En las últimas horas, el nombre de Yasser Abu Shabab resuena con fuerza en los barrios de Rafah y Khan Younis. Para algunos, es el líder que planta cara a la opresión de Hamás. Para otros, un colaborador instrumentalizado por Israel para fragmentar la resistencia palestina y apropiarse del control humanitario en Gaza. Su grupo armado, conocido como los Populares (Popular Forces), se ha convertido en el centro de una tormenta política y militar que reconfigura el sur del enclave.
La aparición pública y desafiante de Abu Shabab —con centenares de hombres armados bajo su mando— marca un punto de inflexión en la guerra que asola Gaza desde octubre de 2023. La milicia, formada por miembros del clan Tarabin y reforzada por antiguos delincuentes y contrabandistas, ha pasado a ser el peón clave en la lucha soterrada por el reparto del poder tras la retirada parcial de Hamás en zonas del sur.
Un perfil entre el crimen y la política
Abu Shabab, nacido en Rafah a principios de los años 90, era conocido antes del conflicto por su implicación en redes de contrabando de cigarrillos y drogas a través de túneles con Egipto e Israel. Su historial le llevó a prisión bajo control de Hamás, pero fue liberado —junto a otros reclusos— cuando estalló la guerra. El vacío dejado por la retirada parcial del grupo islamista permitió a su red expandirse rápidamente.
El propio líder se presenta ahora como defensor del pueblo palestino frente al “terrorismo” y la “corrupción” atribuida a Hamás. Sin embargo, las acusaciones sobre su pasado criminal y su supuesto papel en el saqueo sistemático de camiones humanitarios alimentan una imagen ambivalente: ¿libertador o simple jefe mafioso?
El apoyo encubierto de Israel
En los últimos días, altos cargos israelíes han reconocido abiertamente lo que hasta ahora era un secreto a voces: Israel arma y protege a milicias palestinas rivales de Hamás para erosionar su hegemonía. El propio primer ministro Netanyahu ha justificado esta estrategia asegurando que “activar clanes opositores salva vidas de soldados israelíes”, aunque no ha detallado públicamente cómo se concreta ese respaldo ni el alcance logístico o financiero.
La táctica recuerda a las operaciones encubiertas destinadas a crear una “tercera fuerza” que actúe como contrapeso tanto al gobierno islamista como a una posible administración liderada por la Autoridad Palestina. Los expertos ven riesgos claros: un grupo armado con pasado criminal difícilmente puede estabilizar Gaza o garantizar una transición democrática fiable.
- El armamento entregado incluye rifles Kalashnikov incautados previamente a Hamás.
- Se han documentado convoyes bajo protección directa israelí circulando hacia zonas controladas por Abu Shabab.
- Diversos informes internacionales denuncian que estas milicias exigen dinero a los conductores humanitarios y almacenan alimentos para especular con ellos.
Denuncias cruzadas y legitimidad cuestionada
El ascenso meteórico de los Populares ha generado rechazo tanto entre los responsables humanitarios como entre sectores del propio movimiento nacional palestino. Conductores locales denuncian agresiones reiteradas por parte del grupo cuando intentan acceder con ayuda humanitaria desde el paso Kerem Shalom —bajo control israelí— mientras las tropas hebreas no intervienen para impedirlo.
Por su parte, Hamás tacha a Abu Shabab de “marioneta al servicio del ocupante”, acusándole abiertamente de trabajar con el ejército israelí para identificar posiciones y facilitar bombardeos selectivos. La organización islamista difundió recientemente un vídeo donde muestra supuestas maniobras conjuntas entre milicianos rivales e infantería israelí antes de una operación militar.
La controversia se extiende también al ámbito internacional: Naciones Unidas y grandes ONGs han expresado alarma ante lo que consideran una instrumentalización política del reparto alimentario y temen un agravamiento artificial del hambre como herramienta militar.
Entre la supervivencia local y la gran estrategia regional
En sus declaraciones recientes, Abu Shabab niega toda relación orgánica con Israel o con organizaciones terroristas como ISIS, afirmando que sus armas provienen “de la población local” y que cualquier coordinación futura sería “estrictamente humanitaria”. Insiste en presentar a los Populares como garantes del orden frente al caos provocado por Hamás y reclama la creación urgente de corredores seguros gestionados por los propios palestinos.
Sin embargo, analistas consultados subrayan que Israel ya utilizó estrategias similares al fomentar indirectamente el crecimiento político-militar de Hamás frente a la Autoridad Palestina antes del ataque del 7 de octubre. La apuesta por actores armados sin legitimidad popular puede alimentar nuevas dinámicas caóticas e imprevisibles en Gaza a corto plazo.
Algunos datos clave sobre Abu Shabab y los Populares:
- Milicia compuesta mayoritariamente por miembros del clan Tarabin.
- Acusada reiteradamente por ONGs internacionales e informadores locales de saquear ayuda humanitaria.
- Respaldada logística o militarmente por Israel según diversas fuentes políticas y mediáticas.
- Enfrentamientos armados documentados recientemente contra células leales a Hamás.
- Negación pública —no siempre convincente— sobre vínculos directos con Israel o financiación externa.
¿Qué futuro aguarda al sur de Gaza?
A corto plazo, la emergencia violenta de este nuevo actor complica aún más el rompecabezas político-militar gazatí. Para muchos habitantes desplazados en Rafah o Khan Younis, la prioridad sigue siendo conseguir alimentos básicos o evitar nuevos combates entre facciones rivales. La intervención israelí mediante proxies palestinos introduce un factor adicional de incertidumbre.
Las próximas semanas serán decisivas para saber si Abu Shabab consolida su posición —y obtiene algún grado de reconocimiento institucional— o si acaba siendo neutralizado tanto por Hamás como por las propias fuerzas israelíes si deja de resultar útil.
En definitiva, la figura controvertida del líder beduino refleja hasta qué punto la fragmentación interna palestina puede ser instrumentalizada por actores externos, creando una situación donde la distinción entre campeón popular y traidor resulta cada vez más borrosa.