El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

¿El fin, ganar, los medios justifica?

¿EL FIN, GANAR, LOS MEDIOS JUSTIFICA?

“‘Con Cataluña solo no ganamos, pero sin resolver lo de Cataluña no podemos ganar’, les dijo Sánchez a los miembros de su Ejecutiva el lunes”, según leo en la crónica que firmó Carlos E. Cué en la página 20 del prestigioso diario EL PAÍS del pasado domingo 18 de diciembre de 2022.

¿Qué cabe colegir de dichas palabras? Servidor deduce o infiere esto, que ganar es el fin y todo lo que sirva para conseguirlo será bendecido y bienvenido. O sea, puro Nicolás Maquiavelo en “El príncipe” (1513/1532). Para Maquiavelo el príncipe (vale lo mismo decir hoy, aquí, el presidente del Gobierno) es la cabeza rectora de la maquinaria del Estado, el guía y/o líder de la ciudadanía, el único que puede dar unidad a una nación. Ergo, el príncipe, por sumisión (así, escrito todo junto, sí, y también por separado, su misión) de usar todos los medios (incluidos los miedos, su anagrama) para obtener los fines, se sitúa por encima de la ética (estética o antiestética) y la moral (ora religiosa, ora social), aunque para conseguirlo tenga que recurrir a las máculas (fácilmente eliminables con la jabonosa propaganda) de la hipocresía y el desmán. Dado el bajo y pésimo concepto que Maquiavelo tenía del ser humano, mediante el adagio de que “vale más ser temido que amado”, que toma como máxima o modelo de conducta a seguir, concluyó que un Estado justo, cuyo máximo mandatario haya asumido la moral del éxito como norte, será capaz de estructurarlo y mantener a raya a su sociedad.

A continuación, atento y desocupado lector (bien sea o se sienta ella, bien sea o se sienta él) de estos renglones torcidos, daré mi criterio en torno al proceder del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, sobre el caso que he dado en llamar “el horror (acepto que se pluralice, horrores) de cálculo del errático Sánchez”, que puede coincidir o discrepar con el suyo. No he entendido, a pesar del esfuerzo invertido, ni entiendo, ni entenderé (rogaría que no se me hiciera comulgar con muelas o ruedas de molino) que el Ejecutivo y los diputados del PSOE hayan apoyado y/o favorecido que se delinca en España, que se malverse (al rebajar las penas por dichas actitudes desleales; qué fácilmente uno olvida que para adquirir la condición de funcionario o autoridad uno debió mostrar lealtad plena a la Constitución, jurando o prometiendo cumplirla y hacerla cumplir). Que el signo de los votos socialistas coincida con el de los votos de los representantes de los partidos implicados en los ominosos sucesos de sedición y malversación acaecidos en los meses de septiembre y octubre del infausto año 2017, para mí, al menos, no tienen un pase, quiero decir, sin ambages ni requilorios, que algo no se ha hecho, ni expresado, ni explicado, correctamente. Ah, y la situación en Cataluña ha cambiado a mejor por la acción de la justicia (el baño de realidad pura y dura ha sido benéfico, purificador, para los dirigentes y partidarios del secesionismo) en un Estado de derecho, en el que los jueces y tribunales hicieron su trabajo, y porque a los mentirosos se les vieron las costuras de sus embelecos. Hoy en día, más de la mitad de los memos o embaucados embarcados en ese barco destartalado, bola o bulo del procés, no les hacen ni volverán a hacerles ni puñetero caso. Algo parecido ocurrirá, tiempo al tiempo, pues los tontos no son tan tontos como algunos creen, ni tan olvidadizos como, asimismo, juzgan, con Sánchez. Ojalá no vuelvan a iterar los episodios deleznables de septiembre y octubre de 2017. Si acontecieran, de nuevo, considero y tengo claro, cristalino, para mí quién tendría una parte alícuota de culpa, acaso el grueso de todo ello, sí, quien está usted pensando y yo no he dicho ni escrito.

Asimismo, reputo evidente que los malversadores, mayores y menores, de un tipo y del otro (pues se empieza por lo pequeño y se acaba por lo grande; basta con mirar al Parlamento de la Unión Europea para entender algunos comportamientos delictivos y despreciables), son malos, pero aún son peores, por más perniciosos para la sociedad en su conjunto, según mi parecer, perspectiva o prisma, los que, con su proceder, “censurabilísimo”, “hipercriticable”, alientan que los haya, sus fautores.

Alberto Núñez Feijóo (ANF), por ejemplo, jactándose de mantener secuestrado al Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), y el PP siguen cometiendo errores de bulto, pero los fallos de Sánchez y el PSOE, garrafales, igualmente, no le van a la zaga en algunos casos o temas, sino en vanguardia.

Confío, deseo y espero que los comentaristas afines a los ideales “peperos” le den lo suyo a ANF y sus correligionarios; a mí me corresponde atizarme (como sugería y sostenía Capote) y afear y zaherir o zurrar, al mismo tiempo, a Sánchez y a su claque de turiferarios y palmeros.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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