Segunda entrega de Arcadi Espada contra Pablo Casado.
En este artículo le dedicó párrafos como estos:
Pablo Casado puso fin ayer a su vida política de la misma mediocre e inane manera con que la había vivido. La pregunta parlamentaria de los miércoles la convirtió en unas palabras descentradas sobre el aniversario del golpe del 23 de febrero y en una despedida tácita en la que no hubo ni verdad ni emoción. Y fue capaz de añadir –y la única disculpa que se me ocurre es que no supiera en realidad lo que estaba diciendo– que entendía la política «desde la entrega a los compañeros».
El mismo hombre que hace una semana acusó sin pruebas a su compañera Isabel Díaz Ayuso de un grave delito de tráfico de influencias y que remachó la acusación subrayando que tendría que dar cuenta de su desvarío moral a los 700 muertos diarios que entonces causaba la pandemia enfatizaba ayer su entrega a los compañeros.
Es más, considera Espada que si Casado hubiese tenido opciones de derrotar a Pedro Sánchez en las urnas, el escándalo habría pasado a mejor vida:
La razón por la que Pablo Casado no seguirá al frente del Partido Popular es que ya era, antes del caso Ayuso, un peso muerto político, con mínimas posibilidades de poder gobernar tras las próximas elecciones. De no haberse dado el inmoral error que cometió seguiría ahí, arrastrándose y arrastrando al PP hacia una derrota casi segura. Pero lo sustantivo del caso Casado es justamente lo contrario. De haber sido una alternativa vigorosa a Sánchez su apartamiento por acusar sin pruebas a una compañera no habría tenido la más mínima oportunidad de prosperar.

El periodista de Unidad Editorial comprende en parte la desazón del presidente saliente del Partido Popular porque aún no sabe exactamente la razón por la que ha sido apartado:
El desconcierto de Pablo Casado en el final de su carrera política ha sido comprensible. Y es que nadie le dijo la verdadera razón de que le apartaran de la presidencia del Partido Popular. Una y otra vez las explicaciones se centraron en la entrevista que concedió a Carlos Herrera y en la que acusó de corrupción a Isabel Díaz Ayuso, sin mostrar una sola prueba.
Desde luego no fue el acto más brillante de una carrera política en la que, ciertamente, los actos brillantes no menudearon. Fue, incluso, un acto inmoral e insólito. No solo vulneró la presunción de inocencia de una ciudadana sino que, además, la ciudadana era compañera de partido. Además, la intervención radiofónica de Casado se produjo después de que este diario denunciara una sucia operación de espionaje a Ayuso. Y por fin: hay graves sospechas de que la acusación de corrupción lanzada se hubiera utilizado para disuadir a la presidenta de la Comunidad de aspirar a dirigir el partido en Madrid.

