El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

La biblioteca, sí, de Navarrete

LA BIBLIOTECA, SÍ, DE NAVARRETE

¿LA HONRARÁN LOS VOLÚMENES QUE ESCRIBA?

“Yo, que me figuraba el Paraíso / bajo la especie de una biblioteca”.

Jorge Luis Borges, versos 23 y 24 de su “Poema de los dones”.

He disertado en muchos de mis escritos acerca de la localidad riojana de Navarrete (uno de mis temas preferidos, sin duda), sobre todo, del seminario menor que hubo allí y ya no existe (aunque en mi memoria permanece intacto, inalterable, por supuesto; sí lo hace el Hotel “San Camilo”, su sustituto, cuyas instalaciones ocupan en la actualidad aquellos inolvidables terrenos), donde el abajo firmante estudió los tres últimos años de la extinta Educación General Básica, EGB, de Sexto a Octavo; donde los motivadores y sagaces religiosos Camilos me desasnaron (al espabilarme, paulatinamente, los talentos que este menda había acarreado consigo hasta allí, ya que el grueso de los tales todavía permanecían o aletargados o sin salir aún del cascarón); colegio donde he ubicado, en numerosas ocasiones, de forma machacona, mi paraíso, edén o cielo en el planeta azul, la Tierra.

Ahora bien, si, como sostuvo Borges (vuelva usted a leer el epígrafe que encabeza estas líneas y se cerciorará de ello; y luego Umberto Eco, abundando con él, mantuvo idéntico criterio o parecer, que acaso jamás llegue a perecer), uno (dos) de mis maestros o mentores predilectos, este, el paraíso, tenía forma de biblioteca, puede (y cabe) que el atento y desocupado lector (ora sea o se sienta ella, ora sea o se sienta él, ora sea o se sienta no binario) de estos renglones torcidos me pregunte: ¿Cómo es que tú (servidor) has mencionado escasas veces, en tus innumerables textos navarretanos, la biblioteca del edénico colegio?

Si hago memoria, en la sala de profesores, nada más acceder a ella, a la izquierda, al fondo, se veía lo que había, una amplia estantería, fijada a la pared, de acero inoxidable y con varios anaqueles o baldas. La llenaban, prácticamente, los gordos, pesados y voluminosos tomos de la completa enciclopedia de la editorial Espasa-Calpe. Si a mí allí mis colegas me dieron en llamar, entre otros apodos, Espasa, fue por el motivo que me dispongo a dejar expresado o verter enseguida, negro sobre blanco, aquí, que me gustaba y solía consultar esos voluminosos volúmenes.

No obstante, he de reconocer, sin requilorios, que en Navarrete me divertí más, muchísimo más, haciendo deporte y practicando un sinfín de lúdicos y recreativos juegos que leyendo libros que no fueran los manuales escolares (sí rememoro que para el trabajo final de Literatura leí “San Camilo, 1936”, sin acabarlo entonces, porque me lo arrebató de las manos Salvador Pellicer, y, más tarde, su sustituto, “La colmena”, del mismo autor, Camilo José Cela); así que leí poco (si comparo esos tres años, claro está, con lo que leí en años posteriores).

Puede que la biblioteca del seminario navarretano esté vacía, y espere con paciencia que servidor la vaya llenando con los libros que anhelan acoger los estantes que la conforman, sobre todo, los que escriba a propósito de aquel entorno en el que fui tan feliz. Estoy completamente persuadido de que si obrara en mi poder, a mi libre disposición, una copia de cada una de las revistillas que vieron la luz (y algunos de los postulantes ayudamos a confeccionar) allí, durante los tres años de marras, ese trabajo ya estaría medio hecho, pero, por solo conoce Dios sus ocultas razones, ese suceso se ha ido retrasando sine die, y los estantes de la biblioteca del colegio navarretano siguen sin recibir esos “deseantes” libros que esos deseados ejemplares también ansían frecuentar pronto, cuanto antes, sus anaqueles, complementando o completando el pie la horma de ese zapato.

El paraíso puede tener forma de biblioteca, pero tras constatar o evidenciar lo obvio (y, al mismo tiempo, lo imposible), que jamás de los jamases podría leer, ni siquiera una sola vez, los libros que pudiera contener la misma, esta deviene en una pesadilla laberíntica y angustiosa, que identifico, clara y cristalinamente, sin objeción, con el infierno.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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