer encerrados en las cuadras.

Hay muy pocas celdas. Los presos se alojan en cuadras que son habitaciones rectangulares y espaciosas, aunque lóbregas, húmedas y sin ventilación. Allí extiende cada uno su petate y pasa la noche. Y una misma masa de aire, atrozmente viciado, nutre los pulmones durante la larga noche del recluso. La enfermería está situada en el piso principal: tiene luz y ventilación completamente indirectas, y pudiera muy bien servir de celda de castigo en otra prisión más humanitaria.

Las mujeres tienen su alojamiento en una cuadra del piso segundo, verdadero desván de la cárcel. La separación de varones y mujeres no se puede establecer, dentro de la misma casa, en términos absolutos. He oído narrar, a un vigilante, el episodio de las relaciones amorosas entabladas y sostenidas en la prisión por dos reclusos de distinto sexo, que se hallaban extinguiendo condena correccional. Se valían para las pláticas del noviazgo, de un teléfono extraño: la tubería de un retrete. Para ello aplicaban los novios la faz al hueco circular destinado a las posaderas, y el tubo de las aguas sucias servía de portavoz.

La vida moral es la resultante necesaria de todos estos factores: un medio denso, venenoso, irrespirable; una mansión lóbrega, anticristiana, cruel; promiscuidad de tipos de relajaciones; reposo acumulador de energías; abyección y miserias; algo de Hospital y algo de Manicomio. Cuando dejé la Cárcel, ya entrada la noche, volví tristemente la cabeza: la sombra de Tolstoi me acompañó hasta los umbrales del antro”.

ARTÍCULO DE LA UNIVERSIDAD DE VALLADOLID

Margarita Torremocha Hernández, catedrática de la Universidad de Valladolid, escribió para la revista Historia Moderna Nº32 (pp.127-146), editada en el año 2014, un artículo titulado ”El Alcaide y la Cárcel de la Chancillería de Valladolid a finales del siglo XVIII. Usos y abusos”. De este artículo también destacaré algunos textos, especialmente los que hacen referencia a la jurisdicción de la cárcel y al alcaide de la misma.

“En el Antiguo Régimen, la cárcel actúa como garantía procesal y la pena privativa de libertad se da en escasas ocasiones. Existía una diferencia entre cárcel con carácter preventivo y presidio con carácter punitivo. La administración de justicia borbónica a finales del siglo XVIII derivó las condenas de los varones hacia las minas de azogue (mercurio) de Almadén, los presidios del Norte de África, las obras públicas, arsenales de Cartagena, el Ferrol y Cádiz. Estos fueron los lugares más escogidos, relevando al servicio en galeras, que con anterioridad a esta fecha había tenido un carácter más generalizado. Por ellos se decantaron los tribunales firmemente, frente a penas como castigos físicos, mutilación o destierro. Penas utilitaristas, que como explicó Salillas producen un cambio radical en la finalidad de la pena, al transformarse esta en un servicio. A finales del A.R. se inicia un concepto de prisión, el contemporáneo, más ajustado a esa sociedad, en el que se extorsiona el tiempo del reo porque el castigo pasa a ser una economía de derechos suspendidos. No en vano, la organización penitenciaria es un reflejo social y político de cada época.

LA CÁRCEL DE LA REAL CHANCILLERA DE VALLADOLID

En la cárcel de la Chancillería los presos estaban en custodia, mientras se seguían sus procesos en la Sala. Pero, como en el Antiguo Régimen existían numerosas jurisdicciones que sentenciaban, aunque no todas tenían la máquinaria suficiente – más o menos como hoy día- para hacer cumplir sus sentencias, estas dejaban la ejecución de las penas en manos de la justicia real ordinaria. Por ello, en esta cárcel estaban también presos procedentes de otros tribunales y de otras jurisdicciones incluso (como la militar), a la espera de dirigirles a los lugares en que debían de cumplir su condena.

La legislación establecía que <<la cárcel debe ser para guardar a los presos no para otro mal>>, algo que reiteró Carlos III en 1788, al señalar que las cárceles eran lugares para la custodia y no la aflicción de los reos.

