El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Todo lo que argumentas es sensato

TODO LO QUE ARGUMENTAS ES SENSATO

Dilecto Jesús (Manuel), ese que yo sé:

Como todo lo que argumentas y cuentas en tu correo es muy razonable, solo invertiré unos pocos segundos de mi tiempo en trenzarte mis apostillas, que no son (y te ruego encarecidamente que no las tomes por) objeciones a tus asertos. Solo apuntaré, con brevedad, dos cosas, que el señor de mi texto pudo ser el Señor, que tú interpretas, o mi señor, que yo interpreté antes (pero si a mí, autor, me concedí toda la libertad del mundo en dicho menester, esa, la misma, ni más ni menos, no se la negué ni niego ni negaré nunca al lector); y que en Navarra, La Rioja y Aragón usamos de más el condicional o potencial (pero ese es mi parecer, que no coincide con el tuyo; seguramente, porque tú y yo no somos la misma persona). El autor libre elige, siempre elige; aun cuando pueda parecer a otros (lectores de lo que él escribió; entre los que no conviene olvidar que el hacedor fue uno de ellos, el primero, y no manco) que yerra, escogió con qué palabras escribir lo que había ideado.

Posiblemente, si Arteaga hubiera muerto y Piérola siguiera vivo, entre nosotros, las cosas (mis elecciones, preferencias y pareceres) hubieran cambiado, seguramente. Fueron dos profesores o maestros excelsos. Los dos mejores educadores que tuve en mi vida, de quienes más cosas (actitudes o comportamientos y conocimientos, “pentimientos” y “sensamientos” (así hay quien llama a las aleaciones o mezclas de pensamientos y sentimientos) aprendí.

En un correo anterior, tres cuartos de lo mismo me comentabas, que escribía fácilmente sonetos. No tan fácilmente. La realidad es lo que parece en numerosas ocasiones y, en otras tantas, no es lo que semeja. Antes, hace diez años, verbigracia, tenía la mente predispuesta (“amueblada” suele decir ahora la gente con asiduidad) para urdir décimas. Los sonetos me costaba escribirlos más, mucho más tiempo. Ahora, simplemente, tengo la mente más y mejor preparada para hilarlos; y he de reconocer, sin ambages ni envanecimiento, que algunos los escribo en un santiamén, si tengo claro, nítido, qué es lo que ha y he (hemos, él y yo) de decir. Eso que comentas, y no otra cosa, es lo que pretendo, que el lector (ella o él) de mis poemas (sonetos, décimas, o lo que sea que salga de mi péñola) gocen tanto o más de lo que disfruté yo al trenzarlos.

Hoy me despido de manera original. Como me queda espacio para escribir un soneto, te mando el que he urdido mentalmente, mientras callejeaba, o sea, “peripatéticamente” (siempre que interpretes dicho adverbio de manera aristotélica, no pendona), mientras bajaba o me desplazaba a la biblioteca, donde me hallo, y acabo de pasar a ordenador, que hace las veces de abrazo.

 

¿VE EN EL CRUCIFICADO SU IMPAR ROSTRO?

 

Hay quien es hoy persona respetable,

Mas fue un adolescente fraudulento

(Me enmiendo, “fraudurrápido”, pues lento

No fue, no, sino raudo y sobornable).

 

Hay quien hoy da lecciones; y honorable

No verán los demás, si el documento

Que poseo lo aireo, fundamento

De que mude al instante en detestable.

 

El atento lector que ate bien cabos

Identificará al abominable

En un pispás. Si empieza a quitar clavos,

 

En el crucificado su impar rostro

Hallará y su conducta reprobable;

O incluso el mío, si ante Dios me postro.

 

   Ángel Sáez García

   [email protected]

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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