Hasta el corvejón

Por Javier Pardo de Santayana

(“Para que no olvidemos”)

Creo haberme referido ya a las meteduras de pata de los periodistas recordando un caso que me ocurrió hace tiempo, pero si fuera así les ruego me perdonen porque lo traigo de nuevo a su recuerdo con ocasión de otro ejemplar inigualable. Se trataba en aquella ocasión de una circunstancia que viví en mis propias carnes y que se refería a la reacción de los habitantes de la ciudad de Dallas, afectados como se puede suponer por el luctuoso acontecimiento del asesinato del presidente John Fitzgerald Kennedy en una de sus calles.

En aquella ocasión el periodista – uno de los más reconocidos de su tiempo – se basaba en la expresión grabada en el monumento funerario dedicado a aquel suceso y levantado en el mismo lugar del acontecimiento con una frase que reflejaría la apasionada reacción del ciudadano. “Dallas quiere olvidar”, rezaba el titular correspondiente, y esta expresión se repetía cada vez que se iniciaba un nuevo párrafo.

Con lo que no contaba el admirado periodista era que un servidor de ustedes había estado allí y conocía la frase. En efecto, el monumento reflejaba contundentemente los deseos de la gente de Dallas, pero éstos no eran precisamente los que recogía nuestro periodista. Porque la frase en inglés no era “Let´s forget”, o sea, “olvidemos”, sino “Lest we forget” que se traduce por “Para que no olvidemos”, es decir, por exactamente lo contrario.

Pues bien, hace tan sólo un par de días que, leyendo el semanal de la publicación que ustedes ya conocen, tropecé con otro fallo lamentable. Se trataba de una entrevista muy larga realizada a un escritor norteamericano que merecía el estrellato de la publicación semanal a la que me refiero. Su nombre era John Grisham, admirado y fecundo novelista de éxito que va ya por los cuarenta y dos títulos escritos – a razón de uno por año a partir de cuando decidió seguir tan exigente ritmo.

He de aclarar que el susodicho se define como un típico producto de su tierra – el Sur profundo – donde sería educado en el desprecio hacia la “raza negra” conforme a un prototipo generalizado del cual confiesa haber asumido sus modos y maneras. Así que el entrevistador pasa enseguida a referirse al largo proceso de acomodación de los norteamericanos a este nuevo periodo de la historia que está exigiendo un cambio al que los sureños se van acomodando al parecer muy lentamente.

Pero es el caso que al ser interrogado sobre la condena a muerte y la buena acogida a la aceleración de las ejecuciones propiciada por el presidente Trump, tras de citar el hartazgo de la gente a tantos crímenes como en realidad suceden y la reacción suscitada en favor de la aplicación de los castigos, añade nada menos lo siguiente (cito literalmente): “Ahí entra en juego ese extremismo cristiano, el ojo por el ojo y diente por diente”. Para añadir seguidamente:  “Yo también crecí con todo eso”. ¡Pero si el perdón es más que ningún otro precisamente el rasgo más característico de la fe del cristiano, y el mejor ejemplo es un Cristo que muere perdonando…

Y,  sin embargo, el entrevistador no reacciona. Así que comienzo por buscar su nombre, mas no lo encuentro porque no parece haber nombre concreto sino las siglas de la publicación correspondiente, que es simplemente XL, correspondiente al “XL Semanal”. Con lo cual me decido a decirlo, hablar del tema en este artículo, ya que, aun desconociendo los matices doctrinales de la “muy estricta y fundamentalista Iglesia de los Baptistas del Sur en Mississippi” en la que militó en su juventud el novelista, afirmar que la venganza es signo del cristiano constituye una burrada cultural de tal calibre que me parece necesario decir algo.

Sí; me parece asombroso dar por bueno, o por lo menos no desenmascarar, el hecho de que una pifia tan patente y tan reveladora de la carencia de cultura de quien así se expresa – una  metedura de pata “hasta el corvejón”, que suelen decir los ”hípicos” – se dejara pasar sin formular una cuestión de fondo.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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