Una comedia costumbrista y puro suspense.
Director de la nominada al Oscar Feliz Navidad en 2005, sobre la tregua de Nochebuena de 1914, y de El caso Farewell, estrena en España UN PASEO CON MADELEINE, aplaudido film en el que una señora mayor relata su fascinante vida a un taxista.
Dos géneros en uno. Por un lado, una comedia costumbrista; por el otro, puro suspense. Eso es lo que ofrece Christian Carion (Cambrai, Nord, 4 de enero de 1963) en la muy recomendable UN PASEO CON MADELEINE (Un belle course), una película rodada con talento y emoción que bien podrían ser dos, y que genera ternura e intriga. Ambientada en el París de hoy en día, una señora elegante y muy guapa de 92 años pide un taxi por teléfono. Cuando el taxista, malhumorado, llega a recogerla a su casa y no la ve, toca el claxon insistentemente. Ella aparece de repente, le reprende por hacer tanto ruido, y poco después, con evidentes ganas de hablar, comienza a contarle pinceladas de su pasado. Unos episodios sorprendentes que en el film se traducen en largos flashbacks cargados de misterio.
En el Hotel Intercontinental de Madrid, Christian Carion charla con Gloria Scola de Periodista Digital sobre su película, del cine y de la vida.
Felicidades, Sr. Carion. Ya le entrevisté en 2011 para PERIODISTA DIGITAL con El caso Farewell, y ahora, de nuevo, nos trae algo bueno.
Muchas gracias (sonríe)
En UN PASEO CON MADELEINE hay dos películas en una. La primera, en la época actual, narra la amistad entre una pasajera y el taxista que la lleva. La segunda es un thriller de los años 40, 50… sobre el pasado de esa señora. No quiero desvelar nada, pero genera muchísimo suspense. Y el espectador se queda pegado a la pantalla pensando: ¿Qué va a pasar?” ¿Cómo ha conseguido combinar estos dos géneros?
Buena pregunta. Lo primero, para hacer la parte del pasado, pensé mucho en cómo dirigir y crear los recuerdos de Madeleine. Es una amante de lo americano, se enamora de un soldado americano, le encanta la cultura americana, especialmente el jazz, y por eso todas las canciones son de cantantes negras, Etta James, Dinah Washington, que a mí me encantan. Era mi homenaje a la cultura americana del jazz, pero para el cine. Para mí el cine de los 50 es Alfred Hitchcock. Hitchcock y John Ford son los dos directores que me enseñaron el cine. Yo no fui a ninguna escuela de cine, sino que simplemente vi muchas películas, especialmente de estos dos cineastas. Y Hitchcock me enseñó la gramática del cine. Por eso, cuando preparé el rodaje del pasado de Madeleine, utilicé la música de Psicosis para trabajar con los actores en el plató. Para crear esa atmósfera de qué va a pasar cuando está de espaldas preparando una copa a su marido… Rodamos con la música de Psicosis creada por Bernard Hermann, mi compositor favorito junto a Ennio Morricone (con el que Carion trabajó en Mayo de 1940, cinta sobre el éxodo de los franceses ante la invasión nazi en la Segunda Guerra Mundial). Y luego ya cambiamos a Philippe Rombi, que también es un buen compositor y es el que hace la música. Así que hay suspense por todo eso, y era mi tributo a Sir Alfred Hitchcock.
¿Y cómo llegó a la historia? En realidad, a ambas historias. La de amistad entre la señora (interpretada por Line Renaud) y el taxista (Dany Boon), y, la personal de Madeleine de joven (Alice Isaaz). ¿Lo leyó en un periódico, alguien que conocía…?
Bueno, es que había recibido un guion por email. Recibo muchos guiones y la mayoría de las veces digo: “No, no es para mí. Tengo mi propio proyecto y no tengo tiempo”. Pero cuando leí este, me conmovió por la señora mayor. Había perdido a mi madre y estaba especialmente receptivo con este tipo de historia. Así que empezamos a trabajar y pedí reescribir toda esa historia, pero en mi estado de ánimo. Pero todo ya estaba ahí. Una mujer mayor que llama a un taxi porque ya no puede estar en su casa y quiere hablar de su pasado. Y me encanta. A veces, una mujer mayor está en el pasado, pero habla de hoy; pasado y presente están completamente inseparables, y por eso hay un momento en el que mostramos a la Madeleine joven sentada junto a ella en el taxi y agarrada de su mano. Porque en la mente de esta señora, a veces no hay frontera entre el pasado y lo que pasa hoy. Jugué con esa idea, porque cuando un envejece y se hace mayor, a veces la memoria resulta complicada.
¿Qué opina de la gente que mete a su padre o a su madre en una residencia?
