CONFÍO EN QUE TÚ DES EL PRIMER PASO
DIOS QUIERA QUE NOS DEMOS OTRO ABRAZO
Dilecta Iris:
Te ruego, con especial encarecimiento, que a quien te escribe esto, un puñetero (aun sin portar puñetas en las muñecas) redomado, servidor, no le hagas caso, ningún caso (si no quieres sentirte abaldonada y abandonada de nuevo, o sea, derrocada y/o derrotada y vapuleada por tu peor enemiga/o, o que tu nave ha recalado y arribado, y ya van unas cuantas, a Fracaso, pésimo puerto), ni cuando te elogia desaforada y descaradamente (lo habitual), ni cuando te censura o critica (vertiente lógica en quien alancea y es un empedernido criticón desde que leyó en la portada de un libro el título homónimo de la celebrada y poliédrica novela de Baltasar Gracián, que va a dar un gran salto en el cielo, no a preparar un asalto, con la clara pretensión de llevarlo a cabo allí —aunque no falta quien así lo piensa y profiere—, de la gracia presunta que, seguramente, le va a procurar y provocar este estúpido comentario que acaba de ser urdido por el menda con ínfulas de pasar algún día por zumbón).
Hay gente que no me conoce y no sabe de qué pie cojeo (pues, a veces, mientras hojeo las páginas de un libro, me detengo al albur en una de ellas y la ojeo, esto es, le echo una ojeada); y, barruntando que soy más inteligente y más oscuro de lo que en realidad soy, sospecha que he ido diseminando claves entre los espacios que separan los renglones torcidos que he trenzado y los parágrafos que he agavillado o conformado con ellos (siempre que luego los confirme con mi firma), al objeto de que ayuden a entender cuanto expreso en los tales, meros pedazos —no desmedidas, por ruidosas, ventosidades, no— sobrantes de textos de escasa enjundia y menos valor, oropel (que en la boca de un profesor de instituto con un instinto especial o imán, cual zahorí, para hallar lo disoluto, al que sus alumnos más guasones dieron en rebautizar “Datón”, por haber fungido en su juventud de ratón colorado o de biblioteca y suministrar en clase, sin parar, un dato tras otro, tras otro…, dando la lata, devenía/n, itero, en la boca de “Datón” retales de latón).
Aquí todo quisque, cualquier hijo de vecino, incluso tú, deberíais de saber que cuando digo o escribo que me agrada colocar un pie en el país de las burlas y otro en el de las veras, pasándome la frontera por la entrepierna, no pretendo ser equidistante ni objetivo (de críticas sin cuento), ni lo hago por propia iniciativa o convicción, sino (lo reconozco aquí sin ambages) por manifiesta incapacidad (para hacerlo de otro modo que no sea, ora el absurdo, ora el extravagante u orate).
Soy lo que consideras, amada musa tinerfeña, Iris, un cero a la izquierda, porque estoy como un cencerro viejo; vate, pero, cuando te tengo enfrente y te miro directa y detenidamente a los ojos, disfruto de lo lindo mientras confío en que tú des el primer paso y que acaezca la caraba, el milagro, la repanocha, o sea, nos demos otro abrazo del copón.
Ángel Saéz García