El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Memoria, inteligencia y voluntad

MEMORIA, INTELIGENCIA Y VOLUNTAD

POTENCIAS PRINCIPALES DEL ESPÍRITU

Está claro, cristalino, que el hombre, en genérico (ella, él o no binario), es un animal de costumbres (unas buenas, el grueso de las tales regulares o normales y otras malas; lo inteligente y prioritario, según un orden de prelación consensuado, establecido, o no, descansa, está o estriba en impulsar o promover las primeras y en menguar o restar las últimas). Aunque yo no enseño, como dicen que solía hacer el peripatético y estagirita Aristóteles a sus alumnos, mientras deambulaba por el Liceo, para mí es fundamental pasear. Unas veces me fijo más y otras menos en cuanto me rodea y ocurre a mi alrededor (y es que, a ratos, ando rumiando una idea, a la que le voy quitando las capas, como si fueran las hojas de una alcachofa, hasta que me quedo con el corazón, con su enjundia o quintaesencia, y eso lleva implícito que no preste la debida atención a otros estímulos, a que mis sentidos no estén tan vigilantes, como es lo ordinario o usual).

Esta mañana (cuanto narro aquí ocurrió el pasado sábado 20 de mayo de 2023), cuando servidor volvía a casa de comprar en el supermercado asiduo la borraja que viene ya limpia en una bandeja (a Lucía le relaja limpiar esa verdura; a su esposo, Patxi, no) y es la que más me gusta de cuantas hay a la venta en el mercado y he probado, me he encontrado en la tudelana Avenida del Barrio con la pareja de docentes mencionada arriba, cuyas gracias de pila aparecen en el segundo paréntesis que contiene este parágrafo. Aunque Lucía ha reconocido que no suele salir a andar todos los días, a Patxi sí que le he visto más de una vez haciendo deporte, corriendo. Ella se ha lamentado de que pasear no sea un hábito común, regular, suyo. Yo le he comentado que es cuestión de voluntad. Este menda, verbigracia, acostumbra a pasear después de cenar (me permite expeler los gases del estómago, pues carezco de colon; tuvo que extirparme el intestino grueso el “doctor Agua”, a quien di en llamar así por las letras iniciales de su nombre y apellidos, H2 O, Héctor Ortiz Hurtado, entonces jefe del equipo de coloproctología del Hospital “Virgen del Camino”; a quien, no me cabe la menor duda al respecto, debo seguir viviendo en el planeta azul, cada vez más oscuro, casi negro, la Tierra).

Otro de los hábitos diarios que tengo es escribir (bien me decante por la prosa o por el verso). La realidad, si estás atento a cuanto acaece en derredor tuyo, es ese cerdo que las familias de antaño (me refiero, en concreto, a las de la posguerra y de los pueblos) cebaban, durante el año, en las pocilgas de sus corrales, y mataban en enero, del que aprovechaban todo (dice la paremia que hasta los andares). Escribo a diario por los plurales beneficios que me reporta coronar dicho hecho. No hay un deleite humano comparable a poner la firma en el escrito que te pertenece, porque tú eres su autor. Además, solo hay dos maneras de mejorar tu pasión, que son leer y escribir (¡cuántas veces habré repetido esa perogrullada de que escribiendo se aprende a escribir mejor!). Sé, me consta, que no soy original, porque eso ya lo sostuvo y sentenció (al dejarlo escrito en letras de molde, negro sobre blanco), por ejemplo, Cervantes, cuando en el capítulo XXV de la Segunda parte de su inmortal obra, el “Quijote”, puso en boca de don Quijote estas sabias palabras: “el que lee mucho y anda mucho, vee (con dos es, sí, como si semejaran los dos ojos) mucho y sabe mucho” (siempre que haga un uso correcto de la memoria, potencia del alma injustamente desprestigiada y aun vilipendiada por algunos “pedabobos”, ellas y ellos, más que pedagogos).

Es evidente que, si yo no hubiera puesto en funcionamiento las tres esenciales potencias susodichas, las del rótulo, memoria, inteligencia y voluntad, si no hubiera procedido a mezclarlas con entusiasmo y una sui géneris lealtad, no hubiera podido escribir el texto al que me dispongo a colocar el punto final.

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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