Son tal para cual, pero está claro que Pedro Sánchez los ha situado en esos puestos de confianza porque saben desempeñar el papel de ser cortapisas de los medios de comunicación.
Iván Redondo, en puridad, es el cerebro gris, el que sabe moverse como pez en el agua en la escena mediática. Miguel Ángel Oliver, si se permite la comparación, es el ejecutor, el verdugo, el que tiene que poner la cara para que se la partan a base de bien.
Lo que sucede es que no es lo mismo controlar la labor de los periodistas en épocas normales que en estos momentos en los que los españoles andan sumidos en tribulaciones por mor del coronavirus.
Y tampoco ayuda mucho que el Gobierno esté sometiendo a censura previa la labor de los informadores, que se riegue con dinero público, 15 millones de euros, a las televisiones amigas, que se cierre el Congreso a capricho de Pedro Sánchez para que este, a cambio, ofrezca unas patéticas homilías.
Por mucho que el Ejecutivo se jacte de transparencia, el gabinete sociocomunista ha cometido diez errores de bulto en materia de comunicación y que hunden tanto a Iván Redondo como a su ‘lacayo’, Miguel Ángel Oliver.
Estos son los puntos donde el Gobierno ha errado por todo lo alto:
- Censura previa. Lo que parecía una buena idea, un grupo de whatsapp para lanzar preguntas se ha convertido en un verdadero quilombo. Muchísimas cuestiones y un secretario de Estado de Comunicación que seleccionaba cual alumno aventajado de Torquemada. Al final hasta redactoras de medios afines como RNE se quejaron dentro del grupo de que se reinterpretaban y se eliminaban parte de las preguntas.
- Cero contundencia en los mensajes. Tampoco es que Pedro Sánchez esté atinado a la hora de lanzar ideas. El último ejemplo es la rueda de prensa del 4 de abril de 2020. Necesitó prácticamente una hora para anunciar lo que era un clamor, la prórroga del estado de alarma, pero no fue claro a la hora de expresar que a esa segunda prórroga le sucederán más.
- Su vicepresidente segundo va a su aire. Pablo Iglesias, pese a ser miembro del Gobierno, quiere seguir como líder de Unidas Podemos y lanzar sus propios mensajes. Las medidas de confinamiento no existen para el político morado, así como tampoco el respeto a la monarquía como cuando felicitó desde la sala de prensa de La Moncloa a quienes habían perpetrado la cacerolada contra Felipe VI.
- Banalidades en las ruedas de prensa. No se trata de que los ministros o los técnicos que tienen que dar cuenta de las últimas novedades relacionadas en torno al coronavirus y las medidas a seguir tengan que salir ante los medios con lagrimones en los ojos. Pero nadie entiende que con miles de muertos a la ministra de Trabajo le dé la risa explicando lo de los ERTE, que a Fernando Simón le entre también un momento de carcajada o que José Luis Ábalos presuma de haber estado en una mascletá el 8-M
- Mensajes con escaso aporte o interés. Sánchez, como tiene que comerse el tiempo del Telediario, se recrea en la suerte de unos discursos interminables. ¿Resultado? Que acaba dando consejos de Barrio Sésamo y celebrando, por ejemplo, que los niños sepan lavarse las manos o que en estos tiempos de confinamiento haya habido un descenso en el consumo de queroseno. Eso son obviadades y un discurso rayano en el infantilismo.
- Sánchez busca el titular…luego ya vendrá el contenido. Otro gran error de comunicación y se demostró desde que se decretase el estado de alarma. El presidente salió un viernes 13 de marzo de 2020 a anunciarlo, pero pasaron 24 horas para que esa decisión tuviese con contenido que lo sustentase.
- Contradicciones de hondo calado. El Gobierno se ha visto pillado en muchas ocasiones en la contradicción más palpable. Un ejemplo lo conforma el asunto de las mascarillas. El Ministerio de Sanidad llegó a decir antes de que el coronavirus se desbocase que no había que acumularlas porque, entre otras razones, no se había demostrado su eficacia. Un mes después está plateando su uso para todos aquellos que salgan a la calle.
- Discursos llenos de vaivenes emocionales. Otro de los errores de Sánchez se centra en unos mensajes a los ciudadanos que pasan casi de la lágrima a la seguridad más absoluta a frases que se nota que están de pegote, como la referencia a John F. Kennedy. El presidente no sabe transmitir la imagen de un líder sólido, sino de alguien superado por los acontecimientos y cuando más tiempo está frente al atril, más posibilidades acumula de meter la pata.
- Tender la mano a la oposición…y darle palos a continuación. Ya lo dice el viejo adagio que no se puede soplar y sorber al mismo tiempo. Pero Sánchez es de los que intenta hacer ambas cosas y a la par que aboga por reeditar unos Pactos de La Moncloa, a la par sacude de lo lindo a la oposición. Normal que luego Santiago Abascal, líder de VOX, se niegue a cogerle el teléfono.
- Quemar a sus ministros para no hundirse en las encuestas. Pedro Sánchez hace suya una máxima de que al jefe no le gustan los marrones y, por tanto, le cuelga al resto de ministros el dar la cara cuando las cosas se ponen feas. El presidente del Gobierno vive obsesionado por su imagen y sobre todo por las encuestas. Fruto de ello es que ya con la pandemia golpeando a España, José Félix Tezanos sacó un CIS a mayor gloria del presidente.