El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

¿Para pollos montar está el Congreso?

¿PARA POLLOS MONTAR ESTÁ EL CONGRESO?

Dilecta Pilar (había escrito dilecto pilar; y lo he corregido, pero, como también era válido, he decidido que apareciera dentro de este paréntesis, que constara en acta):

Si hablamos de espejos físicos, yo me suelo mirar en tres (en uno, pequeño, con el marco de color rosa, que usaba mi madre, y yo utilizo, básicamente, para afeitarme la barba —casi siempre en el lavabo del balcón de la cocina—); en el del baño, grande, de tres cuerpos; y en el del hall o recibidor, aún mayor, enorme, casi ciclópeo). Si hablamos de espejos ejemplares (desde el punto de vista actitudinal o comportamental), en bastantes (la hilera o ristra es tan abundante o numerosa que se haría interminable o sería muy luenga —por cierto; no sé por qué, este adjetivo, esta voz, siempre se lo/a adjudico a uno de mis espejos literarios, Valle—).

Nosotros no dejamos de ser niños grandes, adultos. Que una parte del niño o niña que fuimos la acarreemos siempre, porque esa porción siempre nos hará más empáticos y solidarios, en definitiva, mejores.

Si llamas horno social al que solemos ver en el Congreso de los Diputados, abundo contigo en que no está para bollos, sino para pollos. Para montar uno un día sí y otro también. Nuestra clase política, la actual, da sopas con honda a las anteriores o precedentes, sin duda. Sé que tú, al menos, entenderás la ironía (que el grueso de la gente, poco dada a leer, o no entiende o no comprende en toda su extensión).

¿Cómo denominamos a lo que acaeció en el Parlament de Cataluña los meses de septiembre y octubre del año pasado? Porque lo que está claro (al menos, así lo tengo yo) es que lo que aconteció (yo lo vi y escuché con mis propios ojos y oídos) ocurrió, sin duda, y que se contravinieron las normas procedimentales varias veces y se hollaron diversas leyes también. En esto no hay ninguna hesitación. Yo no soy jurista y no puedo decir si hubo rebelión o no; si hubo sedición o no. Pero algo grave ocurrió. Yo no diría que fue una tontería. Eso lo tendrán que resolver los jueces, tras un juicio justo, con todas las garantías.

Entiendo y no entiendo, de veras, a la presidenta del Congreso de los Diputados. Me explicaré (lo intentaré; ese es mi propósito; ya veremos luego si lo logro o no). Entiendo que a Ana Pastor le disguste escuchar que unos parlamentarios (ellas y ellos) llaman a otros golpistas (que los abaldonados toman por una falsedad o insulto; y es una innegable afrenta, aun siendo incruenta, pues solo son correligionarios o compañeros de presos preventivos o huidos) y estos (hembras o varones) respondan con el remoquete satírico de fascistas (que los así motejados toman por otro embeleco o ultraje; y lo es, apodíctico). Stricto sensu, ninguno de ellos son lo que se les llama. Porque los unos solo son afiliados del mismo partido que los reos, pues no han sido encausados y los presuntos aún no han sido declarados (por una sentencia firme, que permita usar dicho término con propiedad) así. Y los otros no se han comportado como otrora sí lo hicieron otros, que merecieron ser llamados de esa guisa y hasta cosas peores. Pero no entiendo por qué se debe eliminar del diario de sesiones dichas expresiones (si no lo piden los propios parlamentarios). Si yo hubiera llamado a un diputado de ERC golpista (y reconozco que en algún texto que porta mi firma he hablado de “golpe blando”, para distinguirlo del que dieron Tejero y compañía), hubiera solicitado que se enmendara, porque sigo a Confucio (“El hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro error mayor”). Si yo hubiera llamado a un diputado de Ciudadanos fascista, hubiera hecho lo propio. Pero, como abundo con Antonio Machado, que, en su “Juan de Mairena”, sostiene que la verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero (aunque Machado, a renglón seguido, añade lo que la gente suele olvidar, los comentarios de Agamenón, “Conforme”, y del porquero, “No me convence” —respuestas que puede dar, verbigracia, el atento lector, ella o él, de estos renglones torcidos—), en el supuesto de que un historiador se fundamentara para coronar su trabajo de investigación en los diarios de papel y digitales de ahora y en los actuales diarios de sesiones del Congreso, ¿no se armaría un lío morrocotudo, al advertir las diversas versiones, (acaso escasamente conciliables) sobre un mismo hecho?

Otro (de tu amigo Otramotro).

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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