Yo estuve implicado en ese tipo de dilema, y al final mi madre… No soy hijo único, pero mi hermano vive muy lejos, en LA, en San Diego, y me dijo: “Yo no puedo hacer nada, así que encuentra la mejor solución y haremos lo que tú digas”. Intenté por todos los medios que mi madre se quedara en su casa. Fue una época muy difícil porque estaba perdiendo la cabeza, y necesitábamos muchos cuidadores. Y a veces pensábamos: “Bueno, quizá lo mejor es que esté en una residencia…” Y visité dos, pero me dije: No puedo hacer eso”. Así que finalmente murió en su casa, en paz, creo, con 93 años. Pero sí, fue una gran lucha interna. Y tuvimos suerte porque, aunque mis padres no eran muy ricos, tenían dinero de su trabajo, y le dije a mi hermano: “No vamos a ver ni un céntimo de su dinero porque lo emplearemos todo en mantenerla en su casa”. Y me dijo: “Por supuesto”.
Era su dinero.
¡Sí! Y mis padres también trabajaron para ellos, no solo para nosotros. Así que lo gastamos en mantenerla en las mejores condiciones en casa.
Yo ni me lo planteo, pero es un gran debate hoy en día.
Sí. Y además es una cuestión muy emocional, porque hay mucha culpabilidad sobre qué hacer. Y es una de las razones por las que quería hacer esta película.
¿Por qué eligió a Line Renaud, la actriz que interpreta a Madeleine?
Fue escrito para ella, y pensé que era una buena idea.
Es muy guapa, y una gran señora.
Cuando rodamos tenía 93 años, y Dany Boon era mi elección porque se conocen desde hace mucho y sabía que la química entre ellos sería muy buena.
¿Y ella sigue trabajando?
Hizo una película para televisión, pero, aunque de cabeza está bien, ahora físicamente ya le resulta difícil.
Usted viene de una familia de granjeros. Y tengo entendido que le contaban muchas historias sobre la Primera Guerra Mundial porque en su granja encontraban bombas o minas…
Sí. En mi terreno. En el terreno de mi padre.
¿Y qué encontraban?
¡Muchas bombas! Pero bombas muy viejas, con barro, así que no era peligroso. Y solíamos coger las bombas con las manos, las poníamos en la entrada del campo y llamábamos a las autoridades diciendo: “¡Tenemos muchas bombas, por favor!” Y venían a la semana siguiente con un camión lleno de artefactos (ríe). Era una locura. Ahora que lo pienso, la Primera Guerra Mundial fue mi juventud, por todos los recuerdos de esa época. Con ese cementerio, especialmente el británico, ya que enterraban a los muertos en el sitio donde caían, en mitad de la nada, del campo.
¿Dónde era eso?
En el norte de Francia.
¿En Cambrai, donde nació?
Sí, cerca. Y cuando trabajaba con mi padre en el campo y me enfadaba porque era difícil trabajar con el tractor con ese puñetero cementerio, me decía: “No. Respeto. Tienes que mostrar respeto. Porque si hoy podemos trabajar, es porque ellos dieron su vida entonces. Así que vuelve a las tumbas y muestra respeto al suelo en el que está enterrada esta gente”. Y yo decía: “De acuerdo, lo haré”. Por eso me resulta tan cercana la Primera Guerra Mundial.
¿Es cierto que su interés por la Primera Guerra Mundial fue lo que le inspiró para hacer Feliz Navidad, una película preciosa sobre la tregua en la Nochebuena de 1914?
Sí. Yo leía muchas cosas de lo que se publicaba sobre la Primera Guerra Mundial. Y un día descubrí esta historia alucinante sobre una tregua ocurrida en la Nochebuena de 1914. Me extrañó no haberla conocido antes, así que hablé con el historiador que lo había escrito, y le pregunté: “¿Por qué lo cuenta ahora?” Y me contestó: “Porque fue un gran tabú”. Y cuando empezamos a escribir y a producir Feliz Navidad, vimos el enorme peso que había sobre ese tabú. Al ejército francés no le hacía ninguna gracia que quisiéramos contar una historia sobre la tregua de Nochebuena. No nos dejaron rodar en Francia.
¿De verdad? No sabía eso.
Sí. Por eso rodamos en Rumanía. Y cuando estrenamos la película en Francia fue un gran éxito. Por eso ahora mi gran orgullo es que esto se enseña en los colegios. Gracias a nuestra película, los niños aprenden en el colegio que en la Nochebuena de 1914 hubo una tregua entre los soldados alemanes, los soldados franceses y los soldados británicos.
También he leído que a los soldados no se les permitió porque estaban desobedeciendo órdenes.
¡Por supuesto! Cuando empecé a preparar Feliz Navidad, esperaba poder trabajar con el ejército francés. Pero al final uno de los altos mandos me dijo: “No, no es posible. No vamos a participar en una película que cuenta una historia de rebeldía, de rebelión”. Y yo le dije: “Venga, hombre. En 1914 lo puedo entender, pero estamos en 2004”. Y me contestó: “No es cuestión de tiempo. Es que darse la mano con el enemigo es un acto de rebeldía, una rebelión”.
