NO PUEDE ESTAR EN MISA Y REPICANDO,
AUNQUE HAYA QUIEN LO CREA A PIES JUNTILLAS
Los científicos (ellas, ellos y no binarios, en el caso de que haya quienes sean o se sientan así) han constatado y probado, de manera fehaciente, que las personas no somos capaces (aunque haya quien lo crea a pies juntillas) de prestar la misma atención a varios menesteres a la vez, sean estos los que sean. Solo podemos discurrir, diligente e inteligentemente, sobre una idea o dos, como mucho, y si estas son afines, o sea, si están hermanadas o interrelacionas, al mismo tiempo. La supuesta habilidad de las/os multitarea tiene un alto riesgo (y no solo de desgaste) para las/os tales.
En el año 2001, por serendipia, sí, por chiripa, se descubrió lo que dio en llamarse “red neuronal por defecto”, que se pone en marcha en nuestro cerebro cuando practicamos eso que los italianos (ellas, ellos y no binarios) dieron en llamar y siguen denominando hoy con la expresión “dolce far niente”, o sea, el dulce no hacer nada.
Marcus Raichle, neurobiólogo y psicólogo estadounidense de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington de Saint Louis, Missouri, se percató de que el cerebro humano mantiene un alto nivel de actividad incluso en reposo (esto es, estando el conejillo de Indias, la persona sometida a observación o experimentación, tumbada decúbito supino con los ojos cerrados). Ese estado basal, inesperadamente, es intensamente activo y se conoce por el sintagma susodicho, “red neuronal por defecto”. Se dio cuenta de ello, mientras a varios voluntarios les observaba qué ocurría en sus respectivos cerebros con la ayuda de escáneres de resonancia magnética. Concluyó que la citada red es responsable de que nuestra creatividad encuentre el cauce oportuno para que dicho don o virtud se pueda desarrollar sin mayores impedimentos u óbices.
Bueno, pues, tras comprobar tal obviedad varias veces, que la multitarea puede depararnos inopinados fallos de memoria y hasta volvernos más peligrosos al volante, si atendemos al móvil, verbigracia, que si hubiéramos ingerido media docena de copas de bebidas espirituosas, de mancomún con mi novia actual, Mayte, hemos determinado hacer un uso conveniente de nuestros dos dedos de frente de inteligencia y no utilizar el móvil mientras eso no sea estrictamente perentorio, o sea, en caso de extrema necesidad, que es la única forma de no cometer, de manera imprudente, algún desmán o tropelía.
Es mejor, mucho mejor, llegar a nuestros respectivos destinos (si no es el mismo de ambos) sanos y salvos y, una vez hayamos descansado del trayecto o del trajín, proceder a contestar los correos pendientes, que, por una tontería, exponernos a nosotros mismos y a los demás a un accidente o incidente con resultado de muerte.
Y, después de echar mano de la prosa para dar cuenta de la idea que me rondaba el caletre, me he planteado y preguntado, ¿por qué no haces lo mismo que otros días y concluyes este texto con otro soneto trenzado a propósito? Pues dicho y hecho; he aquí los catorce versos endecasílabos que lo conforman y portan como rótulo el quinto del mismo:
SI LA ÚTIL PUEDE SER UNA ACCIÓN VANA
Tenemos que aceptar, de buena gana,
Que los móviles pueden distraernos
Y en una impar vorágine meternos;
Dicho con sencillez, de forma llana.
Si la útil puede ser una acción vana,
Por causa del azar, y entorpecernos
La labor que permita reponernos
Y pagar el desastre de la DANA,
Hemos de controlar lo que tenemos
A mano y en la caja meter todo
Lo que la cinta trae y es un codo.
Ser eficaces Mayte y yo queremos;
Por ende, no debemos desgastarnos
Ni tampoco de estar alerta hartarnos.
Ángel Sáez García