El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Que sigan publicándose mis textos

QUE SIGAN PUBLICÁNDOSE MIS TEXTOS

—(…)

—Como todo escritor (ya sea o se sienta ella, ya sea o se sienta él) acarrea un dios (o semidiós, hembra o varón), si a este le acaece eso, lo propio le ocurre o pretende que le acontezca a aquel, perdurar en el tiempo (ya que, hacerlo en el mencionado, implica o supone coronarlo, asimismo, en el espacio, claro); y, por ende, satisfacer, si no en un cien(to) por cien(to) (reto, amén de imposible, con una clara apariencia de improbable), en un alto porcentaje, su evidente ansia de eternidad. No he conocido ni conozco a nadie que se tenga en su fuero interno por autor o hacedor, con las cinco o siete letras, y no haya advertido en sí mismo cómo palpitaban, junto con los latidos de su corazón, las corazonadas repetitivas, tenaces, de una existencia diuturna, que otros conocen y alargan hasta que rozan la voz inmortalidad.

—En mi caso, desde que leí la primera vez “El coloquio de los perros” (1613), la ejemplar novela cervantina, aspiro a trenzar párrafos que al lector (ella o él) le agrade pasar su vista por ellos, ora por la historia que narran, el contenido; ora por el modo o la manera que usan para contarla, el continente; ora por una mera suma de las dos razones aducidas, el fondo y la forma.

—Esa fue mi pretensión o, si lo prefieres, el “utile dulci” horaciano, más antiguo, fue, es y será mi propósito, que se lean mis textos, por si valen lo que yo conjeturo que valen (porque puede que mi parecer peque de interesado y sea parcial), ya que cuantos más lectores tengan, más y mejor se interpretarán y, por tanto, valorarán más justamente; y Dios quiera que se hable de ellos, de mis hijos de papel (pues de los de carne y huesos, que yo sepa, carezco), cuando servidor haya muerto, y hayan pasado días, semanas, meses, años, lustros, décadas, siglos y hasta sesquicentenarios de la triste (para mí lo será, sin duda, salvo que el dolor me empujara al suicidio) fecha de mi óbito.

—Todo eso está muy bien sobre el papel, Otramotro, pero ¿cómo vas a lograr que ese deseo devenga realidad? —me ha preguntado oportunamente, poniéndome en un brete, como hace asiduamente, uno de mis heterónimos y amigo del alma, Emilio González, “Metomentodo” (a quien le suelo encargar que culmine algún marrón que otro, que a mí me da repelús llevar a cabo; para compensar, también es mi costumbre concederle u otorgarle alguna perita en dulce; que conste en acta, para que no haya malentendidos y pueda colegirse lo que no debe, que me aprovecho de su lealtad a ultranza), dejándome las bolas colocadas, sobre el verde tapete del billar, a huevo, para que servidor consiga hacer carambola hasta sin querer.

—Tú de eso ya eres conocedor, experto o perito, pues sabes, a ciencia cierta, porque sueles andar detrás de mi hombro derecho, fisgando cuanto estoy haciendo y urdiendo, que acostumbro a tener más de cuatrocientos textos escritos, subidos ya a mi blog, pero sin publicar: más de cincuenta textos en prosa, más de cincuenta sonetos y más de trescientas décimas espinelas.

—Como no has publicado todavía ningún libro a solas, ¿crees que la revelación que acabas de hacer favorecerá que alguna editorial se entere del hecho y se ponga en contacto contigo para pedirte que les envíes una muestra de ellos y, si estos convencen a su comité, proponerte la edición de algunos de tus textos?

—Mientras viva y sea consciente de que vivo, lo que les ocurra me importa mucho, sobremanera. Ahora bien, lo que les pase, dilecto amigo “Metomentodo”, una vez este menda sea cadáver o haya sido hecho cenizas me importa un bledo (siempre que se publiquen con mi firma, por supuesto) o trae sin cuidado (y esto lo escribo muy en serio, pues hace las veces de mi última voluntad, de mi testamento; me he esforzado en ser cristalino, por si algún juez tiene que conocer algún día de mi caso, para echarle una mano). Insisto e itero que, si me dieran a elegir, me petaría (agradaría) un montón que me leyeran cuantos más lectores (hembras y varones) mejor.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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