La Dolores, ópera española, verismo aragonés

La Dolores, ópera española, verismo aragonés

Por llamar zarzuela a nuestra genuina producción lírica, se la mira con desprecio o a lo más con condescendencia. Pero esta gran producción nos devuelve al mejor Tomás Bretón con partitura y libreto notables en una puesta en escena de altos vuelos.

Estamos ante un título emblemático de la lírica española, estrenado en este mismo teatro en 1895, representada 53 días seguidos en Madrid y 103 en Barcelona, y que desde 1937 -se dice pronto- no se representaba en este escenario, aunque en 1999 la cantara Plácido Domingo en el Liceo de Barcelona (la grabación ganó un Grammy Latino en el 2000), y en el Teatro Real se programara en octubre de 2004, siendo director escénico José Carlos Plaza y director musical Antoni Ros Marbá. ‘La Dolores’ de Tomás Bretón, de quien se cumple un centenario, es otro eslabón de nuestro patrimonio lírico (del que -entre paréntesis- hay signos de recuperación y retorno), cuya importancia reside no solo en el realismo de su argumento y en la ambición de su partitura, sino en que ella Bretón consigue por fin componer una ópera puramente española, en una época en la que para poder ser estrenadas por las compañías del Teatro Real y del Liceo de Barcelona sus anteriores obras -‘Los amantes de Teruel’ (1889) y ‘Garín’ (1892)- hubieron de traducirse al italiano, lo que nos da una idea de las dificultades del teatro musical cantado en nuestro idioma durante la Restauración. Y después, hasta nuestros días. La ópera era y es mejor por extranjera, la zarzuela inferior por española. Así somos.

Según Guillermo García Calvo, director musical del teatro y de esta producción, ‘La Dolores de Tomás Bretón es posiblemente la ópera romántica española más importante y sin duda una obra a la altura de las mejores
óperas europeas de finales del siglo XIX’. Bretón compone un impresionante mural de personajes y emociones, con nada menos que cinco cantantes masculinos, algo inaudito en el repertorio, que luchan por el amor de la soprano protagonista. Desde el primer preludio, donde escuchamos el tema de la Jota y los leitmotivs de Lázaro y Melchor entrelazados, hasta el fatal desenlace precedido por el dúo más porfiado entre la protagonista sufriente y el atormentado seminarista , pasamos por los mejores momentos, los de júbilo colectivo, no solo la famosa Jota, sino también el pasacalle o los pasodobles taurinos, que de manera similar al verismo italiano, acentúan por contraste el drama interno de los protagonistas.

Pues bien, esta producción goza de una excelente factura. La dirección escénica de Amelia Ochandiano es excelente, de lo mejor de las últimas temporadas. Con Las bribonas y La revoltosa (2007) fue la primera mujer en dirigir una zarzuela en este coso, y en los escenarios teatrales ya ha demostrado valía: en La bella Dorotea, de Miguel Mihura, el pasado año (ver nuestra reseña), en El lenguaje de tus ojos o el príncipe travestido, de P. de Marivaux, en 2015, siendo autora también de la versión y la coreografía (ver nuestra reseña); y en Lúcido, de Rafael Spregelburd, en 2012 (ver nuestra reseña).

La directora se apoya en una rompedora -para este teatro- escenografía de Ricardo Sánchez Cuerda, que compensa el realismo de la trama con abstractos bloques movedizos; en un notable vestuario colectivo (aunque feotón en la protagonista) y en la habitual buena iluminación de Juan Gómez Cornejo. Punto y seguido para la magnífica coreografía de Miguel Ángel Berna, que en la jota central recibió la mayor ovación que recordemos para una pieza bailada, aún sobrando su postrero protagonismo.

En cuanto a la dirección musical, debemos decir que quedamos decepcionados con el trabajo de Guillermo García Calvo. Esperábamos más de la partitura y en los dos primeros actos nos sonó desacompasada. Es posible que el intento de Bretón por conectar con las modernas desarmonías que se imponían en Europa y con dar un tinte wagneriano al drama aragonés -donde residen las esencias patrias tanto o más que en Castilla-, no resultaran del todo acertadas y un tanto osadas más allá de La Verbena de la Paloma. Pero el caso es que aún apreciando las virtudes orquestales y vocales del empeño, no nos llegó redondo sino un tanto angulado.

En el Teatro de la Zarzuela García Calvo ha dirigido anteriormente ¡Ay, amor! de Falla; Curro Vargas y La tempestad de Chapí; Katiuska, La del manojo de rosas y Entre Sevilla y Triana de Sorozábal; Pan y toros de Barbieri, así como las recuperaciones de Farinelli de Bretón, Las Calatravas de Luna, Circe de Chapí, The Magic Opal de Albéniz y La Celestina de Pedrell. Nuestras impresiones han sido variadas.

