El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

La musa chicharrera de Otramotro

LA MUSA CHICHARRERA DE OTRAMOTRO

Está claro, cristalino, que todos los hombres (hembras y varones) habidos (e intuyo, presiento y sospecho que otro tanto les ocurrirá a los por haber) que anduvieron, vieron, vinieron y vivieron en este mundo inmundo nacieron dentro de esa amplia horquilla que se extiende desde el extremo óptimo, donde se sitúan aquellos que fueron alumbrados con estrella, hasta el extremo opuesto, el pésimo, donde se ubican cuantos fueron paridos estrellados (como huevos fritos en abundante aceite de oliva virgen extra humeante, sí, a punto de ser devorados por ávidos dedos armados con trozos de pan candeal). En algún lugar de ese ancho trecho cabe hallar a cuantos congéneres o semejantes, más por sus dones o virtudes que por vicios o defectos, nos plantean a quienes los estudiamos a conciencia un enigma (que, una vez resuelto, nos empuja a plantearnos otro, hasta que lo solucionamos y, así, dando otra vuelta a la tuerca, ad infinitum) tras otro. A los susodichos a algunos nos da por llamarlos genios (en algunos casos, llegaron a emparejarse, a fundirse o confundirse, pero sin dejar de disentir, tanto el buen como el mal genio).

La pretensión de este texto (en todo escrito cabe advertir y/o averiguar una, principal, y, a veces, otra u otras, secundarias; puede que la que dejó estampada, negro sobre blanco, su autor, o azul sobre amarillo, como, en el presente caso, hizo en otro sitio antes a mano servidor, no nos la creamos del todo, ni al pie de la letra ni a pies juntillas, pues, verbigracia, su hacedor pudo sostener, en el supuesto de haber echado mano de la ironía, lo contrario de lo que se lee) es demostrar la apodíctica importancia y notoria relevancia que tuvo, tiene y tendrá en la vida y la obra de Otramotro el suceso crucial de haber conocido, hace dos años, estando el tudelano disfrutando de sus vacaciones estivales en el archipiélago canario, en concreto, en la isla afortunada donde se yergue imponente y majestoso el Teide, a su amada musa chicharrera, Iris.

Si hoy me atrevo a agregar un texto a los que Otramotro, ya en prosa, ya en verso, ha trenzado en honor y prez de Iris, es porque no puedo dejar de agradecérselo a Dios (a quien mi amigo del alma se ha hartado de menospreciar y aun ningunear, al afirmar que, cuando no desconfía de Él, no cree; lo habrá aseverado más de mil veces; y a quien, mira si habrá sido idiota —¿quién no se ha comportado alguna vez como un tal?—, ha llegado a creerse —o, al menos, a aparentar— que podía chantajear con la sandez mayúscula de que solo volverá a creer en Él, cuando Iris le haya dado en su presencia —como si Dios hubiera dejado de ser ubicuo— el “sí, quiero”, o sea, se case con ella), que la colocó en su camino y/o le puso a él en el suyo. Estoy plenamente convencido de que, en el supuesto de que matrimonien, su vida en común va a ser muy fértil y las obras que urdirán a cuatro manos, al alimón, y firmarán juntos, nacerán con el marchamo y la vocación, indelebles ambos, de perdurar y devenir (en) clásicos, libros raros, por ser de interpretaciones múltiples, interminables, por parte de una generación, y otra, y otra,… de lectores (ellas y ellos).

Aquí iba a poner el punto final, pero he preferido posponerlo (al haber ideado sobre la marcha un colofón mucho mejor). He llamado por teléfono a Otramotro y le he leído las mismas líneas por las que usted, lector (hembra o varón), acaba de pasar su vista. Le he pedido a mi amigo que me hiciera el reciente favor de repentizar y mandarme un poema que se fundamentara en alguna parte de mi texto, para, de esta guisa, coronarlo de manera insuperable. Me ha remitido la décima que ha titulado “IRIS ME HA DADO EL ‘SÍ, QUIERO’”: Hoy no quepo de contento / porque me ha dado el “sí, quiero” / Iris, que es la que prefiero / musa. ¡Qué eterno momento! / eternizo, sin lamento; / tras el sueño, me despierto / y compruebo que el desierto / sigue estando donde estaba; / cuando vivo la caraba / un montón yo me divierto.

   Emilio González, “Metomentodo”.

   Ángel Sáez García

   [email protected]

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

Lo más leído