El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (CCXXXIV)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (CCXXXIV)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

No creo que sea una muestra de altivez/a decir/escribir que la epístola centésima septuagésima octava que otrora urdí, a ti te dirigí (mas, como te consta, no en exclusividad) y he publicado hoy aquí, en nuestra bitácora, el blog de Otramotro, es interesante (“que interesa o es digna/o de interés”, según el DRAE), pues, en verdad, su lectura puede resultar interesante para ti, para mí, para un número indeterminado de interesantes Andreses y/o Teresas y para otras/os lectoras/es.

El latinajo mutatis mutandis (que, como sabes, en latín, significa cambiando lo que debe ser cambiado) no me lo quito de encima porque no es ni mi deseo ni mi intención hacer tal cosa; es una estupenda herramienta metafórica de trabajo, muy útil para este aprendiz de ruiseñor, adicto al tropo. Mira si es importante (y hasta me atreveré a agregar un adjetivo más, interesante) que tú mismo, al referir la nueva del buitre, que has leído en el diario, velis nolis, queriéndolo o sin querer, de grado o por fuerza, has venido a echar mano del dichoso y susodicho mutatis mutandis.

Ciertamente, hay mucho buitre suelto por ahí con el avieso y claro propósito de horadar/trepanar nuestro cráneo (y el de las/os catalanas/es, próximas/os a votar, ni te cuento) con cantos de sirena.

Aprovecho el hisopo y las lágrimas de humor con las que has asperjado tu comentario para darte cumplida respuesta.

Por no extenderme, los motivos o las razones que con énfasis me pides cabe hallarlos/as entre las opciones que propones y metes en ese cajón de sastre, mezcolanza o pupurrí que ofreces como si fueran las varillas de cierto abanico abierto y los/as que contienen otra ensalada, macedonia y zarzuela que has obviado u olvidado.

¡Enhorabuena!, de veras. Por lo que leo e interpreto, no solo te has hecho con un buen (variopinto) listado de locuciones latinas, sino que las has usado con corrección y propiedad. Era zumba, o sea, joda. En serio, si tenías conocimiento de las mismas, has hecho bien al (al menos, no has hecho ningún mal por) volver a recordarlas. Si no, te habrá enriquecido (o, si lo prefieres, no te habrá empobrecido) su intelección.

Lamento tener que comentarte que, a veces, a ratos, te acaece lo que, asimismo, me ocurre a mí (y a tantas/os otras/os, intuyo o sospecho), que haces y dices y/o repites lo que el verso final de las estrofas que componen la letrilla satírica de don Francisco de Quevedo y Villegas sobre el rey Palomo: yo me lo guiso y yo me lo como.

Como has leído varias décimas que he urdido en torno al asunto de la procrastinación, ya sabes qué opino al respecto.

La paloma salió de un chiste que leí en una sección (creo que bajo el marbete de “Humor ribero”) de cierta revista semanal. Luego intenté solucionar el sudoku, o sea, metamorfosear el chiste para que encajara en una espinela, mi combinación métrica por antonomasia.

Como sabes, neque semper arcum tendit Apollo (Apolo no siempre tensa el arco), ergo, difícilmente irá a dar la flecha donde convenía que lo hiciera, en el blanco o centro de la diana. Ese rol de Apolo unas veces lo interpretas tú (cuando dices —ignoro si finges— que no entiendes lo que para mí está claro, cristalino) y otras yo (cuando soy incapaz de coronar u obtener lo que pretendía, ser entendido en lo que argumentaba o narraba, lo hubiera escrito en verso o en prosa).

Para Baruch Spinoza el objetivo de todo ser humano, de toda persona viviente, debería ser tener una vida estable y serena (poco más o menos, el concepto de “ataraxia”, tranquilidad del ánimo, a la que aspiraban los epicúreos, escépticos y estoicos; o el de “nirvana”, liberación, en el budismo, jainismo e hinduismo); dicho bien se lo procuraría el pleno conocimiento de las causas de todo lo que le afecta, enseñanza o moraleja que cabe hallar en su conocida sentencia neque lugere neque indignari, sed intelligere (ni lamentarse ni indignarse, sino comprender).

Al parecer (eso es, al menos, lo que a mí la lectura de la décima me suscita), la “santa”, actual esposa del modelo en elegancia, quien otrora tenía por “tontolaba” a su novio, “el Microbios”, sí hizo (y no una, sino varias veces) el apaño o amancebamiento, que no miento, con el zumbón del valle.

Te saluda, aprecia, agradece y abraza

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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