“LA CASA DEL LAGO” ES UN IMPAR SUEÑO (IV)
(Sigue y fina.)
Kate le confiesa a su compañera, la doctora Anna Klyczynski, que:
“—Hay alguien. Es una especie de relación a larga distancia (…); sin embargo, a un hombre al que no conoceré, a él, le entregaría el corazón”. Este pensamiento se verá correspondido por el que le confiesa Alex a su hermano.
Cuando Alex le pregunta a Kate el día del cumpleaños de esta (fiesta a la que él y Mona fueron invitados por su novio, Morgan) sobre “Persuasión”, su libro preferido, ella hace una crítica (espero que se me permita usar la doble y paradójica expresión de) horriblemente preciosa e impecablemente mejorable del mismo, que versa sobre uno de los motivos de la película, la espera:
“—Trata de la espera. De dos personas que se conocen y casi se enamoran, pero no es un buen momento y tienen que separarse. Entonces, unos años después, vuelven a coincidir y vuelven a intentarlo. Pero no saben si han esperado demasiado. Han pasado años y quizá sea tarde para que funcione”.
“—¿Y por qué te gusta?”, le pregunta Alex.
“—No lo sé”, contesta Kate. Supongo que le gusta, porque cuenta una historia verosímil, diré más, real, tan cierta que a ella misma le está pasando tres cuartos de lo propio, aunque se niegue en redondo a admitirlo.
Simon Wyles le da, en apenas un minuto, una clase magistral a su hijo Alex sobre la luz, que puede realzar y degradar un cuadro, o cualquier otra obra de arte presente:
“—(…) Un buen arquitecto tiene eso en cuenta. Si quiere presencia, consulta con la naturaleza. Debe sentirse cautivado por la luz. Siempre la luz, siempre”. Este pensamiento, válido para la arquitectura y otras artes, parece contradecir a la propia película que lo acoge en su seno, pues el guion de esta deja (a ojos del espectador, ella o él) varios aspectos de la misma claramente, ora al albur, ora a oscuras. Empero, los aciertos de la susodicha son innegables. Como el comentario que le hace Kate a Alex:
“—La vida no es un libro, Alex (ni una película, aunque uno halle muchas concomitancias con una de ellas, cabe seguir afirmando). Y puede acabarse en un segundo. Estaba comiendo con mi madre en la Plaza Daley y un hombre perdió la vida delante de mí; murió en mis brazos. Y pensé: no puede acabar así el día de San Valentín…”.
O el que Alex le hace a su hermano Henry (sobre su relación con Kate):
“—Mientras duró, para mí fue lo más auténtico que me ha pasado jamás. Fue más auténtica que cualquier mujer que he conocido. La vi. La besé. La quise. Y ya no está”.
O la cita de “Persuasión”, que lee Kate, tras encontrar el regalo de su padre, su libro preferido, debajo de una tabla del suelo de su dormitorio, en la casa de Morgan: “No habrías encontrado dos corazones más abiertos, dos gustos más semejantes, dos sentimientos más armónicos”.
O lo que Kate le escribe a su amor: “Alex, ahora sé por qué no fuiste aquella noche. Eras tú el de aquel día en la Plaza Daley. Eras tú. Por favor, no vayas. Solo espera. Por favor. No vayas a buscarme. No intentes encontrarme. Te quiero. He tardado mucho en decírtelo, pero te quiero. Y, si aún te importo algo, espera por mí, espera conmigo. Solo espera. Espera. Espera dos años. Ven a la casa del lago. Estoy aquí”.
Entiendo que la película recibiera críticas mixtas. El rompecabezas, puzle o mosaico, que es la cinta (quien se ocupó del montaje de la misma tuvo que unir un montón de tomas), no es cristalino (por los continuos saltos adelante y atrás) y el guionista se hizo, quisiera o no, más una trampa en el solitario (aunque su trabajo no lo fuera). Pero es un dato llamativo, que no conviene despreciar, pues no lo considero baladí, que el día de su estreno televisivo, en La 1 de TVE, el domingo 13 de diciembre de 2009, fue el programa más visto del día, con un 28, 2 % de cuota o porcentaje de audiencia. Y es que, tal vez, como le pasó a Kate, que se dejó atrapar o llevar por una hermosa fantasía, al grueso de los espectadores (ellas y ellos) de la misma les aconteciera ídem.
Jack, la mejor y más cínica amiga de la solitaria doctora del futuro y del soltero arquitecto del pasado, además de una experta jugadora de ajedrez.
Ángel Sáez García
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