Lucía Méndez, periodista de El Mundo, se marca este 11 de julio de 2020 una tribuna que es un ataque en toda regla contra quien fuera su expareja, el presentador de las noticias de las nueve de la noche de Antena 3, Vicente Vallés.
Vallés estuvo casado con Lucía Méndez, zamorana, tertuliana política y que fue redactora jefe y columnista de El Mundo. Como en otras parejas del entorno catódico (Ana Pastor y Ferreras, María Rey y Manuel Campo Vidal…), Vicente encontró el amor en un plató. Fue en 1999 cuando fue fichado como presentador de Informativos Telecinco y compartía set con Ángeles Blanco. Aunque en un principio sólo fueron tándem televisivo, poco tiempo después comenzaron una relación sentimental que dura hasta hoy.
Cierto es que no nombra en la columna a quien fuera su exmarido, con quien tuvo dos hijos, pero resultaría ingenuo creer que, en la semana en la que el periodista de Atresmedia se ha visto sometido al acoso de Pablo Iglesias, Pablo Echenique o la directora del panfleto digital podemita, Dina Bousselham, el escrito de Méndez no sea una indirecta contra Vicente Vallés.
La articulista de El Mundo se pone en impostado modo humilde rechazando ser ella noticia o protagonista:
Advertencia. Tardé años en usar el yo en las columnas porque me daba vergüenza. Me parecía violentar el principio de que los periodistas nunca debemos ser noticia. Vamos anda, dirán ustedes. Lo que les cuento. Tardé un poco, pero ahora uso el yo con gran desahogo y soltura, confortablemente instalada en el columnismo.
Habla sobre la entrevista que le realizaron en Jot Down:
Allá voy. Poco antes de la visita de la pandemia, la periodista Lara Hermoso me hizo una amable entrevista para Jot Down. Ni en mis mejores sueños podría yo haber imaginado que acabaría siendo entrevistada en la revista cultural más cuqui de España cuando pensaba en estudiar Periodismo. No me acabo de acostumbrar a la redundancia de periodista entrevistado por periodista. El metaperiodismo–que es lo que estoy haciendo aquí en un ejercicio de coherencia– me da algo de pereza. El caso es que el titular de la entrevista –otra cosa rara, normalmente yo titulo lo que dicen otras personas– me sorprendió. «Soy una observadora de las patologías del poder». Me pregunté en qué momento se produjo la metamorfosis. De una periodista que únicamente aspiraba a contar las cosas que pasaban he mutado a «observadora de las patologías del poder». O sea, con pretensiones.
Y pasa al ataque contra Vallés y otros periodistas por, según ella, creerse la encarnación de la libertad de expresión:
Aún no he descubierto cuándo y cómo perdimos pie la profesión y yo misma. Queríamos contar las cosas que pasaban. Y hemos acabado por creernos la encarnación misma de la libertad de expresión frente a los malos que nos la quieren arrebatar. Un poco de humildad, colegas, que tampoco somos tan importantes.
Antiguamente, podían ser noticia los directores o los editores. Ahora cualquier periodista puede ser noticia, y hay muchos que buscan ser noticia porque no pueden ser otra cosa. Las redes eran lo único que nos faltaba para creernos la última Coca Cola del desierto.
Y por si quedaba alguna duda sobre en quién ha pensado a la hora de redactar su tribuna en El Mundo, Méndez da una pista más que evidente:
Antiguamente, los vicepresidentes del Gobierno se cagaban en los muertos de los directores, pero en las ruedas de prensa posteriores al Consejo de Ministros no se referían –en plan discurso de Marco Antonio ante el cadáver de César– a periodistas de batalla por sus nombres y apellidos. Como «observadora de las patologías del poder» –político y mediático, añado–, creo que ser vicepresidente del Gobierno de España es más importante para la «gente» que presentar un informativo de televisión. No se puede ni comparar. Igual a Pablo Iglesias le hace más tilín ser presentador que vicepresidente. Pues no es para tanto. Créame.