El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

¿Que Anna Gabriel a Suiza se ha fugado?

¿QUE ANNA GABRIEL A SUIZA SE HA FUGADO?

(PUES ESO, SÍ, SEÑOR/A, ES COHERENCIA)

No me cabe en la cabeza (es mi deseo y mi esperanza que el atento y desocupado lector, sea ella o él, interprete lo cabal, la ironía que rezuma el subtítulo y rocía lo que sigue) por qué la gente se tiene que meter con el cambio de look (imagen o aspecto) de Anna Gabriel. Yo he vuelto a dejarme (la) barba y, como, si no todo el mundo, el grueso de mis vecinos me ha criticado por ello, he decidido solidarizarme con doña Anna, la helvética. ¡Hala!

Entendería que la censuraran por los claros desmanes (que nada de nada tienen que ver, por cierto, con esos mamíferos similares al topo de igual nombre) cometidos o las notorias incoherencias en las que ha incurrido (¿no es una y clamorosa que quien pasaba por ser una anticapitalista militante, redomada, se haya fugado al país del capital, que, no obstante es sede de lo mejor, la Cruz Roja , también lo es de lo peor, bancos como UBS AG —implicado en casos de lavado de dinero, evasión fiscal, blanqueo de capitales y operaciones secretas en paraísos fiscales, verbigracia, Panamá—?). A quien usaba la tribuna del Parlament y los micrófonos y las cámaras de los diversos mass media para comprometer, enredar o implicar a la inmensa mayoría de la ciudadanía catalana en su (porque la apoyaba, sin fisuras ni reservas) ambiciosa aspiración independentista o idea retadora de lograr a todo trance que Cataluña fuera una República, porque había más de dos millones de conciudadanos que, coincidentes con ella en dicho desafío, lo pedían a voz en grito y con insistencia; porque, así, orgullosamente, lo ansiaban, le importaba un bledo que la misma masa social o más de esos dos millones de catalanes fueran contrarios o escasamente afectos a dicha causa. Ella iba a lo suyo con los suyos, y los demás, los que no la seguían en sus propósitos (que, con la perspectiva que da el tiempo transcurrido desde entonces, cada vez son más los que ven en ellos sus opuestos, despropósitos), que se buscaran la vida, sin brindarles a estos, los otros, el infierno (para ella), ni una sola muestra de su solidaridad ni de su empatía, qué tía.

Anna Gabriel, usted, atento y desocupado lector (sea hembra o varón), y servidor somos seres humanos y, por ello, cometemos errores. Lo lógico es que, una vez somos conscientes de haberlos cometido, intentemos enmendarlos cuanto antes y pidamos contritos perdón, si alguien se ha visto perjudicado por nuestros equivocados procederes, porque, si no actuamos de esta guisa (y recordamos la lección que lleva aparejada la famosa frase feliz de Confucio, “el hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro error mayor”), sin duda, ora agrandaremos, ora ensancharemos, nuestros yerros.

Si todos nuestros actos (por acción u omisión) tienen consecuencias y nadie puede quedar (ni para lo bueno ni para lo malo) fuera del paraguas de la ley, porque todos los ciudadanos somos iguales ante ella (al menos, en principio, eso dice la Constitución de 1978, vigente), todos tenemos que responder de nuestros hechos u omisiones ante la sociedad. Y si en un Estado de derecho (mejorable, perfectible, sí, como es España) los jueces son quienes tienen asignada la responsabilidad de impartir justicia y nos citan tenemos la obligación cívica de, si no concurre una circunstancia que lo imposibilite, acudir en día y hora ante ellos. Lo que no se puede hacer en un país que dispone de un ordenamiento jurídico con numerosas garantías es decir que no lo es (sin ir más lejos, su compañera de partido, la exdiputada de la CUP Mireia Boya, acudió a la cita en el Tribunal Supremo y salió libre tras comparecer ante el magistrado Pablo Llarena) y prejuzgar qué va a hacer un juez o tribunal de justicia. Nietzsche marraba morrocotudamente (ese es mi parecer, al menos) cuando afirmó en “Más allá del bien y del mal” (1886) la presunta razón, porque puede devenir en sinrazón, de que “lo que se hace por amor está más allá del bien y del mal”.

Anna Gabriel se equivoca de medio a medio, si, como hicieron Carles Puigdemont y los exconsejeros que le acompañaron en la fuga belga y luego no regresaron, una vez ha huido (eludiendo la acción de la justicia), pretende hacerse pasar por mártir, por otra víctima más del falso sistema autoritario y opresor que rige en España. O mucho yerro o me temo que la misma treta, si no coló entonces, menos colará ahora.

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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