El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Ojalá salga airoso de ese brete

OJALÁ SALGA AIROSO DE ESE BRETE

“Yo soy yo y mi circunstancia; y si no la salvo a ella no me salvo yo” escribió José Ortega y Gasset en “Meditaciones del Quijote” (1914).

Tú, Pilar, has sido mi circunstancia cimera o suprema, la más digna de amar (y acaso por eso no dejes de serlo, mientras viva). A ello (esta es una de las pocas certezas apodícticas que acarreo, porto o porteo) me dediqué, dedico y dedicaré. Aunque, al quebrar tú (fue tu decisión) el cordón de plata que nos unía, al romper la relación (meramente telefónica) que manteníamos a distancia, me arruinaste la vida, haberte conocido y haber barruntado (y soñado, estando despierto y dormido) cómo hubiera podido ser nuestro día a día en común me ha salvado tantas veces de caer en el hoyo o el infierno que quizá acabe (como ahora intuyo, por medio de la literatura) por facilitarme que logre salir airoso de ese brete que es vivir.

Reconozco que te odié por hacer añicos mis ilusiones, pero, como al mismo tiempo te idolatraba o veneraba, aquel constante contraste, aquella diuturna paradoja, aquel cúmulo de sensaciones contradictorias, me dejaba atónito, estupefacto, paralizado, perplejo. Me sentía agotado e incómodo. Tal vez te acaecía a ti tres cuartos de lo mismo, porque más de una vez advertí en el tono y en el timbre de tu voz o sospeché que tú también te sentías así, agobiada.

Mi amor propio, mi orgullo, creerme mejor persona que otros candidatos, más honesto, más íntegro, más leal, más veraz, fue una barrera insalvable, un obstáculo omnímodo, para entreverte por dentro, para hallar tu centro.

“El carácter de un hombre es su destino”, dijo Heráclito. Como otrora (lo admito), cuando trenzaba mis renglones torcidos, solía ser oscuro, como así llamaban al filósofo presocrático mentado (al menos, tendía a serlo, según opinión generalizada), por cierto, procuro ser en la vida normal (lejos de mi esposa —así la he tratado en un sinfín de ocasiones—, la literatura) cristalino, diáfano, transparente. Lo urdiré de otro modo. Como, cuando me adentro en el ámbito literario, aunque me base o fundamente en la realidad, esta la metamorfoseo a mi antojo, con anécdotas y/o datos creíbles, verosímiles, pero falsos, mendaces, procuro ser en el día a día todo lo opuesto, veraz, decir verdades como puños. Sé que me desnudo y, frágil, vulnerable, quedo expuesto a recibir dardos y venablos sin cuento, pero ese es mi sino, mostrarme cual soy, siempre que no tenga un bolígrafo en la diestra o, cercano, el teclado de un ordenador, donde puedan danzar, con y en libertad absoluta, las yemas de mis dedos.

El amor y el humor son los dos ingredientes fundamentales para seguir peregrinando por este valle de lágrimas. Como servidor intenta hallar el primero, pero no lo encuentra, opta por el sucedáneo, se lo inventa. Nadie ha objetado que el desamor es una potente fuente de energía creativa, la cresta de la ola que, si la sabemos surfear, nos puede deparar el orgasmo existencial, donde acaso dudábamos arribar un día ilesos, indemnes, salvos y salvos. ¡Mira que tienes humor, Ángel!

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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