A Don Juan no le gustaba que le contaran las cosas. Quería conocer personalmente a los personajes del momento para formar su opinión. Se acercaba la Navidad de 1990 y me preguntó si conocía a Baltasar Garzón, muy popular en aquellos tiempos por la “Operación Nécora”.
–Tengo informaciones y opiniones muy enfrentadas-.
Le dije que lo conocía poco, pero que tenía acceso a su persona.
– Invítalo a cenar a Villa Giralda-.
Llamé a Baltasar Garzón. Me acompañó en mi coche y nos dirigimos a Villa Giralda, en la calle de Guisando, Puerta de Hierro.
En la cena, Don Juan, Baltasar Garzón, Santiago Muguiro, su Ayudante marino, el Capitán de Fragata Francisco Fernández Nuñez, y el que escribe.
La cena, agradable y cordial. Al despedirnos, en un aparte, el Magistrado-juez de la Audiencia Nacional me pidió una fotografía de Don Juan dedicada. Días más tarde, Su Ayudante me la envió en sobre cerrado, y yo la deposité en otro sobre mayor en la sede de la Audiencia Nacional.
El 20 de diciembre recibí un tarjetón manuscrito de Garzón.
“Baltasar Garzón Real. Magistrado-Juez Juzgado Central 5. Audiencia Nacional. Estimado Alfonso, te doy las gracias por haberme remitido tanto la invitación a tu conferencia como la foto de Don Juan, por quien siento un profundo respeto y admiración desde siempre, pero aún más acentuado desde el momento en que he tenido el honor de conocerlo. Te pido que le hagas llegar mis deseos de paz y felicidad en estas Navidades y prosperidad para el próximo año; el hecho de no hacerlo yo personalmente se debe a que quizás parezca o se interpretara como un atrevimiento por mi parte. Feliz Navidad para ti y tu familia, en la esperanza, bla, bla, bla… Un fuerte abrazo, Baltasar”.
Garzón no convenció a Don Juan.
En un encuentro, Antonio Burgos le dio su opinión:
-Señor, Garzón es un chufla que rompe en Gunilla”.
Fue cuando Don Juan nos regaló la advertencia.
–“Desconfiad de los hombres con aspecto de tener un tono de voz barítono y les salga una vocecilla de tiple-. Eso que le dijo la señora Trulock a su marido, el Doctor Cela, cuando fue a explicarle el Director de un Colegio religioso los motivos de la expulsión de Camilín. –Camilo, ¿por qué en España los sacerdotes no tienen voz de maridos?-.
Le sucede al Papa Francisco.
El Papa es, como buen argentino, hombre dado a la verborrea incontenida. En todo argentino, y lo escribo con profundo respeto, hay un proyecto de Valdano dentro de sí.
Ha cometido muchas imprudencias verbales, y en ocasiones no se le ha entendido bien, o quizá, se le ha entendido demasiado bien y ahí está el problema. Es más político de izquierdas que Santo Padre de toda la cristiandad. Ahora en su última encíclica, pone en duda el derecho a la propiedad privada.
“El derecho a la propiedad privada no es absoluto”. El Santo Padre es más de hablar que de escribir. Tiene que resultar duro y humillante suceder a un Teológo, Místico, Músico, y gran escritor como Benedicto XVI, que para colmo, no se muere.
Pero vuelvo al tono de voz. Tiene un corpachón, buena estatura, pulmones anchos, y parece que va a surgir de su interior una voz como la de su colega Eduardo Falú, poeta e intérprete de zambas, vidalas y chacareras. Y no. Le surge una voz de tiple de los Niños Cantores de Viena.
El mundo va perdiendo barítonos en beneficio de los tiples. Los grandes maestros del toreo, antaño, eran barítonos, y llamaban desde los medios con su voz a los toros encelados en tablas. Ahora hacen lo mismo pero los toros no reaccionan, como si se preguntaran: -¿Y ése, con esa vocecita qué es lo que pretende?
Para entender muchas cosas, no hay que acudir a la profundidad, sino contentarse con la primera decepción. Y tenía razón Don Juan. El hombre tiene que tener la voz que su aspecto le demanda. Y si la propiedad privada no es un bien absoluto, y el neoliberalismo es pernicioso, nos hallamos ante un Sumo Pontífice de voz ajilguerada que no sabe dejar de ser como Echenique , Pisarello y su querida monjita Caram. Tengo claro que hoy por hoy, no me van a ofrecer trabajo en la COPE.