Batalla de Nördlingen : la tumba sueca. (1634). 3   

Por Carlos de Bustamante

(Fernando de España y Fernando de Hungría tras su victoria en Nordlingen. Cornelius Schut, 1635)

La decisión de atacar rápido estuvo precedida de discrepancias en el mando protestante. Horn desconfiaba: era partidario de esperar más refuerzos desde el norte. Pero el príncipe Bernardo de Sajonia-Weimar calculó mal la resistencia de la fuerza española, tras las victorias recientes de los suecos, y quiso acometer de inmediato. Al final, su fogosa opción fue la que se impuso.

La elección de atacar sin contar con refuerzos no carecía de base. Entre los imperiales había cundido el desánimo porque Nördlingen aguantaba el asedio, y no podían ir al encuentro del enemigo dejando la plaza a sus espaldas. Esto les forzaba a dejar parte del ejército rodeando la ciudad y les restaba fuerzas para el combate decisivo.

Ante el avance del ejército protestante, el 5 de septiembre los imperiales lanzaron un ataque general contra la ciudad, interrumpido cuando la caballería croata anunció la proximidad del enemigo, que avanzaba dividido en dos alas. La derecha, y más potente, al mando del general sueco Horn, con 9.000 soldados de infantería y 4.000 jinetes repartidos en dos líneas. La izquierda, que mandaba Bernardo de Sajonia-Weimar, compuesta sobre todo de alemanes, incluía 25 escuadrones de caballería y tres regimientos de infantería, con toda la artillería. En total, 4.000 hombres de a pie y 5.500 jinetes. Además de estos dos cuerpos, unos 3.000 milicianos de Würtemberg custodiaban el bagaje del ejército protestante detrás del río Rezenbach, un afluente del Danubio que discurría cubriendo el flanco oeste del dispositivo germano-sueco.

Frente a las fuerzas de Suecia y Sajonia, los hispano-imperiales se situaron en dos cuerpos alineados y otro en reserva. El de la izquierda, con unos 9.000 infantes y 2.700 jinetes, y el de la derecha, con 5.000 infantes y el grueso de la caballería (9.500 jinetes). En reserva, 5.000 soldados de infantería y 1.500 jinetes. De esta tropa, aunque los alemanes eran bastante bisoños, los tercios italianos eran de buena calidad y los españoles estaban considerados excelentes, con veteranos muy aguerridos. Contaban incluso con oficiales que combatían como simples soldados, por haber sido disueltas sus antiguas unidades.

En la noche del 5 al 6 de septiembre, los suecos cayeron de improviso sobre el campamento hispano-imperial. En vanguardia colocaron carros de municiones y cañones para arrasar el campo enemigo. El ataque estuvo a punto de tener éxito, pero se malogró cuando algunos carros cargados de munición se atascaron en el fango y volcaron con gran estrépito. Alertado el bando español, los suecos se retiraron para reanudar el ataque al día siguiente.

Cuando amaneció el 6 de septiembre el ejército protestante se desplegó al noroeste de Nördlingen. El ala derecha de Horn tenía como objetivo tomar la colina de Albuch, de 530 metros de altura, donde los hispanoimperiales habían instalado el campamento, que sería el punto clave de la batalla. Al lado de Albuch había un bosquecillo sobre una colina de menor altura llamada Heselberg, donde el ala izquierda de Bernardo de Sajonia emplazó casi toda la artillería. En cuanto al ejército católico,formaba una línea dividida en tres cuerpos. El principal ocupaba la estratégica posición de Albuch (donde se decicidió la batalla) flanqueado a derecha e izquierda por 12 escuadrones de caballería. Detrás de varios regimientos alemanes y algunos tercios italianos, como refuerzo y sostén de todo el despliegue, estaba el viejo tercio español de Martín de Idiáquez. A la izquierda de Albuch se situaba el grueso del ejército bávaro, que mandaba el duque Carlos IV de Lorena. A su lado, un bloque de infantería y caballería imperiales y una brigada de guardias del rey de Hungría. Detrás de esta masa combatiente cerraba la caballería a las órdenes directas de Matthias Gallas, y en el extremo de la línea, la caballería ligera croata. El cuerpo de reserva, mandado por el marqués de Leganés, tenía unos 7.000 infantes y 1.500 caballos, repartidos en tercios italianos y borgoñones y uno español, más cinco escuadrones de caballería al mando del mariscal imperial Octavio Piccolomini. Completando el despliegue, unos 3.000 soldados bávaros y croatas mantenían posiciones alrededor de Nördlingen para impedir la ruptura del cerco.

