El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Lector, ¿tú nunca has sido jactancioso?

LECTOR, ¿TÚ NUNCA HAS SIDO JACTANCIOSO?

Me consta que en el “cronotopos” (o espacio-tiempo) en el que me ha tocado en suerte vivir hay personas de todo tipo. Ahora bien, tengo claro, cristalino, cuáles son las que me enfadan, enojan o molestan sobremanera, por ejemplo, las que tienen un alto concepto de sí mismas, esto es, las soberbias, que se ufanan de ser más íntegras e inteligentes que las demás. Cada quien tendrá y expondrá su dechado o sus espejos. Seguramente, coincidiré con varios de mis escasos, pero atentos, lectores, ora sean o se sientan ellas, ellos o no binarios, si aventuro mi modelo de presumido y/o presuntuoso de tomo y lomo, Donald Trump, que parece que está corriendo, como moderno Filípides, una maratón en solitario (le repugnaría mucho que otros osaran competir con él) para obtener como galardón su ansiado Premio Nobel de la Paz, sí, él, el incoherente e inconsecuente mayor del orbe, pues acaba de mudar el nombre del departamento de Defensa por el de Guerra, quedándose tan campante. Tengo un amigo que opina que acaso fuera bueno concedérselo cuanto antes, a ver si así, una vez entregado, se pone como reto hacerse digno merecedor de él.

El peripatético por antonomasia o excelencia, Aristóteles, dejó escrito este aserto (seguramente, tras haberlo proferido un montón de veces), que en el cerebro del más sabio siempre hay un rincón para la insensatez (y, en este instante o momento, entre los signos de apertura y cierre de este paréntesis, precisamente, he imaginado a los sesudos miembros del jurado del susodicho y prestigioso premio sopesando pros y contras, incurriendo en la estupidez suprema de otorgárselo). Así que, buscándole la vuelta al argumento del estagirita, no me extrañaría nada de nada que Donald Trump, que es tal vez el presidente más necio de cuantos han tenido los Estados Unidos de América (EE UU) a lo largo de toda su historia, hoy o mañana diga algo prudente, sensato. ¡Eureka! Y, por ende, el razonamiento de Aristóteles podría verse complementado o completado por otro aserto que dijera esto, verbigracia, que en el cacumen del más nesciente cabe hallar un recoveco para la lucidez.

Puede que no haya logrado cepillarme todos los prejuicios que, a modo de migas de pan, habían quedado prendidas de mi jersey (que ya visto, sí, porque vivo en el septentrión peninsular y soy friolero), pero en el plan de paz de 20 puntos de Trump a fin de dar remate a la guerra y encontrar una solución al infierno de Gaza, si tengo en cuenta los antecedentes del sujeto en cuestión, aspirante al Premio, que quedaron en agua de borrajas o cerrajas, sí, en nada, tiendo a ver más un colador que otra cosa. Pido permiso a Julio Cortázar, que describió el caso, de modo inmejorable, en “El perseguidor”, para citar sus eximias líneas: “Algunos eran modestos y no se creían infalibles. Pero hasta el más modesto se sentía seguro. Eso era lo que me crispaba, Bruno, que se sintieran seguros. Seguros de qué, dime un poco, cuando yo, un pobre diablo con más pestes que el demonio debajo de la piel, tenía bastante conciencia para sentir que todo era como una jalea, que todo temblaba alrededor, que no había más que fijarse un poco, sentirse un poco, callarse un poco para descubrir los agujeros. En la puerta, en la cama: agujeros. En la mano, en el diario, en el tiempo, en el aire: todo lleno de agujeros, todo esponja, todo como un colador colándose a sí mismo…”.

Es evidente que quienes practicamos la autocrítica, como no hemos olvidado el verso 77 del “Heautontimorumenos” o “El hombre que se castiga a sí mismo”), del comediógrafo latino Publio Terencio Africano, que dicho autor pone en boca de su personaje Cremes: “homo sum, humani nihil a me alienum puto”, o sea, hombre soy; y considero que nada de lo humano me es ajeno”, como, asimismo, lo que teníamos previsto argüir a continuación lo íbamos a redactar de manera menos bella, perspicaz o sutil que como lo hizo Rosa Montero en su columna de ayer, domingo 5 de octubre de 2025, en la última página de EL PAÍS SEMANAL, titulada “De vigas y pajas”, le pido permiso a la preclara hacedora para referir sus ajustadas palabras: “(…) Y este ridículo fallo mental nos ha conducido una y otra vez a través de los tiempos a la comisión de infinitas barbaridades, al rastro de muerte, destrucción y dolor que vamos dejando a nuestro paso. De modo que lo peor no es ni siquiera nuestra maldad, sino la necedad, la inmadurez emocional, la falta de pensamiento y autocrítica. Somos unos bichos especialmente frágiles ante los sesgos cognitivos; nos enrocamos en nuestras pequeñas ideas, en la comodidad del pensamiento grupal y en los prejuicios, y no sabemos juzgar la realidad de una manera ecuánime. Lo de ver la paja en el ojo ajeno e ignorar la viga en el propio siempre me pareció un refrán muy atinado que, en menor o mayor medida, nos refleja a todos. A ver, hurgad de verdad dentro de vuestras cabecitas y, con la mano en el corazón, reconoced que, cuando todos hablamos y reclamamos y exigimos tolerancia, en realidad estamos pensando en la tolerancia de los demás ante nuestras ideas; porque, por lo general, las ideas contrarias a las nuestras siguen pareciéndonos despreciables y cabreándonos muchísimo”.

Yo reconozco sin ambages ni requilorios que, en más de una, de dos y de tres ocasiones, he alardeado de haber logrado hallar la panacea, el remedio para deshacer otro nudo gordiano o solventar un problema de intrincada dificultad. Pero, al poner en claro mi propuesta, he comprobado que tenía tantos agujeros como los que había advertido en las del resto. Así que, en todas ellas me he visto obligado a admitir mis yerros. Lector, ¿tú nunca has sido jactancioso?

A mí me ayudó a ser humilde haber reflexionado a propósito de unos versos de Francisco de Quevedo, en concreto, esta redondilla: “¿De qué sirve presumir, / rosal, de buen parecer, / si aun no acabas de nacer / cuando empiezas a morir”?

   Ángel Sáez García

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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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