Han confluido el barro que sepulta las calles valencianas y el fango de la corrupción monclovita
Ayer no fue un día más en la vida de España.
Creo que la jornada del 3 de noviembre de 2024 quedará para siempre vívidamente grabada en la memoria colectiva.
La ira de Paiporta durante la visita de los Reyes, acompañados por Sánchez y Mazón, es la lógica reacción de un pueblo indignado ante el fracaso del Estado en la gestión de la tragedia que asola el Levante español.
El marido de Begoña retrasó cuatro días las medidas de ayuda a las víctimas con un único objetivo: perfilar al popular Mazón como negligente, incapaz de resolver el drama por si solo, para que el PSOE y sus compinches catalanistas recuperen el resuello en esa región.
Eligió prolongar el sufrimiento de los ciudadanos, para erosionar al PP.
Y por eso no activó el Plan de Emergencias, ni declaró el estado de alarma, ni movilizó al Ejército, ni convocó un Consejo de Ministros extraordinario.
Era un mezquino cálculo electoral y le ha estallado en los morros en forma de abucheos, lodo, palos y furia.
Sánchez huyó, los Reyes se quedaron y Mazón aguantó.
Y la ejemplaridad de Felipe VI y la Reina Letizia, retransmitida en directo por las redes sociales, desnuda la pusilanimidad
del marido de Begoña, su condición de gallina.
Todos percibíamos que en La Moncloa residía un tipo que chapotea en la mentira, manifiestamente incompetente y con proclividades dictatoriales.
Desde este domingo sabemos algo más. Tras su elevada percha, su aire altivo y su cargante narcisismo se esconde un cobarde.
La imagen de Sánchez, huyendo con cara de susto, mientras Felipe VI, acompañado por Letizia y también por Mazón, aguantaba una hora bajo el vendaval, mirando a los ojos de aquellos que lo han perdido todo, perseguirá al amo del PSOE hasta que se siente en el banquillo.
¿No quería el paisano saber cómo iba a pasar a la Historia?
Pues se lo adelantamos desde Periodista Digital: corriendo como un conejo.
El Rey, apartando hasta el paraguas con que le quería tapar su escolta para protegerlo de las pellas, se fajó con los desamparados.
Soportó a pecho descubierto la rabia de un municipio que se siente abandonado por parte de las autoridades y en concreto por los políticos.
Las responsabilidades de la Generalitat valenciana, más fruto de su ingenuidad que de su mala fe, tendrán que ser auditadas, pero sólo después de que este presidente socialista, nefasto, inhumano y tahúr, pague sus culpas.
La bajeza de este sujeto ha llegado a aprobar a traición, en el inicio de la crisis pero cuando ya había 50 muertos sobre la mesa, medidas para renovar el Consejo de RTVE.
A ver como explica el PSOE a los valencianos que lo ‘urgente‘ era colocar como consejeras de la televisión pública, con 100.000 euros de sueldo, a la jefa de prensa de Bolaños o a la ex asesora de Zapatero.
Seis días después aún no con conocemos la dimensión exacta de la catástrofe: el número de muertos y desaparecidos sigue siendo una incógnita.
Tampoco sabemos para que sirve de verdad el alabado Estado de las Autonomías.
Tenemos un aparato administrativo gigantesco, con 17 miniestados, más Ceuta y Melilla, que fueron implementados porque supuestamente agilizarían la resolución de problemas, al acercar la administración a los administrados.
No es así. El drama valenciano nos demuestra que tantos cargos, tantos chiringuitos, tantos organismos duplicados, tanto laberinto burocrático no sirve para nada cuando estalla un drama de verdad.
Lo peor que le puede pasar a un país es que sus ciudadanos se pregunten para qué sirven los Gobiernos, las Autonomías y los políticos.
Aquí, a partir de ahora, lo que tenemos que preguntarnos todos los españoles es para que sirve un vanidoso, un sectario y un tramposo, con una pasta humana tan lamentable, como la de Sánchez.