El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Oteo desde aquí grises sin cuento

OTEO DESDE AQUÍ GRISES SIN CUENTO

NO ALUDO A LOS FRANQUISTAS UNIFORMES

A quien me lee con cierta asiduidad le consta, de manera fehaciente, que zurro y encomio, zahiero y ensalzo a quienes escriben en EL PERIÓDICO GLOBAL, EL PAÍS, pues lo leo todos los fines de semana (lo hago en la edición de papel, y de cabo a rabo, a lo largo de la semana, si no he podido culminar tal menester durante el finde); que por qué suelo hacer tal cosa, porque aprendo mucho pasando mi vista por sus páginas, y llevo realizando la susodicha costumbre, el hombre es un animal de hábitos, con varias interrupciones o etapas en blanco, lo reconozco, desde que estudiaba COU (he de confesar, igualmente, que otrora me encantaba y enorgullecía solucionar, cuando lo lograba, claro, el crucigrama blanco del suplemento), en 1981 (lo recuerdo, porque, el 24 de febrero de dicho año tenía un examen de filosofía que, por el asalto al Congreso de los Diputados, que acaeció la víspera, durante el fallido golpe de Estado de Antonio Tejero, se pospuso).

Critico a los editorialistas de dicho medio por esto, eso o aquello; ahora bien, siempre les brindo el motivo concreto por el que lo hago, e intento acompañar la censura con el elogio, esto es, destacar siempre algo positivo, por la sencilla razón de que la realidad no suele ser ni blanca ni negra, sino que cabe hallar en ella una amplia gama de grises.

Hoy, por ejemplo (cuando escribo estas líneas con la inestimable ayuda de un BIC azul), domingo 17 de marzo de 2024, teniendo al alcance de mi vista la página 16 del número 17.035, me he llevado a los ojos el editorial rotulado “Una política degradante”. Puede que el lector (ella, él o no binario) que haga otro tanto que servidor y llegue a su párrafo final (“La proyección que les da el cargo que ostentan y el liderazgo social que ejercen entre los suyos son incompatibles con un lenguaje como el que coloniza ya las redes sociales, algunos medios de comunicación y muchos debates parlamentarios, convertidos en un barrizal de acusaciones, como pudo verse en la sesión de control al Gobierno de este miércoles. El riesgo de desafección ciudadana hacia los representantes públicos es tan grave como la polarización que, frívolamente, estos promueven con su actitud. Los políticos españoles harían mal en minusvalorar el efecto que, de seguir en esta dinámica, su crispación puede llegar a tener en la convivencia ciudadana”), concluya lo mismo que este menda: amén.

Asimismo, puede que luego haga lo propio con el artículo titulado “Ayuso y la retórica”, que aparece publicado en la página 19 de dicho número y está firmado por su autora, Máriam Martínez-Bascuñán. Y, tras leer su pieza, relea, como ha hecho el abajo firmante de estos renglones torcidos, su último parágrafo: “Hemos dejado de sentirnos representados por los políticos y solo buscamos identificarnos con ellos, lo opuesto a la esencia de la representación. ¿Por qué funciona tan bien ese victimismo que les presenta como objetivo de burdas persecuciones? Porque los políticos han dejado de representar ideas, programas o intereses: solo cuenta su propia persona. Las narrativas populistas nos hacen cerrar filas numantinamente frente a la cruzada que dicen sufrir. Es su personalidad la que nutre su base electoral, no sus ideas, y eso explica por qué dan tanta importancia a sus apariciones públicas, que siempre provocan entusiasmo y controversia. Cada vez es más difícil fiscalizarlos, incluso desde los medios, pues solo generan rechazo o seguidismo acríticos. Siempre víctimas, su sufrida retórica impide que les exijamos una verdadera rendición de cuentas. Por eso seguimos fallando en detectar las claves del declive democrático. Obviamos o frivolizamos sobre lo que está en juego, una idea concreta de democracia, mientras libramos como soldados inconscientes una batalla que también se da en el campo de las ideas. Inmersos en nuestro eterno ciclo electoral, desconfiemos aunque sea (a mí ese “aunque sea” me sobra, pero no soy dogmático) de los políticos que no hablen de su gestión y sus programas. Al menos nos consolaremos al comprobar cómo los incumplen”. Cuanto dice en él, además de para Isabel Díaz Ayuso, sirve para muchos otros políticos españoles actuales (cada quien identificará a cuántas/os le cuadran las atinadas palabras de Máriam).

Le confieso al atento y desocupado lector (insisto; ella, él o no binario) que era mi primera pretensión hacer aquí también una referencia laudatoria, aunque fuera escueta, del artículo de Fernando Vallespín, “Los Idus de marzo”, publicado en la página 24 del número citado arriba, del que solo me estorba la mayúscula inicial del vocablo latino idus, pero he de reconocer, sin ambages, que su pieza es tan rica y abundo con tanto de lo que sostiene su autor en ella que, si puedo, al haberse hecho merecedora de un texto aparte, es mi propósito culminarlo (ahora bien, si no lo llevo a cabo, espero que se me brinde la posibilidad de cobijarme bajo el paraguas de la enjundia que encierra ese adagio español que predica que el hombre propone, pero solo Dios dispone). Por si no lo corono, que quede constancia aquí de mi sentido y sincero ¡chapó! al hacedor de tanta verdad junta.

A mí leer textos inteligentes compuestos por otros autores me suele inspirar, ya que hacen las veces de acicates o alicientes. El editorialista de EL PAÍS, Máriam Martínez-Bascuñán y Fernando Vallespín han propiciado que me brotaran los catorce versos endecasílabos que contiene el soneto que he rotulado así:

PUEDE QUE HASTA KARL MARX, MUERTO, ALUCINE

“Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa”.

Karl Marx, en su “18 brumario de Luis Bonaparte”.

 

He asistido a debates degradantes,

En los que un barrizal era el Congreso.

Como allí no quería quedar preso,

Juzgué del albañal darme el piro antes.

 

Aunque ellas/os visten bien, son elegantes,

Su lenguaje es soez, su trazo grueso;

Nos mienten, nos la quieren dar con queso;

Y en feo dejan; qué representantes.

 

La polarización del Parlamento

Se muda en crispación en cualquier calle,

Y no hay un mentidero que no calle

 

Lo que puede ocurrir en un momento,

Que la del hemiciclo farsa fine

En tragedia y Karl Marx luego alucine.

 

   Ángel Sáez García

   [email protected]

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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