El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Por donde más oscuro está amanece

POR DONDE MÁS OSCURO ESTÁ AMANECE

Hoy, después de comer, fregar los cacharros, secarlos y recoger la cocina, como los vecinos de arriba han vuelto a chafarme, por enésima vez, mi propósito, o sea, sus constantes y variopintos ruidos han desbaratado (me han hurtado o privado de) mi pretendido rato de siesta, me ha dado por mudar cuanto antes la horizontal por la vertical, así que me he levantado de la cama, he hecho el cuatro, esto es, me he sentado en la silla, he colocado los codos sobre la mesa del escritorio y, mientras mis diez dedos manuales semejaban sostener como trofeo mi testa, he mirado y remirado el impoluto folio en blanco y he determinado hacer el esfuerzo intelectual de indagar hasta conseguir averiguar dónde, en qué texto, cabe hallar el origen de que servidor tienda a ver en la situación negativa que esté padeciendo, sufriendo, viviendo, lo positivo.

Tras permanecer un buen rato devanándome los sesos, he empuñado la péndola y he escrito lo que el atento y desocupado lector (sea ella o él) acaba de leer en el párrafo precedente y ahora pasa su vista por el presente, que fina, precisamente, aquí.

He caído en la cuenta (no en la cuneta, como había redactado al principio; no se extrañe usted: así como hay a quienes se les traba la lengua, a mí se me suelen trabar los apéndices articulados en que terminan mis manos, con cuyas yemas pulso las teclas) de que para salir airoso del laberinto en el que, por propia iniciativa, me he metido (está claro que el reto que me he puesto es infinitamente menos arriesgado o peligroso que el desafío temerario que aceptó coronar Teseo de acabar con Asterión, el minotauro, que hacía y deshacía a su antojo dentro de las galerías y pasillos del dédalo cretense), acaso fuera conveniente que me hiciera con otro hilo de Ariadna; puede que me sirva o haga las veces de tal la frase que tantas veces le escuché pronunciar a mi señera y señora madre, Iluminada: “Por donde está más oscuro amanece”.

Tan útil me ha sido que la usaré para rotular mi texto; y es que me gusta titular mis escritos en prosa con versos endecasílabos cabales, esto es, con el preceptivo acento prosódico en la sexta sílaba, que logro fácilmente, en un pispás, desplazando el verbo copulativo, es decir, retrasándolo dos posiciones, como es el caso.

Me he remontado hasta “La vida es sueño” (1635), de Pedro Calderón de la Barca, en concreto, hasta la décima que el citado dramaturgo, mutatis mutandis, un taumaturgo, puso en boca de Rosaura: “Cuentan de un sabio que un día / tan pobre y mísero estaba, / que solo se sustentaba / de unas yerbas que cogía. / ¿Habrá otro, entre sí decía, / más pobre y triste que yo?; / y cuando el rostro volvió / halló la respuesta, viendo / que otro sabio iba cogiendo / las hojas que él arrojó”. Pero, tres siglos antes, hay una versión anterior, en la que, cambiando las hierbas y las hojas calderonianas por altramuces, con y sin corteza, cabe leer, así mismo, en “El conde Lucanor” (1331-1335), del Infante Don Juan Manuel.

Sin embargo, no me he quedado conforme; tenía que haber otras lecturas propiciatorias en las que el abajo firmante hubiera asimilado la susodicha lección.

La he hallado en “El Lazarillo de Tormes” (1554). Acaso la clave o razón de todo ello esté en el adjetivo “oscuro” de la mencionada frase proverbial de mi progenitora, que me ha retrotraído hasta el Tratado tercero de la citada obra, que sirvió de modelo e inauguró un nuevo género literario en España, la novela picaresca, en concreto, hasta la oscura y lóbrega casa donde mora el escudero, su tercer amo (en el paulatino descenso a los infiernos del hambre que experimenta Lázaro, desde que escapó del trueno y dio en el relámpago de la avaricia y la ruindad), que no es vil, como los dos primeros, pero al que él debe alimentar (brota en él la solidaridad, pues siente empatía por ser las suyas idénticas carencias a las de su amo, siervo y aun esclavo de la negra, por estúpida, honra). Quizá baste con copiar, a renglón seguido, los dos párrafos que siguen y concentran, según mi criterio, las ideas de cuanto aquí vengo discurriendo:

“Y por evitar prolijidad, desta manera estuvimos ocho o diez días, yéndose el pecador en la mañana con aquel contento y paso contado a papar aire por las calles, teniendo en el pobre Lázaro una cabeza de lobo. Contemplaba yo muchas veces mi desastre, que escapando de los amos ruines que había tenido y buscando mejoría, viniese a topar con quien no solo no me mantuviese, mas a quien yo había de mantener.

“Con todo, le quería bien, con ver que no tenía ni podía más, y antes le había lástima que enemistad; y muchas veces, por llevar a la posada con que él lo pasase, yo lo pasaba mal. Porque una mañana, levantándose el triste en camisa, subió a lo alto de la casa a hacer sus menesteres, y en tanto yo, por salir de sospecha, desenvolvile el jubón y las calzas que a la cabecera dejó, y hallé una bolsilla de terciopelo raso hecho cien dobleces y sin maldita la blanca ni señal que la hobiese tenido mucho tiempo”.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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