El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Los puntuales instantes de impar dicha

LOS PUNTUALES INSTANTES DE IMPAR DICHA

Dilecta Pilar:

Creo que has tomado mi “hilo” por un nuevo asunto o tema y no por un nuevo correo. Daré inicio al mismo yo, coronando, por supuesto, la oportuna contestación a la propuesta que me haces.

¿Que qué pienso sobre la felicidad? Grosso modo, sin haber reflexionado mucho (apenas unos minutos) sobre ello, que, como los seres humanos estamos habituados a otros (un sinfín de) estados de ánimo, que están muy alejados (a años luz) de la felicidad o no tienen nada que ver con ella, los puntuales instantes de dicha plena que tenemos y sentimos los seres humanos hacen las veces de puntales de nuestra existencia (a excepción de los susodichos momentos, siempre a punto de derribarse —la muerte nos acecha por doquier, seamos conscientes de ello o no—; vaya, tengo la impresión de que me está saliendo un párrafo bastante pesimista; a ver si más abajo lo arreglo o… termino de desarreglarlo del todo) y, asimismo, que la vida sea soportable. Hay a quien le han tocado un montón de millones en la lotería y se ha venido abajo tras haberlos dilapidado en mil y una naderías (incluyo entre ellas a los vicios, claro). El hombre, como sabes, es un animal de costumbres, pero la supuesta felicidad (que suministraban las drogas, verbigracia, otrora) solía cursar (en este punto, recuerdo los años ochenta y noventa, cuando la gente joven de mi barrio, menores de treinta años, se pinchaba de todo lo que se le echaba o mezclaba con la escasa heroína) con una muerte prematura. Tal vez, como los extremos se tocan (sostenemos, sin ambages, en el ámbito de la política, que, ciertamente, hace extraños compañeros de lecho), el estado continuado de euforia o felicidad nos llevara a tomar la misma fatal decisión que el estado perseverante de depresión, la cobarde/valiente (la horquilla se mueve entre esos dos puntos opuestos; depende de la perspectiva que adoptemos, el color del cristal a través del que miremos la realidad, según sentenciara Ramón de Campoamor en su célebre cuarteta) de suicidarnos.

Acabo de releer lo trenzado y, si he de decir la verdad pura y dura, lo encuentro pesimista (pero también realista). Ya conoces esa definición que alguien dio de un pesimista, un optimista bien informado.

La felicidad existe, por supuesto. Quien no la haya experimentado no sabe lo que se pierde (como escribió Lope en el verso que coronaba o culminaba un célebre soneto que versaba sobre el amor: “esto es amor, quien lo probó lo sabe”). Pero ser feliz de manera permanente acaso fuera (hiciera la vida) inaguantable. Son breves momentos de dicha superior que suelen tener su origen en pequeñas (o grandes —el nacimiento de una nueva vida humana siempre es un milagro—) cosas.

No te tengo que disculpar nada, pero, si te sientes o ves mejor disculpada, lo quedas en este mismo momento.

Ya ves que (solidarizándome con tus mil tareas) te quito poco tiempo para que puedas seguir con tus “vericuetos” y leer estas pocas líneas.

Las gracias te las tengo que dar yo a ti, porque te has adelantado a mi petición de las fotos (me hubiera conformado con una, de veras) de nuestra cena con la, más que grata, dichosa ocasión de nuestro 30 aniversario. Por cierto, ¡mira que tenían razón todas las personas que me decían que me sentaba mal, peor, fatal, la barba! Hoy, por fin, ha pasado a mejor vida: está afeitada.

Eso es lo mismo que pienso, amiga, al respecto, que quien quiere saca tiempo de todo o que quien quiere a todo llega.

¡Chapó! ¡Enhorabuena! A ver si no haces caso al nombre de la población cordobesa que te va a honrar y (comas o cenes allí) que tus versos luzcan (si cenas, es mi deseo y mi esperanza que seas la luz de cuantas/os te acompañen en el disfrute moderado de caldos y viandas). Hazme caso. Harás lo correcto. Y más aún estando en Lucena, que no será tal, donde Pilar no luzca ná, no, sino Lucesí, porque seguro que luces. Quien es antorcha, y tú lo eres, antes, durante y después luce, sin duda, a todas luces.

Otro de tu amigo Otramotro (y no olvides que te remito lo acostumbrado, el vagón repleto de… y el recado de…).

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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