DAN CUENTA DE LA ELIPSIS LOS TRES PUNTOS
QUE CADA QUIEN ANOTE EL COLOFÓN
“Cuando, como consecuencia del diuturno, inmenso e intenso placer que uno siente, quedan cautivadas o prendado el grueso de nuestras capacidades humanas de las habilidades o virtudes que atesora la persona que amamos y admiramos, y nuestro espíritu permanece pendiente y concentrado en ese ser único, irrepetible manantial de dicha, parece como si reconociéramos, sin ambages, nuestra inconcusa incapacidad, o sea, que carecemos de las herramientas necesarias para poder dedicarnos a otro menester que no sea atender a cuanto tenga que ver con quien identificamos con nuestra alma gemela, esa fuente inagotable o presente insaciable, que eres, sin ninguna duda, tú, Isis”.
Ese fue el escueto y espléndido halago, piropo o voto que leyó el novio, refiriéndose a quien iba a ser en apenas unos momentos su esposa.
De la boda de Isis con Tito (hipocorístico de su nombre de pila, que no era Ángel, no, sino Indalecio), el sábado 2 de noviembre de 2019, día de los Fieles Difuntos, vi, como todo quisque, los días siguientes, todos los vídeos que en los inolvidables ámbitos del inmarchitable recinto se grabaron. Aterrado y atónito, permanecí varias jornadas frente a la pantalla del televisor, sin poder coronar con gusto lo que hasta esa fecha solía culminar a solas sin objeción o reparo, comer y cenar. A pesar de tener la mente repleta de las escenas emotivas del acto civil, el aperitivo y el banquete, estas fueron barridas o borradas o desterradas en un pispás por las siguientes, macabras, de la masacre, que acaeció poco después, en la discoteca, durante el vals que bailaban los contrayentes.
Si es apodíctico ese adagio que dice que una imagen vale más que mil palabras, también lo es el susodicho a la inversa o viceversa, esto es, que una palabra vale más que mil imágenes.
La razón del parágrafo precedente está en que acabo de leer “Expiación”, el libro que ha escrito uno de mis mejores amigos y heterónimos, Emilio González, “Metomentodo”, tras mantener varias interviús en la cárcel con Carmen, la autora de la matanza. En él, “Metomentodo” intenta hallar la clave, una explicación al proceder de Carmen, es decir, qué motivos le empujaron a esta, exnovia de Indalecio, a atentar contra los recién casados y, como efecto colateral de su loca actitud, contra varios de los presentes, allegados de los contrayentes, deudos y/o amigos. Al parecer, un hecho en concreto, crucial, que las palabras que Tito le leyó a Isis, las hubiera escrito, en principio, según opinión de Carmen, para ella, fue el desencadenante del desastre, de que esta, que había sido invitada al enlace, deviniera, de manera transitoria, en orate perdida. Carmen, que oyó lo que oyó y se sintió hollada, pisoteada, decidió ausentarse del edén, cogió el coche, fue a casa, se armó hasta los dientes y…
Ángel Sáez García
