El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

¿El de la insensatez? ¡Menudo virus!

¿EL DE LA INSENSATEZ? ¡MENUDO VIRUS!

(CUAL REGUERO DE PÓLVORA SE EXTIENDE)

“—Esto es lo que dijo: ‘Lo que distingue al hombre insensato del sensato es que el primero ansía morir orgullosamente por una causa, mientras que el segundo aspira a vivir humildemente por ella’”.

Jerome David Salinger (así cita el criterio que adujo el médico, psicólogo y psiquiatra austríaco Wilhelm Stekel) en su novela “El guardián entre el centeno” (1951).

En España, al parecer, el buen tiempo atmosférico (debido —o no, quién lo sabe a ciencia cierta, quién— al tan traído como llevado cambio climático, que unas/os afirman y otras/os niegan) que en todo su territorio (incluyo, por supuesto, a las islas Baleares y a las afortunadas Canarias) sigue haciendo por ahora ha propiciado que se esté demorando que el virus de la gripe haya empezado a hacer de las suyas (que suele alcanzar sus picos de mayor prevalencia durante los meses de otoño e invierno), o sea, que haya surgido y se haya extendido en forma de epidemia o pandemia y, como consecuencia o resultado de una u otra, se haya incrementado la morbilidad y la mortalidad (sobre todo, entre las personas con menos defensas y mayor riesgo a padecer los rigores de dicho virus).

Empero, en España el virus que sigue contagiándose sin parar, perseverando, inmutable, renuente a cambiar a mejor, a atenuarse o mitigarse, es el de la insensatez, que se está extendiendo (hay quien dice que ha tenido su origen en Cataluña, debido a todo lo tocante o concerniente a una negra dicción, que ha venido a traer, si no la ruina total, un más que serio aviso de la misma, el fracaso omnímodo, íntegro, completo y absoluto a dicha Comunidad Autónoma, el “procés”) o propagando rápidamente, como un reguero de pólvora.

Los dos párrafos precedentes vienen a cuento de lo que relataré en los párrafos que siguen. En este insistiré en una idea que vengo defendiendo y sosteniendo desde hace la tira, una porrada de años, que se tiende a aducir por doquier e iterar (oralmente o por escrito) hasta la saciedad la gran necedad de que todas las ideas y las opiniones que vienen a apoyarlas son respetables, sin darse cuenta de la barbaridad que se dice. Quizá lo que no hemos asumido (y está claro, cristalino, que tendríamos que haber aceptado de buena gana, por tratarse de un axioma apodíctico, aunque acaso esté equivocado al verlo de esa guisa) es que las que siempre son respetables, sin objeción posible, son las personas, pero no sus ideas ni sus opiniones, si no tienen ni pies ni cabeza, si son contrarias a derecho.

En el chat restringido de un grupo de WhatsApp, formado por policías municipales de Madrid, capital, varios agentes insultaron y presuntamente amenazaron al colega que denunció el contenido de dicho chat. Entre las lindezas que cabe leer (porque algunos de los agentes las escribieron) destacan, por su indignidad, crueldad y crudeza, las que vertieron en contra de la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, a la que tildaron de “vejestorio despreciable”, pero, al parecer, como se quedaron con ganas de más o les supo a poco, para echar más denigración y escarnio sobre ella, alguno de los mentados añadió la impiedad y el oprobio de que “lo que es terrible es que ella no estuviera en el despacho de Atocha cuando mataron a sus compañeros”. Además de en contra del colega denunciante y de la alcaldesa, fueron blanco de sus envenenados y ofensivos dardos varios dirigentes políticos de izquierda, independentistas catalanes (a quienes se les puede y debe achacar las incongruencias políticas en las que incurren y los yerros de comportamiento que han cometido mediante el uso de la sátira, eso es lo que ha hecho y continuará haciendo este menda, verbigracia), y concretos periodistas de La Sexta. Como tampoco con esto se conformaron, hicieron apología del nazismo (tratando a Hitler de semidiós o de dios entero), del racismo (en contra de “los moros”), en definitiva, del odio más abominable. A quien les afeaba o refutaba sus aborrecibles salidas de pie de banco le replicaban con su argumento irrebatible o verdad suprema: “matar (al discrepante, se sobreentiende) es nuestro lema”. Bochornoso razonamiento, sin paliativos, vergonzoso.

Así que, ¿a alguien le puede extrañar que el Ayuntamiento capitalino esté estudiando la posibilidad de inhabilitar a la media decena o docena de violentos, insolentes, gárrulos y garrulos cafres? ¿A alguien le puede extrañar que el titular del Juzgado de Instrucción número 42 de los de Madrid haya ordenado que se identifique a los agentes que han amenazado presuntamente al colega que obró de manera correcta al denunciar el contenido hediondo y horrendo de dicho chat?

Se puede discrepar ideológicamente con argumentos de peso de cuanto defiende o mantiene cualquier otro semejante, pero las razones que pudiera tener el disidente quedan reducidas a lo más insignificante, la pura y desnuda nada, cuando se echa mano del insulto y/o del odio para comunicarlas o hacerlas llegar. Así que no tiene un pase llamarle a Pablo Iglesias “hijo de perra” ni desear la muerte de Ana Pastor ni de su marido, Antonio García Ferreras, periodistas de La Sexta.

Es mi deseo y mi esperanza que, de todas las personas que se echen a los ojos y lean detenidamente esta urdidura (o “urdiblanda”), ninguna se sienta ultrajada, injuriada o calumniada por servidor (porque no cabe hallar en ella un ápice o pizca de animus laedendi). Y es que, como sostiene (su tino suele ser habitual) Jorge Wagensberg en un aforismo reciente, “el insulto busca la ofensa y se dirige a las personas; la sátira busca la crítica y se dirige a las ideas”.

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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