Vaya. ¿Qué le parece la película alemana Sin novedad en el frente? Está basada en una novela de Erich Maria Remarque y muestra el horror de la guerra desde el punto de vista de un soldado alemán jovencísimo.
¿La última? ¡No la he visto!
Ahí también sale la tregua de Navidad.
Sí. Tengo que verla. Además, está Daniel Brühl.
Exacto. Que salía en Feliz Navidad. Una película muy poética, muy bien contada. ¿Ha visto el videoclip de Pipes of Peace, de Paul McCartney? Una de mis canciones favoritas.
¡Por supuesto! Tenía el videoclip en los 90 y no entendía de qué hablaba. Me encantaba la canción. Y pensé:”Es una fantasía”. Porque yo no sabía lo de la tregua de Nochebuena. ¡Pero no lo era!”
Así que la canción fue antes de su película, y conocía el videoclip.
Oh, sí. Y pensé: “Están locos. Tan british”. Pero no era una locura; era la tregua. La verdad sobre la tregua (The truth about the truce) que yo no conocía. Muchos años después, pensé: “Oh, de esto va la canción de Paul McCartney” (ríe). Y recuerdo que en la primera fase de la preproducción dije: “Vamos a llamar a Paul McCartney para que trabaje con nosotros”. Pero no lo hicimos. Y llamamos a Philippe Rombi.
Feliz Navidad fue a los Oscar. Nominada a película extranjera.
Y perdimos.
Bueno, no perdió. Fue nominado junto a solo otras cuatro películas de todas las que se hicieron ese año en todo el mundo en otro idioma distinto al inglés…
Sí, es cierto (sonríe). Estaba muy orgulloso. Y mi madre, también.
En el último mes he entrevistado a Franc Dubosc, Cédric Klapish y ahora, usted. Todos directores franceses. ¿Cómo está ahora el cine francés?
Eres la especialista en directores franceses (sonríe). Estuvimos muy golpeados por la pandemia, claro, como en todos sitios. No en cuanto a rodajes, porque, de hecho, se rodaron muchas películas durante la pandemia. Y no perdimos ninguna sala de cine. Sé que en España muchos cines cerraron definitivamente. Este no es el caso de Francia, pero los hábitos del público cambiaron. Se quedaron en casa por la pandemia, y se acostumbraron a ver Netflix, Amazon Prime Video, etc. Y no todos los espectadores han vuelto al cine. Ahora la cuestión es cómo podemos trabajar con las plataformas y encontrar una fórmula.
¿Plataformas, sí o no?
Yo no estoy en contra de las plataformas, aunque prefiero las salas de cine, pero creo que es por mi generación. A los jóvenes les da igual cine o plataformas; lo que quieren es ver películas. A mis hijos intento educarlos para que primero vean películas en los cines, porque mucha gente no sabe ni lo que es un cine, y hay una gran diferencia.
¿Vive en París?
No, en Lyon.
Hace tiempo leí que hay más cines en París que en Los Ángeles. ¿Todavía ocurre?
Oh, sí. Claro. Porque en Los Ángeles están cerrando cines, como en todos sitios de Estados Unidos. Han perdido el 10% de las pantallas tras la pandemia. Como digo siempre, Francia inventó los cines, la proyección. Fueron los hermanos Lumière a finales del siglo XIX.
En Lyon es la salida de los obreros de la fábrica.
Yo no trabajo para la oficina de turismo de Lyon (sonríe), pero es la única ciudad del mundo en la que hay una calle llamada Rue du Prèmier-Film, la calle de la primera película de la historia (donde los hermanos Lumière rodaron la salida de los obreros de la fábrica).
¿Y usted vive ahí?
No, mi casa no está en esa calle. Es demasiado caro (ríe). Pero cuando llegas ahí, ponen una luz azul en la puerta en la que por primera vez un hombre puso una cámara para rodar una película, y después, para proyectarla en la pared para la gente que trabajó en la película. Así que todo empezó ahí. Y esa es la razón por la que Francia está profundamente enamorada de los cines, especialmente París. Así que no estoy en contra de las plataformas. No lo estoy. Cuando algunos dicen que una película de una plataforma ya no es cine es una locura. Alfonso Cuarón hizo Roma. Y eso es una película de cine. Aunque sea de Netflix. Es una tontería decir que no es cine.
Por último, ¿qué le parece el cine español?
En la comida hablábamos de As Bestas. ¡Buff! Me encanta ese director (Rodrigo Sorogoyen). Soy un gran fan de El Reino. Me dije: “Oh, Dios mío”. Qué suspense. El tema no es muy cinematográfico, pero en sus manos, sí. Es un gran director.
Le recomiendo su ópera prima, Stockholm. Comienza como una comedia romántica, y da un giro muy sorprendente.
Gracias. La veré. En As Bestas trabajó con el actor Denis Ménochet, que ganó el Goya, y nos conocemos. Hay nuevo talento aquí en España.
Muchas gracias y buena suerte.
Sí. Y nos vemos en la siguiente película. Hablando de la vida y hablando de cine.