Se ha definido la justicia en la Edad Moderna, como una justicia de jueces, y no una justicia de leyes. En efecto, en esta materia eran los jueces quienes determinaban la prisión procesal de los individuos. Posteriormente, la autoridad sobre los detenidos, la tenía en todo momento el juez o los jueces que entendieran en su causa. En ningún caso el alcaide, aunque la realidad cotidiana hacia que se impusiera esta figura a la de los magistrados, pues era la pieza intermedia a la que ellos accedían con facilidad, y la que sabía la situación de cada uno de los presos. Por tanto, el alcaide se convirtió para los encausados en la cara cercana y visible de la justicia.

ALCAIDE

En la jurisdicción real, la corona nombraba directamente los alcaides de las cárceles, muchos de los cuales accedían al oficio por compra o arrendamiento del cargo. Si así era, constituían una especie de asentistas privados cuya motivación esencial residía en la búsqueda de su provecho propio. De esta circunstancia se derivaban casi todos los abusos de la vida carcelaria en el A.R. No obstante, dada la importancia de su función, ya en las Cortes de Toledo de 1480 se apostó porque estos servidores de la monarquía tuvieran las mejores calidades: << los oficios de carceleros deben ser de gran diligencia, y conviene que lo tengan hombres fiables>>.

En la Chancillería de Valladolid este cargo estaba enajenado a la Corona; era propiedad de los Condes de Adanero, que tenían la regalía de nombrarlo. Su titular carecía de una dotación fija, a diferencia, por ejemplo del alcaide de la cárcel de la ciudad. En la Chancillería los presos deberían pagar al alcaide por su estancia. De tal manera que éste necesita reclusos para garantizar sus ingresos. Una cárcel con pocos inquilinos era para él una quiebra. Pero aunque estuviera llena, no todos disponían de rentas. CONCLUSIÓN

La cárcel de la Real Chancillería a finales del Antiguo Régimen vivió una etapa de transformaciones y convulsiones. La dirigía y controlaba un alcaide, agente de la justicia, pero nombrado por el conde de Adanero, que se mantuvo durante un largo período de tiempo en su oficio. Este personaje, que anteriormente había ejercido como procurador, no era una persona ejemplar. Actuaba por su cuenta, al margen de lo dispuesto por la Sala del Crimen, que era la que en definitiva tenía que regir este espacio carcelario y a todos sus miembros. Fue sancionado de forma reiterada, tantas veces como lo eran sus incumplimientos, pero de forma leve. Como consecuencia fue suspendido en varias ocasiones de su empleo, pero temporalmente, sin llegar a perder en ningún caso el cargo definitivamente.

En esos períodos en que se le retiraba la confianza se le separaba también del cargo, teniendo que nombrar alcaides interinos. Esto causaba alteraciones en la organización y marcha de la cárcel, por el mero hecho del cambio de manos en la dirección. Todo ello dio lugar a que la última etapa del siglo XVIII y los comienzos del siguiente la vida carcelaria de la Chancillería de Valladolid fuera especialmente convulsa, dado lugar a presentación de peticiones colectivas e individuales, que dejaban ver el descontento de los presos, y otras formas más radicales de protesta, que incluían las fugas”.

(Patio de lo que fue la cárcel, que ahora alberga la biblioteca “Reina Sofía”)

BIBLIOTECA

En 1988 la cárcel se rehabilitó y alberga la Biblioteca Universitaria “Reina Sofía”, lo que supone un curioso y envidiable ambiente de estudio organizado en torno al patio central, hoy cubierto con un lucernario y poblado de mesas de trabajo.

Aquí se puede estudiar y consultar sus fondos, sacar obras en préstamo, conectarte a internet con sus ordenadores o conectarte a través de Wi-Fi, jugar al ajedrez o tocar el piano electrónico (Sala de Música), asistir a diferentes talleres que se celebran periódicamente durante el curso y usar la sala de trabajo colectivo ( Espacio Abierto). También se pueden hacer peticiones de compra de libros (Desireratas) o solicitar materiales especiales como portátiles, atriles, cámara de fotos, cámara de vídeo, memorias USB, lectores de tarjetas, escáner de microformas, etc. No pueden faltar los Medios Sociales: Twitter, Facebook, Tumbir, Delicious, Instagram, Pinterest…y otros tipos de actividades, como conferencias o presentaciones de libros, de las que informan oportunamente (http://biblioteca.uva.es/reinasofia).

Por último, agradecer a Camen, nuestra guía, sus desvelos y organización a través de este recinto, historia viva de nuestra ciudad, así como toda la documentación que nos hizo llegar y que he introducido en algunos párrafos del presente artículo”.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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