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Un memorable Raúl del Pozo le borra la sonrisa a Pedro Sánchez destrozando en mil pedazos su impostada lucha contra Franco

"Los que de verdad sufrieron hablaban más de reconciliación que de venganza en la Transición"

Un memorable Raúl del Pozo le borra la sonrisa a Pedro Sánchez destrozando en mil pedazos su impostada lucha contra Franco

Raúl del Pozo, como la gran mayoría de españoles, vivió la jornada del 24 de octubre de 2019 pendiente del televisor y ver el espectáculo ‘discreto’ pergeñado por el Gobierno de España  con motivo de la exhumación de Franco del Valle de los Caídos. Este 25 de octubre de 2019, desde su tribuna de El Mundo, recuerda una obviedad como un templo, pero que es necesaria poner negro sobre blanco para que a ‘cum fraude’ Sánchez le suene:

Donde vuelan los buitres y donde brincaron las serranas del Arcipreste, en las murallas del viento que silba y brama, según Baroja, se escenificó la ceremonia fúnebre. Las peñas de color de acero en las que los españoles se degollaron en la ultima Guerra Civil dieron sombra y frío al momento en el que los familiares con corbatas de luto sacaron a Francisco Franco de la basílica en la misma caja, con sudario de zinc, con la fue enterrado. Un coche fúnebre llevó los restos a un helicóptero que lo trasladó al cementerio de El Pardo-Mingorrubio y a la campaña electoral. Aunque ha dicho Pablo Iglesias que los restos de Franco no están en Cuelgamuros sino en las oligarquías que se enriquecieron con la dictadura, 44 años después de la muerte del dictador, en un día frío se escenificó la exhumación con asistencia de sus nietos y bisnietos y la presencia de la ministra de Justicia en funciones, Dolores Delgado.

Recuerda las penurias sufridas por quienes allí tuvieron que trabajar forzados:

Fue en la Sierra del Guadarrama. Todavía hay búnkeres que recuerdan la batalla. En el Valle enterraron a más de 33. 847 personas, muchas de ellas trasladadas de las fosas comunes. Franco hizo explosionar el primer barreno. Muchos de los que manejaban los cartuchos de dinamita habían estado condenados a muerte. Por cada día de trabajo redimían dos días de pena. «Tengo ese recuerdo como una obsesión», decía Damián Rabal, hermano de Paco, que trabajó junto a su padre y a su tío y que murió de silicosis. Paco vendía caramelos y cigarrillos para los soldados moros y los cristianos en la calle donde conoció a Dámaso Alonso. Mi querido amigo decía que el Valle fue su casa en la posguerra. Los Rabal eran mineros y rojos y estuvieron en la construcción del mausoleo.

Y le mete un palo primero al activador de la memoria histórica, es decir a Zapatero, y después a políticos como Pedro Sánchez por ir de antifranquista como si él hubiese vivido los 40 años de dictadura:

José Luis Rodríguez Zapatero ha dicho: «Hoy es el día en la que la democracia española va a ser más perfecta». El ex presidente que activó la memoria histórica piensa de manera distinta a aquellos hombres del PCE que volvieron del exilio y a los que no les gustaba recrearse en los malos recuerdos. El silencio de muchos de los que vivieron el franquismo se debe a un injusto sentimiento de vergüenza y culpabilidad. Los que de verdad sufrieron hablaban más de reconciliación que de venganza en la Transición. Han sido las generaciones más jóvenes las partidarias de la memoria histórica. Luego esa neurosis de culpa se convirtió en eslogan electoral. Recordar el pasado es el mejor modo de olvidarlo, pero aquí se recuerda no por terapia, sino por interés político de aquéllos que no se destacaron en la lucha contra el franquismo.

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Autor

Juan Velarde

Delegado de la filial de Periodista Digital en el Archipiélago, Canarias8. Actualmente es redactor en Madrid en Periodista Digital.

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