Motivos para la visión poética

Por Javier Pardo de Santayana

(En la finca Zamadueñas. Acuarela de José María Arévalo. 36×47)

Ya tengo dicho que poeta no es sólo quien escribe versos, sino también y sobre todo, quien vive poéticamente su existencia. Y ayer, cuando desesperado daba vueltas en busca de un motivo que superara la consabida situación monotemática del famoso virus, tropecé con un pequeño titular de mi periódico en el que se leía “La palabra poética”.

Y me pregunté que sugería, porque la poesía propiamente dicha es cosa difícil de explicar. Nos preguntamos, por ejemplo, por qué necesitamos trascender las palabras, esa creación gramatical, ya que éstas corresponden al nombre de las cosas en su concepto más concreto de representación de los objetos, las acciones, las situaciones y los pensamientos. Y la razón es que eso no nos basta, porque para estar tranquilos necesitaremos hacerlas de algún modo “nuestras”. No nos contentaremos, pues, con identificarlas, sino que nos esforzaremos en relacionarlas con nosotros mismos como parte que son de nuestra propia vida, y las transmitiremos nuestra entrañable relación con ellas; que de esta forma además de recrearlas las haremos ser imprescindibles Haremos, pues, algo así como proporcionarlas una personalidad que hasta ellas mismas desconocen.

Desde luego se parte de que ese nombre hecho de letras y sonidos que concedemos a las cosas no emana de ellas mismas ni corresponde necesariamente a una impresión sonora que es casi siempre inexistente. Por otra parte su origen corresponde a razones que nos son desconocidas, esto es, al recurso de unas lenguas que fueron evolucionando con el tiempo hasta acabar en determinadas formas que realmente no son sino una conjunción de sílabas cuyo significado poco tiene que ver con sus sonidos, lo cual quiere decir que utilizamos elementos sonoros – a veces casi ruidos – que nada significan realmente y que difieren según sea nuestro idioma, pero que  comprendemos sin la necesidad siquiera de atender a una escritura silenciosa.

Así que cuando hablamos de “palabra poética”, es decir, de una pulsión del alma que se refiere a lo que las palabras expresan sin saberlo, estamos hablando de nosotros mismos: esto es, de nuestro contacto con la vida: de los acordes que brotan en el alma gracias a nuestro contacto con lo que nos rodea. Que en este sentido incorporamos la circunstancia más cercana e íntima, sea ésta real o imaginaria, a nuestras propias vidas. Pero como este hecho depende de un proceso individual e intelectual, bien podremos decir que cada cosa, como cada palabra que la explica, producirá efectos diferentes en cada persona, y habrá tantas versiones como personas.

Naturalmente, en tal proceso entrarán la situación en que nos encontramos y esa tensión vital que acabará de alguna forma conmoviéndonos, lo cual quiere decir que en el permanente contacto de nuestra sensibilidad con la realidad en que vivimos se habrá producido indefectiblemente la constatación de la belleza o del descubrimiento, o un hecho silencioso que nos remueve las entrañas y nos impulsará a reconocerlo. Y, en el posible  intento de materializar con palabras necesariamente impropias el momento, quizá llegue a surgir la inspiración poética, siempre imperfecta a los ojos y oídos de los hombres por cuanto supone una ruptura con la norma e incluso con las obligaciones impuestas por la lógica tal como ésta es entendida por nosotros.

Pero es precisamente por esa circunstancia por la que podremos escapar de cuando en cuando de nuestra rutina y de nuestra pasividad ante el mundo heredado o que nos hemos fabricado, y, con la libertad como bandera entrar en el creativo territorio de la visión poética. Una visión que intentará acercarse a una expresión más cabal y profunda de la realidad en que vivimos y por tanto incluso de nosotros mismos.

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

Lo más leído