MUDA, SIN MIEDO, IDEAS Y GAYUMBOS
PUEDE SALVARTE LA VIDA UN PEPERO
Está claro, cristalino, que el hombre, en genérico, es un animal de costumbres; ahora bien, acaso venga, de perillas o de perlas, añadir, a renglón seguido, lo obvio, que unos hábitos son buenos y otros malos. Entre otras, es, por ejemplo, una pésima costumbre iterar hoy lo que otros propalaron ayer o anteayer, ya que en los asertos que profirieron cabe hallar en la actualidad, al menos, aspectos sin pies ni cabeza, pues eran, amén de ápodos, acéfalos. Ahora mismo, si uno presta suma atención, verbigracia, se sigue escuchando divulgar por doquier esa barbaridad o burrada que es aseverar, sin arrebolarse un ápice ni inquietarse una pizca, que vale más lo malo conocido que lo bueno por conocer, sea el ámbito en el que dicho absurdo se emite y se percibe el afectivo-sexual, el social, el político, el religioso, etc. Puede que, comparado con otros, haya desmanes mayores y menores, sin ninguna hesitación (no niego ni me atrevo a negar que la realidad no nos pueda brindar nunca, jamás de los jamases, esa posibilidad), pero ese a mí, al menos, me parece morrocotudo. Quien acaba de alegarlo o sugerirlo, ¿se da cuenta ahora de la soberana estupidez que ha aducido, del pesimismo que acarreaba o palpitaba en ese dislate?
Tomemos como campo de estudio el ámbito religioso. Entre quienes otrora fueron creyentes a machamartillo y ahora son ateos a ultranza, ¿cuántos escépticos cabe hallar o identificar? Un montón, ¿no? Bueno, pues esa misma pregunta puede formularla o hacerse en la parcela política. Puedo asegurarle a quien la plantee que obtendrá, si no idéntica, parecida respuesta.
Quien votó al PSOE la primera vez que acudió a un colegio electoral ¿en todo momento y lugar, ha de seguir introduciendo el sobre por la ranura de la urna, tras escoger y meter dentro de él la papeleta con el logotipo socialista, siempre, lo hayan hecho sus representantes, en el supuesto de que hayan estado estos en el Gobierno o en la oposición, bien, regular o rematadamente mal? Quien jamás apoyó al PP, como es mi caso, ¿deberá seguir, erre que erre, votando en blanco, mientras este menda repute que ha habido equis actitudes o comportamientos en varios de ellos (hembras y varones) que no han estado a la altura de las circunstancias, pues le han llamado, negativamente, la atención procederes de diversos titulares del Ejecutivo encabezado por Pedro Sánchez, del partido socialista (incluido su jefe, sí; uno tiene la impresión refractaria de que, al haber decidido rodearse por palmeros y turiferarios, nadie ha osado decirle las verdades del barquero a “el Guapo”) y de Podemos, por sus frutos y obras los conoceréis, que le han dado grima y producido, además, alipori, vergüenza ajena? El presidente del Gobierno, según mi prisma o punto de vista, tendría que haber convocado elecciones mucho tiempo antes; tras expulsar del Ejecutivo, por supuesto, a quienes se lo habían ganado a pulso, por haberlo desestabilizado y puesto en jaque, de manera irresponsable. Al final, se ha visto abocado y obligado, a la desesperada, a coronar cuanto debería haber llevado a cabo antes, y, si no lo hizo, acaso fue por miedo a perder la poltrona, verse fuera de la Moncloa. La ley del “solo sí es sí”, apoyada por los votos socialistas, ha sido un endemoniado y torpe torpedo lanzado al agua, cual efecto bumerán, desde el submarino del Gobierno que, solo por la mano que el PP le prestó, gratis et amore, no hizo explosión en el propio submarino gubernamental. En este punto, como en otros, acepto perspectivas discrepantes, pues no soy dogmático (ni en lo religioso ni en lo político, como se puede deducir o inferir), pero ruego, por favor, que no me vengan con pamplinas ni me propongan que pruebe a tragarme imposibles, ruedas de aceña.
Si de creyente he devenido en ateo, ¿por qué voy a dejar de ser coherente o consecuente, al no poder votar al PSOE, según mis argumentos de peso o razones, optando por apoyar en los próximos comicios generales al PP? Si considero que el diagnóstico de Karl Raimund Popper fue certero, o sea, que la verdad tiene carácter interino, provisional, pues dura en pie mientras no es refutada por otra que, en ese mismo momento, viene a ocupar, precisamente, el pedestal donde la anterior se enseñoreaba, al quedar vacío; si lo lógico y normal es asumirla, una vez hemos constatado que la que considerábamos fetén y sosteníamos ha sido abatida por otra, nueva, ajena, la que ocupa su digno lugar, ¿por qué no la vamos a admitir sin complejos?
No tengo la concreta cita de Fernando Aramburu a mano, pero, fuera trenzada por él con o sin ironía, de guasa o de veras, no he olvidado el sentido de la misma. En ella el literato que nació en San Sebastián, acabó la carrera de Filología en Zaragoza y vive y reside, desde hace muchos años, con la Guapa en Hannover, su alemana ciudad adoptiva, viene a sostener la tesis de que debemos hacer con la ideología tres cuartos de lo propio que hacemos con la ropa interior, cambiárnosla a diario.
Por ende, de lo urdido inferir cabe: Muda, sin miedo, ideas y gayumbos. Puede salvarte la vida un pepero.
Nota bene
Y ahora, una vez culminado el colofón, puesto el broche de oro al párrafo final, solo me queda plantear aquí la cuestión clave. Cuanto acaba de leer el atento y desocupado lector de los renglones torcidos que componen este texto, ¿es verdad pura, duradera, de principio a fin, lo que piensa y mantiene quien firma abajo o un mero ejercicio irónico, literario?
Acaso no convenga echar en saco roto lo que este menda ha dejado expresado varias veces en sus escritos, que una sola gota de tinta negra, ficticia, tiene la virtud de colorear todo el texto de negro, pasando, por arte de birlibirloque, lo apodíctico a apócrifo.
Ángel Sáez García