El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

¿Por qué no escribo más de mentecatas/os? (I)

¿POR QUÉ NO ESCRIBO MÁS DE MENTECATAS/OS? (I)

Como, durante la última semana, han sido más de tres los comunicantes y/o escoliastas (ellas y ellos) que me han formulado, básicamente, la misma pregunta, por qué no escribo más a menudo artículos de política, aprovecho la presente y pintiparada ocasión para contestarles aquí a los cuatro (mejor, cinco, pues la esposa de uno de ellos también merece ser tenida en cuenta y, por tanto, computada, que no es ni denota ni cursa con tres cuartas partes de la voz antedicha, en puridad, escrita antes, o sea, con putada). Intentaré aducir, luciendo el traje que, según criterio generalizado, me cuadra, encaja y queda mejor, el disfraz que me pongo cada vez que decido fingir y fungir de varón extraño, entre serio y zumbón, las razones. Confío, deseo y espero que les satisfagan y, asimismo, que entiendan por qué cada día me siento menos proclive o propenso a ponerme a trenzar los susodichos artículos de información y opinión política.

Nuestros representantes políticos (que, o no nos representan, o, si lo hacen, no como queremos o nos gustaría que hicieran; este es mi parecer, pero acepto voces discrepantes, siempre que lo argumenten, claro; algunos no se representan ni siquiera a sí mismos) suelen carecer de lo que otrora advirtió, con ojo clínico, que les faltaba, cuando aún vivía, mi augusto y piadoso padre, Eusebio, entre los que entonces ocupaban puestos de representación política y de responsabilidad institucional: más de la mitad no tenían ni la autoridad ni la preparación ni la sabiduría imprescindible, necesaria, para ostentar dichas dignidades públicas (“La autoridad sin sabiduría es como un pesado cincel sin filo; solo sirve para abollar, no para esculpir”, dejó dicho y escrito en letras de molde Anne Dudley Bradstreet). Él usaba la urente (el Diccionario de la Lengua Española, DLE, por razones que ignoro, no ha admitido aún en su seno la dicción “escocedor/a”) expresión “no valen ni para echar tabas a un corro”, que hoy en día sigue vigente para catalogar, para afrenta o escarnio de algunos (ellas y ellos), con tino a muchos de los actuales.

Pido al atento y desocupado lector (ella o él) de estas líneas que haga el esfuerzo intelectual de juzgar con severidad (no son tiempos para las memeces o mentecatadas, ¿llamadas así porque el despierto de mente las cata/caza al vuelo?) cuanto han dicho y hecho hasta el momento presente los miembros de los gobiernos de la nación, el central, el autonómico y el municipal. ¿A cuántos han salvado de la quema, es decir, del suspenso? ¿A dos o tres de cada uno de ellos, como mucho? Igual me he pasado.

En España, durante los últimos días o jornadas (¿llamadas así por ser días de no hacer nada?), se han caído dos o tres aviones llenos de gente y eso no ha merecido ninguna dimisión. Lo han aceptado los políticos (y algunos crédulos ciudadanos) como algo inevitable. Pero, ¿era evitable? En los países de nuestro entorno, la Unión Europea, las cosas parece que van por los mismos derroteros. Pero, ¿en China? ¿Y en las antípodas, Australia y Nueva Zelanda? Comparas cifras de casos y de muertes y sientes, a partes iguales, sana envidia ajena y arrebol o bochorno propio. En España da lo mismo tener Gobierno que no tenerlo, pues muchos de sus miembros tienen miedo a llevar las riendas de sus respectivos departamentos, o sea, a tomar decisiones, que no pueden procrastinarse, porque tendrán consecuencias catastróficas. Tiempo al tiempo. Como lo que ocurrió ocurrirá, que dice a quien quiera leerlo el Eclesiastés, lo veremos como vimos y vemos. ¿Para qué sirven algunos ministros (ellas y ellos)  si, cuando salen a la palestra, se hartan de meter la pata hasta el corvejón? Luego permanecen callados hasta que deciden volver al estrado para continuar marrando morrocotudamente. Y los ciudadanos con dos dedos de frente nos cabreamos con y por ellos con motivo, claro está, como el agua cristalina.

Algunos ciudadanos estamos hasta más arriba de la coronilla de que, tras once meses de pandemia, los políticos, a los que les tiene que mover para serlo una evidente vocación de servicio; que, si existen, es para que nos solucionen nuestros problemas; en lugar de cumplir, a rajatabla, con ese inexcusable cometido, lo que hacen es crearnos más problemas y promover la polarización ideológica en la opinión pública y la publicada.

(Continuará mañana.)

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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