'FRANCO, MEMORIA VIVA DE ESPAÑA XI'

Franco y la Falange

El programa de Fernando Paz y Eduardo García Serrano

Bienvenidos a un nuevo capítulo de FRANCO, MEMORIA VIVA DE ESPAÑA en Periodista Digital.

Regresamos en este mes de septiembre, recuerden, de este año 2025 en el que el Gobierno de Pedro Sánchez iba a llevar a cabo no se cuántos actos por el 50 aniversario de la muerte de Francisco Franco, pero la broma se quedó en un par de ellos.

En esta edición de 14 de septiembre de 2025 abordamos las relaciones de Franco con la Falange y viceversa.

Hay un viejo aforismo que afirma que “un mal general es el que contempla la batalla sólo desde la punta de su sable”. Y Franco, es una evidencia histórica, por mucho que traten de negarla y ocultarla, fue un gran general y un gran estadista, por lo tanto contempló siempre la batalla, estrictamente militar, la batalla social, la batalla política y económica, en definitiva la batalla de la paz y de la reconstrucción de España desde una perspectiva que iba mucho más allá de la punta de su sable y, por supuesto, de la punta del sable de la Falange, de la que se sirvió y a la que utilizó por el bien y para el bien de España.

Franco no fue nunca falangista, ni antes ni durante ni después de la guerra. Nunca. Utilizó a la Falange y a los falangistas como una unidad más, como una herramientas más de su política. Primero como arma de combate, magníficas y heroicas unidades las Milicias y las Banderas de Falange, y después como una fuerza política, no menos formidable, para construir y fortalecer el Régimen, sobre todo en las primeras décadas y, fundamentalmente, como arquitecto del Estado Social franquista. Cuando llegó la hora del adiós a las armas, los mismos falangistas que las habían empuñado con valor y heroísmo mudaron en arquitectos, aparejadores y albañiles del Estado Social, pues a ellos les encomendó Franco la titánica tarea de construir la Justicia Social. Y lo hicieron, tan bien como antes habían hecho la guerra. Y lo hicieron a pesar de la enemiga de las familias y sectores más conservadores, derechistas y clericales del Régimen que siempre contemplaron a la Falange como a una peligrosa fuerza de izquierdas republicana. Y todo lo hizo la Falange bajo el fuero de Francisco Franco, que nunca fue falangista.

No fue ni fácil ni indoloro. En los primeros años de la Paz hubo falangistas que pagaron con su vida, a otros como a Manuel Hedilla, se les conmutaron las penas de muerte, las tensiones que acabaron en sangre, del enfrentamiento de los sectores, digámoslo así, más antifranquistas de la Falange. Tensiones convenientemente agitadas y aprovechadas por el bilaureado general Varela, los conservadores y gran parte de la cúpula militar que siempre miraron, con recelo, desconfianza y, por qué no decirlo, miedo a la Falange; la fuerza política que, a pesar de la derecha, a pesar de la izquierda, interior y exterior, incluso a pesar de sí misma y gracias a Franco consiguió hacer la gran revolución social que convirtió a España en una nación aseada y próspera. Y eso fue posible gracias a la Falange y a Franco, aunque Franco no fuese falangista.

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