El segundo reparto, el de este sábado, estuvo aceptable. Carmen Solís cantó bien a su Dolores, aunque su tono nos resulte agudo en demasía y su actuación discreta. Javier Palacios hizo un Lázaro flojo, con una pronunciación castiza que resultaba chocante. Ángel Ódena, como siempre, potente hasta el exceso en un Melchor desagradable como lo pinta el libreto. El tenor ucraniano Ior Voievodin se encargó del papel del Sargento Rojas sin que se notara su extranjería. Bien Santiago Vidal como Celemín y bien Milagros Martín como Gaspara, aunque pareciera una señorona más que la dueña de una fonda rural. Destaquemos a Gerardo Bullón en su Patricio, que nos pareció lo mejor del reparto, centrado, preciso vocal y actoralmente, y destaquemos las actuaciones del cantador de coplas Juan Noval y del coro de voces blancas Sinan Kay.

La Dolores es una ópera -palabra italiana que significa ‘obra’ en español, y que ha quedado como definitoria del teatro musical occidental- que se ha hecho famosa por sus coplas populares aragonesas y no por sus romanzas, dúos y tercetos muy meritorios. Responde a un persistente ingrediente de la cultura española contemporánea, por más que la deconstrucción masiva que vivimos de nuestras raíces la ignore. Wikipedia ofrece una recopilación apabullante de su trayectoria en ‘El mito y su repercusión’. Se cree que el ciego ‘Pascualón’ es el autor o al menos cantor-recitador de la primitiva copla popular, cuyos versos originales eran: ‘Si vas a Calatayud, pregunta por la Dolores, que es una chica muy guapa, y amiga de hacer favores’ (y el equívoco era el tipo de favores). Los estudiosos del tema sitúan la aparición de la copla anónima en el Calatayud de mediados del siglo XIX, y la consideran responsable de que la protagonista se trasladase a Madrid. María de los Dolores Peinador Narvión, nacida en Calatayud el 13 de mayo de 1819, era hija de Blas Peinador (gallego y teniente de los Reales Ejércitos) y de Delfina Manuela Narvión, de una de las familias ricas de la localidad, que moriría en 1827, cuando ella tenía ocho años. Descrita en su mocedad ‘alta, rubia, de ojos azules, que más por el señorío de su porte y su gentileza, atraía por la sugestión de su mirada’, a los veinte años se casó con un teniente granadino que dejó el ejército para vivir de su herencia, la cual consiguieron dilapidar en poco tiempo; después de haber vivido en Calatayud, donde Dolores engendró cuatro hijos, el arruinado matrimonio se trasladó a Madrid, donde ella concibió dos hijos más, viviendo sucesivamente en la calle de la Ballesta, la calle de la Cruz Verde, la de Jardines y en el número 8 de la Flor Alta, donde Dolores murió en agosto de 1894,l enterrada en La Almudena en una tumba de caridad.

El mito de la Dolores legendaria,​ más allá del romance de ciego o la jota que lo popularizó, entró en ámbito de lo artístico cuando en 1867, Mariano Obiols compone un poema sinfónico que serviría de espejo romántico para una larga sucesión de versiones más o menos afines, como la ópera de Auteri Manzocchi, estrenada en Florencia en 1875 o la Tanda de valses de Émile Waldteufel (1880), que germinaron a su vez en una colección de piezas de diversos géneros músico-dramáticos como la ópera bufa del francés Desiré Henri Prys (de 1883); la ópera de André Pollonnais (estrenada en Niza, en 1897); la Serenata de Carosio (1916); el minidrama musical de Adams y Sentís (estrenado en Marsella en 1919); la opereta de Robert Stolz, (estrenada en Budapest también en 1917); el poema sinfónico Una noche en Calatayud, obra de Pablo Luna en 1924; la Marcha española, de José Sentís (1927); el ‘Vals de Rampaldi’ (1930); el pasodoble Si vas a Calatayud (1944), de Salvador Valverde y Ramón Zarzoso; la ópera de Germaine Tailleferre, estrenada en París en 1950; el «roman musical» de Michel Maurice Lèvy (estrenado también en París, en 1952), con libreto de Louise Marion basado en la novela de Vicente Blasco Ibáñez titulada Flor de mayo; y el ballet lírico-dramático titulado ¿Quién fue La Dolores?, de José Miguel Pamplona (presentado en Calatayud, en 1994).

