Macro botellones

Por Carlos de Bustamante

(Macrobotellón)

Una expresión nueva que ha surgido durante la pandemia. No sé si vosotros, mis amigos y probables únicos lectores habéis presenciado un botellón.  Lo presencié junto a la playa del “Pisuerga, que no por casualidad pasa por Valladolid”. Allí, en Valladolid y al agrego de la chopera lindante con la playa, hacían botellón un grupo de jóvenes y adolescentes con la alegría ficticia de la descontrolada ingesta de alcohol.

Os   confieso, amigos míos, que no soy abstemio. Y que alguna vez me puse “alegre” con los buenos caldos de esta tierra en la ribera del Duero. Vinos catados en bodega sin   químicas ni envueltas. Con la más elemental sobriedad y conocimiento de vinos, jamás se me ocurrió   mezclar el vino puro con licores u otros mejunjes de efectos horrorosos sobre quien degusta el buen caldo que `alegra el corazón de los hombres´.

No sucedía así – que yo lo vi- en la chopera junto a la playa de tierra adentro en `el río (Pisuerga) que lleva el agua y el Duero la fama´ en mi Valladolid natal.  Junto a tetrabriks como envase de bebidas horrendas, yacían otros envases de vidrio con dudosa etiqueta de que fuera el original un brebaje de qué sé yo las componendas con alcohol puro. Licor de garrafón.  Peligroso para la salud.

Y vi lo inaudito: un rapazuelo quinceañero, del grupo en botellón (¿) vertía el contenido de un recipiente al embudo conectado a una goma introducida en el gaznate de una criaturita de no más de 14 años. Próximo al vómito, me retiré de tan horripilante espectáculo. Caminaba sonámbulo y al volver la vista atrás, la perplejidad inicial dio paso a lo inaudito.  Tras unos minutos, pocos, de jolgorio, los del botellón yacían por los suelos al parecer en coma etílico. Extraña diversión.

Llegó la maldita pandemia. Y con ella, dos o más meses de confinamiento. Dos meses sin grupitos con los achiperres para el botellón. Creí entonces que, por miedo o precaución al terrible contagio, el botellón había llegado a su fin.  Error.  Como un muelle que se comprime, esta especie de gente, g. a D. mínima entre la buena que por lo general pasa inadvertida, esperaba su oportunidad.

Con el inicio de la `nueva normalidad´, el muelle se distendió con   enorme fuerza.   Y   volvieron los botellones. Pero no en grupitos… Como si el virus hubiera sido definitivamente vencido, o peor, importando   un bledo las consecuencias, una estampida de jóvenes y `jóvenas´, inundó   como un sunami calles y plazas de muchas de las ciudades de España. Lo que fue botellón de grupitos, por arte de birlibirloque se convirtió en botellón de masas fuera de quicio.  Macro botellones. Multitud bullanguera, que después de trasegar en cantidad inconfesables brebajes alcohólicos, cometían toda clase de tropelías:  robos en los comercios, quema de contenedores, enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, encargadas del orden… y   tan brutal etc., que sólo quien lo vio puede dar fe de tanta y tan cierta depravación humana.

Difícil encontrar justificación a tan lamentable espectáculo, e incontables los estropicios causados por esta jauría de vándalos. Vecinos horrorizados, fuerzas de seguridad movilizadas, y mobiliario urbano destruido.  ¿Por qué?, me pregunto repetidas veces. Y la única respuesta    que se me viene a las mientes, es el mortal aburrimiento de una juventud mal adoctrinada desde la niñez. La que por libertad adoctrinaron libertinaje: por decencia la enseñaron que era represión; por educación, amaneramiento de clases pudientes; por templanza, no te prives de nada; por virtud, falta de hombría; por moderación, dictadura; por orden, sometimiento; por diversión, hasta que el cuerpo aguante; por disciplina, látigo;  por fidelidad, disfrutar sin medida del propio cuerpo, o el de otro como objeto.

Resultado:  jóvenes viejos y aburridos.  Inventores de vicios.  Por hartura acciones contrarias a la naturaleza, ellos y ellas. E incluso, por saciedad, renuncia del sexo propio, por el contrario. Todo esto a resultas de los macro botellones, amén de progresiva mayor incidencia de contagios y aumento de fallecimientos por coronavirus, alias covid o viceversa.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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