NO OLVIDO “VIVA EL BETIS, MANQUE PIERDA”
De todo hay en la viña del señor. Ayer, una pareja de amigos, que me pidieron encarecidamente, a la hora de despedirnos, que no los mencionara en esta crónica (sus razones tendrían, pero no curioseé, no les pregunté por ellas), pues, conociéndome como me conocen, sabían que existía la seria posibilidad, no despreciable, de que servidor sacara máximo partido o provecho al encuentro con ellos para escribir una pieza literaria (que el ser humano es un animal de costumbres fijas es un aserto irrefutable) al respecto, me presentaron en el tudelano bar “El quinto pino”, que, qué contradicción, sí, no queda alejado, sino debajo de mi casa, a otra pareja, Claudia y Marcelo, sevillanos, que, tras saber de mis inquietudes literarias, no me pusieron esa barrera, inconveniente u objeción.
Después de tomar con ellos un café (cada uno el suyo, por supuesto) y departir, durante una hora larga, de lo divino y de lo humano (más de lo segundo que de lo primero), les aduje que tenía urdiduras que coronar, este texto, verbigracia, entre otros, y me despedí de los cuatro.
¿Por qué me cayó Claudia mejor que Marcelo? Como ninguno de los dos cometió, según mi singular parecer, errores de bulto en cuantas razones alegaron, no incurrieron en desmanes mentales, ni contaron indiscreciones, me limité a constatar lo obvio, que, tal vez, había pasado por alto algún dato menor, o algún detalle o elemento intrascendente echó este menda en saco roto.
Dejé el escrito en este punto para merendar chocolate con pan y una mandarina. Mientras las ingería, poco a poco, volví a rememorar que un trozo de pan y otro de chocolate era la merienda por antonomasia en el seminario menor navarretano.
Y, a renglón seguido, como otro tanto pasa aquí, insistí en iterar las consideraciones habituales. Allí los religiosos camilos me desasnaron, pero no se conformaron o limitaron a culminar dicho menester, pues, con sus prácticas estimuladoras, motivadoras, me espabilaron (y les estuve, estoy y estaré eviternamente agradecido por ello) los dones que permanecían aletargados en mi mollera. En el susodicho edén cocí mi barro ético y forjé mi cacumen único y mi personalidad característica, sí, en el horno moral y en la fragua intelectual de Navarrete.
Allí di mis primeros balbuceos literarios (que fueron publicados en la revistilla que los postulantes ayudábamos a crear y confeccionar a nuestros formadores); allí di mis primeros pinitos en el arte.
(Aunque al atento y desocupado lector, ora sea o se sienta ella, él o no binario, de esos renglones torcidos le sobre este inciso, el abajo firmante lo considera pertinente y relevante, y por eso aparece: me acaba de llamar por teléfono, dándome un inesperado alegrón, una persona muy querida por mí para comunicarme la buena nueva de que está embarazada; por supuesto, le he dado mi más sentida y sincera enhorabuena a ella y a su pareja, luego he llamado a sus padres para hacer lo propio, pues me consta que las felicidades que les he enviado a todos ellos coinciden con las que sienten, las suyas).
En una clase de lengua española, impartida por Jesús Arteaga Romero, nuestro profesor de dicha asignatura entonces, el susodicho docente nos puso un ejemplo de proposición subordinada concesiva, pero esta no iba encabezada por la conjunción “aunque”, sino por la forma defectiva “manque”: “Viva el Betis, manque pierda”.
Durante el viaje de fin de curso de Séptimo de la extinta Educación General Básica, EGB, pero no puedo asegurar con total exactitud si fue este o el siguiente, fuimos a Soria y visitamos los restos del impresionante claustro del monasterio románico de San Juan de Duero y la ermita de San Saturio, donde recordamos, por venir pintiparados, cinco versos endecasílabos y un heptasílabo, los seis inolvidables, de “Campos de Soria”, de Antonio Machado, que ya nos habíamos aprendido de memoria: “Estos chopos del río, que acompañan / con el sonido de sus hojas secas / el son del agua, cuando el viento sopla, / tienen en sus cortezas / grabadas iniciales que son nombres / de enamorados, cifras que son fechas”. Aquel día nos hicieron nuestros educadores un montón de fotos en blanco y negro. Recuerdo que, en una de aquellas instantáneas, aparecía servidor en trance de despachar un trozo de tortilla de patata para el almuerzo y que vestía una camisa de rayas verticales blancas y verdes.
Bueno, pues, teniendo en cuenta las dos razones aducidas, me pregunto: ¿Puede que el motivo de que me haya caído mejor Claudia que Marcelo estribe o radique en lo escrito, negro sobre blanco, arriba, en esos dos nimios hechos descritos, ya que la primera confesó ser del Real Betis Balompié, equipo que siempre me ha caído bien, sin saber nunca el porqué, a ciencia cierta, y Marcelo dijo ser fan del Sevilla Fútbol Club?
Ángel Sáez García