El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

En Navarrete hallé «espabiladores»

EN NAVARRETE HALLÉ “ESPABILADORES”

Ignoro el proceso creativo que siguen otras/os, las/os demás. Este menda solo se precia de conocer, y de manera somera, no profunda ni extensamente, el suyo. Sin hesitación, su modo de proceder, a la hora de ponerse a escribir (ora en prosa, ora en verso), es plural, variopinto. Verbigracia, un pequeño apunte, que dejó escrito, azul sobre blanco, en su libreta de tapas negras, le sirvió para ir tirando de él, como si se tratara o hiciera las veces del hilo de Ariadna, y este le fuera útil, en el caso (o) supuesto de que, por arte de birlibirloque (la literatura tiene un componente mágico, que no conviene descartar ni olvidar), servidor se hubiera metamorfoseado en el héroe griego Teseo, tras cumplir con su cometido mitológico, haber dado muerte al Minotauro, para salir airoso e ileso del laberinto de Creta, que fue diseñado y erigido por Dédalo, que vino a dar nombre, precisamente, a dicha construcción.

A veces, es la mera suma de dos de esas anotaciones las que, al alimón, causaron, crearon u ocasionaron el mismo resultado que llevó a cabo la individual, simple o singular.

En otras ocasiones, la frase apuntada, tras reflexionar unos minutos en torno a su parte más importante y sustanciosa, origina que se cree, alrededor de ella, un abanico de oportunidades o panoplia de sugerencias. Y, como he hecho, intentando ser didáctico, otras veces, dado que sigo defendiendo y sosteniendo el mismo argumento, que no hay mejor maestro en el convento que fray Ejemplo, pondré uno, clarificador, para que se entienda, de cabo a rabo, el caso, la cosa.

Esta mañana he escrito en mi libreta, que suele ser una extensión de mí mismo, como el teléfono móvil acostumbra a serlo para el grueso de mis semejantes, las/os demás, lo que sigue: “Uno no sabe de lo que es capaz de hacer hasta que se pone a ello y lo realiza (sea esto algo bueno o su contrario)”.

Yo suelo alabar, decir bendiciones y/o echar flores al seminario menor que los religiosos Camilos regentaron, durante muchos años (dicho terreno lo ocupa hoy el hotel “San Camilo”, donde, siempre que hemos ido y estado, hayamos hecho noche allí o no, nos han atendido estupendamente), en la villa riojana de Navarrete. Evidentemente, mi encomio no se dirige ni refiere al lugar en sí, al entorno físico, sino a quienes lo habitaron, al espacio emocional, espiritual, intelectual, a los educadores que hallé allí, y a mis compañeros, también de cursos superiores e inferiores (coincidí con dos grupos mayores y dos menores).

¿Qué mina o cofre de oro encontré allí? Me di de bruces con un selecto elenco de “espabiladores” (¿a qué estarán esperando, me pregunto retóricamente, los académicos de la RAE para darle oportuna entrada a dicho vocablo en el Diccionario de la lengua española, DLE, a qué?). ¿De qué sirve que tú hayas nacido con unas capacidades, las que sean, unos dones o talentos, unas habilidades, si no hallas luego quienes te ayuden a despertarlas/os?; y, de esa guisa, estas/os puedan pasar del estado de potencia al de acto, como, de estar vivo y seguir entre nosotros el estagirita y peripatético Aristóteles, sostendría, puedes estar, atento y desocupado lector (hembra o varón) de estos renglones torcidos, seguro de ello.

Mientras viva y no sea presa de las fauces y de las garras de esa fiera de feria, que es el alzhéimer, estaré agradecido (si mis textos atesoran algún valor y se leen en el futuro, seguiré estando de esa manera, profunda, eviterna y diuturnamente agradecido) a aquel ínclito plantel de magníficos formadores (que me enseñaron antes a pensar por mí mismo y a tener criterio propio que a ser dogmático): Piérola, Arteaga, Puerto, Pellicer, López, Sánchez, etc.

Nota bene

Varias veces, sobre todo, cuando impartí clases de Creación Literaria, me preguntaron mis alumnos (ellas y ellos) qué poema hubiera elegido, como autorretrato, de entre los que me habían gustado por esta, esa o aquella razón; y casi siempre (he de reconocer que hubo una excepción, “cernudiana”), siendo coherente y veraz, contesté que la “Rima VII”, de Gustavo Adolfo Bécquer (cuyos doce inmarcesibles versos recojo abajo), que da cuenta, por cierto, de la misma idea que recorre, a modo de espetera, de manera absoluta, articulada, completa, integral y transversal, este texto, de arriba abajo.

RIMA VII

 

Del salón en el ángulo oscuro,

de su dueña tal vez olvidada,

silenciosa y cubierta de polvo,

veíase el arpa.

 

¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas,

como el pájaro duerme en las ramas,

esperando la mano de nieve

que sabe arrancarlas!

 

¡Ay!, pensé; ¡cuántas veces el genio

así duerme en el fondo del alma,

y una voz, como Lázaro, espera

que le diga “Levántate y anda”!

 

   Ángel Sáez García

   [email protected]

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

Lo más leído