Recuerdos antañones. Canción de los pajaritos (san Antón)

Por Carlos de Bustamante

( Grullas. ‎Karen Menell) (*)

El pasado día 17 del presente mes (enero) celebramos la festividad de San Antonio abad (San Antón). Hace ya muchos, muchos años, este viejo soldado era más de campo que las amapolas. Aficionado empedernido a la caza y pesca, no era menor esta afición-amor por todo cuanto mis ansias jóvenes se referían a la naturaleza. Esa obra primorosa en el planeta azul salida de manos del Creador. Y con más quebrantos que satisfacciones, la amaba. Como todo lo que ama el ser humano, quise saber de ella todas las bellezas y secretos que encierra este paraíso que Dios entregó al hombre –la obra más perfecta de la creación “para que lo trabajara y custodiase”. A fe que lo hice, o al menos quise hacerlo sin nunca conseguirlo del todo. Amaba el medio en que pasé por las diferentes etapas de la vida, muchas de las estaciones de cada año.

A medida que crecía y me desarrollaba íntimamente unido al campo, fui conociendo como novio enamorado a su futura esposa, cuanta belleza y secretos más recónditos encierra. Nada en la flora y fauna del terreno que hollaba múltiples horas todos los días resultaba extraño o ajeno al objeto de los amores del niño, adolescente, joven o en edad madura. Al tiempo de competir en astucia, instinto y defensa de los animales a quien perseguía en interminables andaduras cinegéticas, contemplaba, digo, extasiado el despertar a la vida de la portentosa vegetación en cultivos trabajados o en la vegetación espontánea de perdidos, pinares, montes y riberas.

Una sombra que cruzara rápida en el aire puro del paraíso, nunca resultaba desconocida para el verdadero amante. El que en llegando al hogar materno (apenas conocí a mi padre) escuchaba embelesado canciones y preciosas tradiciones de esta vieja Castilla en el medio rural. Formación campestre cuasi completa. Porque todo es perfectible.

El pasado día 17 de enero, recordé verso a verso la que se conoce hoy como “canción de los pajaritos”, tan familiar como amadas cuantas aves fueron objeto del milagro del niño Antonio. Recuerdo indeleble que transcribo a continuación y que hicieron también el milagro de revivir como si fuera ayer recuerdos de antaño. Perdonen la extensión, pero no creo esté de más hacerse por unos momentos un poco niño cuando transcurre el atardecer de nuestros días.

“Padre mío San Antonio/suplicad al Dios inmenso/, que con su gracia divina//alumbre mi entendimiento.//

Para que mi lengua/refiera el milagro/, que el huerto obrasteis/de edad de ocho años//.
Desde niño fue criado/con mucho temor de Dios/, de sus padres estimado/y del mundo admiración//.

Fue caritativo/y perseguido/de todo enemigo/con mucho rigor//.

Su padre era un caballero/cristiano, honrado y prudente/, que mantenía su casa/con el sudor de su frente//.

Y tenía un huerto/donde recogía/cosechas y frutos/que el tiempo traía//.Por la mañana un domingo/como siempre acostumbraba/, se marchó su padre a misa/cosa que nunca olvidaba//.

Y le dijo: “Antonio/, ven acá, hijo amado/, escucha que tengo/que darte un recado//.
Mientras yo estoy en misa/gran cuidado has de tener/mira que los pajaritos/todo lo echan a perder//.

Entran en el huerto/pisan el sembrado/, por eso te advierto/que tengas cuidado//”.
Cuando se ausentó su padre/y a la Iglesia se marchó/Antonio quedó cuidando/y a los pájaros llamó//:

“Venid pajaritos/, dejad el sembrado/, que mi padre ha dicho/que tenga cuidado//
Para que mejor yo pueda cumplir/con mi obligación/voy a encerraros a todos/dentro de esta habitación//”.

Y a los pajaritos/entrar les mandaba/y ellos muy humildes/en el cuarto entraban//.
Por aquellas cercanías/ningún pájaro quedó/, porque todos acudieron/cuando Antonio les llamó//.

Lleno de alegría/San Antonio estaba/, y los pajaritos/alegres cantaban//.

Cuando se acercó su padre/luego les mandó callar/, llegó su padre a la puerta/y comenzó a preguntar//:

“Ven acá Antoñito/, dime hijito amado/, ¿de los pajaritos/qué tal has cuidado?//.
”El niño le contestó/:“Padre, no tenga cuidado/que, para que no hagan mal/todos los tengo encerrados//”.

El padre que vio/milagro tan grande/al señor Obispo/trató de avisarle//.
Acudió el señor Obispo/con gran acompañamiento/quedando todos confusos/al ver tan grande portento//.

Abrieron ventanas/puertas a la par/por ver si las aves/se quieren marchar//.
Antonio les dijo entonces/:

“Señores nadie se agravie/los pájaros no se marchan/hasta que yo no los mande//.
”Se puso en la puerta/y les dijo así/:

“Ea, pajaritos/ya podéis salir//. Salgan cigüeñas con orden, águilas, grullas y garzas/, avutardas, gavilanes/, lechuzas, mochuelos, grajas//.
Salgan las urracas/, tórtolas, perdices/, palomas, gorriones/y las codornices//.

Salga el cuco y el milano/, zorzales, patos, y andarríos/, canarios y ruiseñores/, tordos, jilgueros y mirlos//. Salgan verderones/y las cardelinas/, también conjugadas/y las golondrinas//”.

Al instante que salieron/todos juntitos se ponen/, escuchando a San Antonio/para ver lo que dispone//.

Antonio les dice/: “No entréis en sembrados/, marchad por los montes/, por riscos y prados//.

Al tiempo de alzar el vuelo/cantan con dulce alegría/, despidiéndose de Antonio/y su ilustre compañía//.

El señor Obispo/al ver tal milagro/, por diversas partes/mandó publicarlo//.
Árbol de grandiosidades/fuente de la caridad/depósito de bondades/padre de inmensa piedad//.

Antonio divino/, por tu intercesión/todos merezcamos/la eterna mansión”//.


(*) Para ver la foto que ilustra este artículo en tamaño mayor (y Control/+):
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Con el título Tres foramontanos en Valladolid, nos reunimos tres articulistas que anteriormente habíamos colaborado en prensa, y más recientemente juntos en la vallisoletana, bajo el seudónimo de “Javier Rincón”. Tras las primeras experiencias en este blog, durante más de un año quedamos dos de los tres Foramontanos, por renuncia del tercero, y a finales de 2008 hemos conseguido un sustituto de gran nivel, tanto personal como literario.

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