El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

¿Desvelado el enigma de Joaquín?

¿DESVELADO EL ENIGMA DE JOAQUÍN?

¿ESOS ZAPATOS DE TACONES ROJOS

PERTENECIERON A SU AMADA ROSA?

Ayer (conviene poner los puntos sobre las íes o clarificar que la fecha de la escritura de mis textos no siempre coincide con la de su publicación en mi bitácora de Periodista Digital, el blog de Otramotro; así que, con dicho ayer, me refiero, en concreto, a la madrugada del día 2 de los corrientes mes y año; seguramente, la razón descansa o estriba en que, durante la noche anterior, había leído el artículo de Amaia Otazu en la página 30 del ejemplar correspondiente al sábado 25 de febrero de 2023 del prestigioso diario EL PAÍS), mientras el abajo firmante de estos renglones torcidos se hallaba plácidamente dormido y/o durmiendo en los mullidos brazos de Hipnos o Morfeo, volví a soñar con mi heterónimo Emilio González, “Metomentodo”, y, como en ocasiones precedentes, tras darme de bruces con él, en dicho ámbito onírico, me acaeció lo acostumbrado, que ese encuentro me deparó una grata e inesperada sorpresa.

Supe que era él quien había llamado al portero automático del edificio donde vivo, porque pulsó la tecla de mi timbre seis veces, una por cada una de las seis letras que tiene su nombre de pila. Pulsé el botón pertinente y escuché cómo se abría, tras darle “Metomentodo” un leve empujón, la puerta de la finca que da a la calle. Como Emilio venía con prisa, pasó de coger el ascensor, pues este podía estar en el octavo y último piso, y subió las escaleras de las dos primeras plantas. Como yo le había dejado entreabierta la puerta de mi piso, entró, la cerró y siguió derecho el pasillo, llegando a mi despacho, con la puerta corredera totalmente desplazada. Cruzó el quicio, me alargó su diestra para que se la estrechara con la mía y se sentó en su silla preferida, la tapizada en oro, la más cómoda para él, y procedió a narrarme el hallazgo que acaba de hacer por mera serendipia o chiripa.

Entre los papeles que le había legado en su testamento una tía segunda, que habían pertenecido, a su vez, a su propietaria original, una tatarabuela suya (no especificó si de su tía o de él), había encontrado una carta de puño y letra de Joaquín Gaztambide, el afamado zarzuelista tudelano, en la que, al parecer, como su tatarabuela se mantenía firme, en sus trece, dándole un día sí y otro también calabazas a Joaquín, este, en la última que le había prometido escribir y mandársela (pues su tatarabuela no le contestaba a ninguna), le solicitaba que le enviara un objeto suyo que le sirviera de amuleto. La epístola en cuestión decía y dice así:

“Dilecta Rosa:

“Llevo muy mal que me hayas rechazado, pero te agradecería sobremanera que me hicieras llegar por el medio que elijas (pero que arribe, por favor, a buen puerto, a mis manos) un adminículo por el que tengas un cariño especial, para que el amor, aunque no correspondido, que siento por ti, mi amada musa, no decaiga ni se difumine y me siga inspirando composiciones musicales.

“Dándote de antemano las gracias por remitirme lo que tomaré por un retrato o sustituto tuyo, queda esperanzado de que tu sucedáneo haga las mismas funciones que tú,

“Joaquín”.

—¿Te das cuenta de que este hallazgo puede explicar el misterio de los zapatos de tacones rojos que se encontraron dentro del féretro de Joaquín Gaztambide en 1955, cuando se abrió, previa petición de un hermano médico de otro compositor tudelano, Fernando Remacha?

—¿Quieres decir que esos zapatos son los de Rosa, y Joaquín dejó escrito en su testamento o dicho a sus más allegados que los metieran dentro de su ataúd, cuando muriera?

—¿Te cabe la menor duda?

—Constato que a ti no, pero a mí sí, y no es menuda.

Nota bene

   Advierto al desatento lector (ella o él, por si hay quien se ha despistado), que todo lo que acaba de leer arriba en el cuerpo del relato no es más que el recuerdo fidedigno, eso sí, de un sueño, que no pasa de tener una mera apariencia de verosimilitud. ¿Y si apareciera otra carta en la que Joaquín se contradijera y le diera las gracias por haberle mandado esos zapatos de tacones rojos? Emilio es capaz de hallarla y, si no la encuentra, de falsificarla. Es terco como una mula. Parece maño. Tiempo al tiempo.

   Ángel Sáez García

   [email protected]

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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