El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

La clave me la dio quien no esperaba

LA CLAVE ME LA DIO QUIEN NO ESPERABA

   A veces, quien menos piensas te da la solución definitiva al problema literario que arrastrabas desde hace dos, tres y hasta cuatro jornadas, ¿llamadas así por la sencilla razón de que son días de nada, de ninguna cosecha, de no haber avanzado nada? Así que al creador le conviene tener siempre los ojos y los oídos alerta, esto es, estar atento a cuanto acaece a tu alrededor, a los comentarios que te hacen los demás (ellas y ellos), a las sugerencias ajenas, porque por alguno de esos canales puede venirte a ti, el hacedor, junto con el agua que te calma o sacia y/o el viento que te refresca, la inspiración, en forma de antorcha encendida, que ilumine el camino que debes recorrer para hallar la mina de oro que te aguardaba.

   Cuanto ha quedado expresado arriba, en el párrafo inicial del presente texto, que antecede al segundo, este, viene a cuento de lo que sigue; y es que quien no tiene muchos conocimientos en la materia que tú, en principio, dominas, por ser él un lego o pipiolo en dicho ámbito del saber, puede abrir una puerta o ventana donde tú no habías advertido posibilidades para el hueco en ninguna parte de ese muro o pared.

   Le confesé a mi amigo Pío Fraguas que estaba atascado y él, para animarme y obligarme a seguir creyendo en mí y continuar ilusionado con la tarea que este menda tenía entre manos, me adujo, en forma de doble pregunta, lo que encendió la bombilla de mi cacumen o caletre: “¿Qué hubiera hecho don Miguel? ¿Cómo lo hubiera solucionado Cervantes?”. Está claro, cristalino, que usé la hipérbole, que exageré, en el rótulo que porta este escrito, porque Pío no me dio la clave, pero me despejó el camino de obstáculos para que, de esa guisa, hallarla me fuera coser y cantar. Sin su generosa aportación, acaso hubiera seguido alguna jornada (¿día sin jornal?) más atascada la historia que había previsto narrar.

   Nadie osará objetar o se atreverá a refutar que el gran acierto literario de Cervantes fue la creación del personaje de Don Quijote de la Mancha, Alonso Quijano, el Bueno; bueno, pues tengo para mí por verdad apodíctica, incontrovertible, radical, que el segundo hallazgo en importancia, sin duda, del autor alcalaíno fue la invención de su escudero, Sancho Panza. Añadiré lo que tal vez sea reputado por algún atento y desocupado lector, hembra o varón, de estos renglones torcidos la repanocha o repera, la caraba en bicicleta. Sin ánimo de ofender, como Pío es un ente realista, con los pies en el suelo, como Sancho Panza, y servidor un ser fantasioso, con la cabeza, ora juiciosa, ora a pájaros, como Don Quijote, puede que haya alguien que, en la pareja de amigos que conformamos Fraguas y el abajo firmante, vea los gemelos o sosias del binomio o dúo cervantino.

   Que Don Quijote llevara la compañía habitual de su leal escudero en sus andanzas fue crucial y fundamental para que la obra se enriqueciera y las posibilidades de éxito de la misma se incrementaran y hasta multiplicaran, como así sucedió. Del diálogo, del cambio de impresiones, del doble punto de vista, a ratos coincidente, a ratos discrepante (en todo o en parte), podía nacer, como brotó o surgió, un venero interminable de ideas.

   La pasada semana, la presente y la siguiente el atento y desocupado lector, ella o él, pudo, puede y podrá leer muestras de todo lo que acabo de urdir aquí.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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