Parece una inocentada o una de esas noticias extravagantes que recrean los genios de ‘El Mundo Today’.
Pero no, el prestigioso diario estadounidense ‘The New York Times‘ se ha sacado de la chistera un estudio que es, cuando menos, estrambótico.
Y es que no ha tenido mejor idea que afirmar contundentemente que los españoles no son blancos.
Como hasta en las mejores familias cuecen habas, tampoco están libres en las redacciones de referencia a nivel mundial de perpetrar dislates.
De ahí que el diario nortemericano llevase a sus páginas un estudio en el que clasifica por razas a las 922 personas más poderosas de Estados Unidos. Su conclusión es que el 80% de los poderosos son de raza blanca.
Hasta ahí no habría pegas. El problema es que abunda en el análisis al asegurar que los nacidos en la Península Ibérica (España y Portugal) y sus descendientes no son blancos.
Y pone ejemplos, que recoge 20 minutos, como el caso de John Garamendi, empresario y político, no es blanco, pese a ser de origen vasco. El también político Devin Nunes, de origen portugués, tampoco se considera de raza clara.
According to the NYT, some European-Americans are non-White. In their analysis of the most powerful people in the U.S. today, the paper classifies Europeans from the Iberian Peninsula like Spaniards and Portuguese as non-White. @nytimes https://t.co/fkN6U9BFL9
— René D. Flores (@rd_flowers) September 10, 2020
Según el sociólogo de la Universidad de Chicago, René Flores:
El diario neoyorquino ha establecido un curioso criterio. La regla que parecen seguir es clasificar a cualquiera cuyo apellido suene ‘hispano’ como no blanco, independientemente de su origen real. Esto explicaría por qué Pablo Isla, el consejero delegado de Inditex, nacido en Madrid, está clasificado como no blanco.
Pero el despropósito va a más según el propio sociólogo:
Paradójicamente, ‘The New York Times’ clasifica a personas con origen en Oriente Medio como el irano-americano Farnam Jahanian o Marc Lasry, que nació en Marruecos, como blancos.La lectura de las señales culturales ibéricas como no blancas y la clasificación de las personas de Oriente Medio como blancas es un fenómeno exclusivamente estadounidense.
Y concluye asegurando que:
Este es un buen ejemplo de cómo los límites de ‘lo blanco’, junto con el resto de categorías raciales, cambian con el tiempo y son moldeados por factores sociales y políticos.