LA COLINA SANGRIENTA

El día anterior al encuentro decisivo, conscientes de la importancia que tenía la posición dominante de Albuch, los regimientos imperiales alemanes tomaron la cota, pero al intentar avanzar sobre el pequeño bosque de Heselberg fueron frenados por los mosqueteros suecos, que habían llegado antes y tomado posiciones. La infantería sueca contraatacó con rapidez para recuperar Albuch y fue rechazada. El ataque se renovó con la caballería pesada (caballos-coraza) apoyada por los mosqueteros, pero la caballería italiana de Piccolomini logró detenerlo. Cuando cayó la noche, la caballería de ambos bandos se retiró y unos y otros aprovecharon para consolidar sus posiciones.

Al parecer, la previsora ocupación de Albuch se debió a la diligencia de un jesuita, el padre Camasa, que era afamado profesor de temas militares en los estudios de San Isidro, de Madrid, y acompañaba al marqués de Leganés en calidad de amigo, confesor, ayudante de campo y jefe de ingenieros.

El combate se reinició a las cinco de la mañana, cuando la infantería sueca se lanzó al ataque cuesta arriba en Albuch, seguida de los caballos-coraza. En primera línea se colocaron los dos regimientos alemanes y el tercio italiano de Toralto, mientras que en segunda línea esperaba el tercio español de Idiáquez. Las bisoñas tropas alemanas retrocedieron ante el alud de la caballería pesada, pero el tercio de Toralto resistió y dio tiempo a que la caballería católica cargara contra los jinetes enemigos. Los suecos estaban a punto de cantar victoria cuando estalló un almacenamiento de pólvora abandonado por los católicos en su retirada. La devastadora explosión tuvo un efecto inesperado y provocó cientos de muertos en las filas protestantes. Aprovechando el momento de confusión, Fernando de Austria ordenó a su caballería cargar cuesta abajo. Fue un ataque que hizo estragos, pero los hombres de Horn consiguieron frenarlo, recompusieron líneas y reanudaron el avance hacia la cima de la colina, donde los tercios los esperaban a pie firme.

Entretanto, Bernardo de Sajonia llevó a cabo tres ataques de caballería, combinados con el regimiento Amarillo —uno de los mejores del bando protestante—, contra el ala derecha imperial para reforzar el asalto de Horn, que se enfrentaba ya a la infantería española. En oleadas incesantes, hasta quince veces, los suecos acometieron a los cuadros hispanoimperiales sin conseguir desbaratar la formación de las picas. Ante la feroz resistencia que oponían los tercios, las pérdidas suecas fueron enormes y los muertos se amontonaron. José Almirante escribe:

Al rayar el día 6, los suecos, con tenacidad inexplicable, marcharon al asalto de la fortificada posición [Albuch]. Su ciega bravura, reconocida por  todos, se estrelló contra el aplomo y la serenidad de los tercios españoles. Schiller añade que un regimiento del duque Bernardo siete veces volvió a la carga y otras tantas fue rechazado, sin ganar una pulgada de terreno. Con tamaña tenacidad, la derrota de los suecos se convirtió en desastre, en verdadera matanza y exterminación. Durante esta fase determinante de la contienda solo entraron en acción, prácticamente, el ala derecha protestante y el flanco izquierdo católico, mientras el resto de los combatientes permanecía a la expectativa, limitándose al cañoneo lejano.

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Tres foramontanos en Valladolid

Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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