El libreto de Feliú y Codina inspiró otros juguetes cómico-dramáticos como: Dolores… de cabeza o El colegial atrevido (1895), parodia de Garcés con partitura musical del maestro Arnedo. Seguirían luego, el boceto lírico-dramático de Carlos Arniches Doloretes (1901), con música de Amadeo Vives y Manuel Quislant; la glosa dramática La hija de la Dolores estrenada por Luis Fernández Ardavín en Madrid en 1927; la zarzuela Si vas a Calatayud (1932), con libreto de César de Haro y música de Quintín Esquembre; y la comedia dramática de Acevedo Lo que fue de la Dolores (1933).

En la literatura pueden citarse las novelas tituladas La María, de Darío Pérez (1895); Dolores o La moza de Calatayud (1900), de Álvaro Carrillo; y Calatayud, una ilusión o La copla de la Dolores (1984), de Elías Filpi Labruna. También fue recogido en el cine español este mito legendario en La Dolores (1908), de Fructuoso Gelabert y Enrique Gimeno; o películas del mismo título dirigidas por Maximiliano Thous en 1923 y Florián Rey en 1939 (versión que interpretó Conchita Piquer); además de La copla de la Dolores de Benito Perojo en 1947 (interpretada por Imperio Argentina); y Alma Aragonesa, dirigida en 1961 por José Ochoa (interpretada por Lilián de Celis). Y ya casi ayer mismo, Antonio Sánchez Portero estrenó en 2007 en el teatro Capitol de Calatayud, ‘Dolores, la de Calatayud’, drama en cuatro actos y trece cuadros.

El que quiera saberlo todo sobre esta obra de Bretón, lo tiene aquí explicado.

La jota ‘Aragón la más famosa’ sigue siendo emocionante, y el pasacalle ‘En noches de verbena’, el madrigal de tenor ‘Henchido de amor santo’, o el dúo de Dolores y Lázaro del último acto ‘Di que es verdad que me amas’, puntos álgidos. Pero en estos tiempos aventados destaca el rezo del santo rosario, la corrida de toros y los bailes populares como vestigios de una época que se fue.

Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 7
Dirección musical: 6
Dirección artística: 8
Escenografía: 8
Coreografía: 8
Voces: 6
Orquesta: 6
Coro: 7
Producción: 8

Teatro de la Zarzuela
La Dolores
Drama lírico en tres actos
Música de Tomás Bretón
Libreto de Tomás Bretón, basado en el drama rural de José Feliú y Codina
27, 28 y 29 de enero; 1, 2, 3, 4, 5, 8, 9, 10, 11 y 12 de febrero de 2023
20:00 horas (domingos, a las 18:00 horas)

Ficha Artística
Dirección musical
GUILLERMO GARCÍA CALVO
Dirección de escena
AMELIA OCHANDIANO
Escenografía
RICARDO SÁNCHEZ CUERDA
Vestuario
JESÚS RUIZ
Iluminación
JUAN GÓMEZ CORNEJO
Coreografía
MIGUEL ÁNGEL BERNA

Reparto
Dolores SAIOA HERNÁNDEZ (días 27, 29, 1, 3, 5, 8, 10 y 12) / CARMEN SOLÍS (días 28, 2, 4, 9 y 11);
Lázaro JORGE DE LEÓN (días 27, 29, 1, 3, 5, 8, 10) / JAVIER PALACIOS (días 28, 2, 4, 9, 11 y 12);
Melchor JOSÉ ANTONIO LÓPEZ (días 27, 29, 1, 3, 5, 8, 10 y 12) / ÁNGEL ÓDENA (días 28, 2, 4, 9 y 11);
Gaspara MARÍA LUISA CORBACHO (días 27, 29, 1, 3, 5, 8, 10 y 12) / MILAGROS MARTÍN (días 28, 2, 4, 9 y 11); Sargento Rojas RUBÉN AMORETTI (días 27, 29, 1, 3, 5, 8 y 10) / IHOR VOIEVODIN (días 28, 2, 4, 9, 11 y 12); Celemín JAVIER TOMÉ (días 27, 29, 1, 3, 5, 8, 10 y 12) / SANTIAGO VIDAL (días 28, 2, 4, 9 y 11);
Patricio GERARDO BULLÓN;
Cantador de coplas JUAN NOVAL MORO.
Coro de voces blancas Sinan Kay
Orquesta de la Comunidad de Madrid – Titular del Teatro de La Zarzuela
Coro del Teatro de La Zarzuela – Director: Antonio Fauró
Duración aproximada: 2 horas y 35 minutos (Actos I y II – 100 minutos; Intervalo – 15 minutos; Acto III – 40 minutos)

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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