Por Javier Pardo de Santayana
(Viñeta de Ramón en El Norte de Castilla el pasado día 4 de abril)
Mi improbable lector habrá observado cual fue mi desconcierto ante la impavidez con que nuestros compatriotas acogieron la desastrosa situación política sobrevenida con la irrupción de un populismo de corte bolivariano sorprendentemente alentado por un gobierno que pactaría hasta con el demonio si fuera preciso con tal de mantenerse en el poder. Situación ésta coincidente con la irrupción de una misteriosa plaga de apariencia bíblica y alcance universal que en tal situación trastocaría los espíritus hasta hacer poco menos que imposible afrontar el presente y el futuro con un mínimo de serenidad y buen sentido.
Y en eso parecíamos estar los españoles cuando curiosamente se produjo una conmoción inesperada: un proceso casi explosivo en el que el envalentonamiento propiciado por quienes confiaban en su dominio de la situación política y en el éxito obtenido por sus argucias de trilero les animaría a aventurarse en otro intento de acabar con su adversario. Pero se ve que confiaban demasiado tanto en sí mismos como en la incapacidad de su oponente, y el tiro les salió por la culata. Bastó para ello que quienes parecían incapaces de presentar resistencia a sus maniobras reaccionaran por una vez con la inteligencia y la firmeza necesarias y exhibiendo un sorprendente liderazgo que pondría las cosas en su sitio demostrando que quien se creía emperador iba desnudo.
Ahora queda por ver la contrarreacción de quien sería en el fondo responsable de la penosa situación a la que habíamos llegado, algo que no debería ser difícil por cuanto él mismo declaró ser un experto en el difícil arte de la supervivencia. Y lo hizo a conciencia puesto que lo expresó y lo publicó bajo la forma de un manual que se supone voluntariamente estructurado para mostrar su habilidad como político.
Y aquí viene precisamente mi sorpresa pues se supone que en el tiempo transcurrido desde su aparición en el primer plano de la escena, el personaje en cuestión habrá seguido sus propias instrucciones y puesto en práctica sus propias teorías, parte de las cuales se referirán, supongo, a la forma de forzar la democracia violentando sus limites legales. Aunque visto lo visto no sería extraño que la primera recomendación de su sistema consistiera en la manera de ocultarlas.
Pero cualquiera que sea el caso, me sorprende que, siendo del dominio público el interés que tiene en dar publicidad a sus sistemas personales de defensa para “permanecer en el machito”, lo normal habría sido que durante los muchos meses en que ha tenido ocasión de practicarlos desde su puesto directivo, muchos de los comentaristas que se ocupan diariamente de estos temas se hubieran dedicado en cuerpo y alma a analizarlos como expresión del pensamiento que – por lo menos aparentemente – debería encontrarse allá en el fondo de las decisiones y maniobras de quien tuvo interés en que se hicieran públicas, incluso en el caso de que este interés formara parte de una alambicada forma de llevar al huerto a quien en ello pueda mostrarse interesado.
En todo caso, saquemos una consecuencia que sólo espera ser bien aprovechada. Que nuestros compatriotas no están resignados todavía: que, tal como parece, han despertado del engaño y encontrado la ocasión de demostrarlo y de pasar a la ofensiva. Y una de las maneras en que podrían comenzar a hacerlo es orientando sus esfuerzos desde el conocimiento y el análisis del ego de un dirigente que parece jactarse de su habilidad para alcanzar y mantenerse en el poder caiga quien caiga.
PS: Si mi improbable lector juzgara extraño que quien esto escribe no haya adquirido la publicación correspondiente para así poder conocerla por él mismo, le diré que no quisiera favorecer al autor aumentando el producto de su venta aunque fuera solamente por un euro.
