Un acontecimiento de narices en el Teatro Real

Un acontecimiento de narices en el Teatro Real

Dmitri Shostakóvich (1906-1975) compuso La nariz con 21-22 años, una visionaria y provocadora ópera que se codea con los surrealistas, supera al teatro del absurdo y conecta con las propuestas deconstructoras actuales. Y esta producción es una obra de arte colectiva, una de las más sensacionales puestas en escena que puedan verse.

Lo realmente sorprendente de esta obra no es que se programara solamente en siete representaciones en Leningrado en 1930, sino el mismo hecho de que siquiera se estrenara, cosa quizás que hubiera sido imposible en la mayor parte de los coliseos europeos, dada el desafío que suponía, con 78 personajes cantados y 9 declamados, con grandes coros cambiando muchas veces de vestuario, con once escenas en seis ambientaciones diferentes, con un argumento disparatado casi imposible de representar, con una crítica feroz a las instituciones básicas de control social -policía y prensa- y con una música rompedora que aún hoy resulta casi imposible de seguir sino la acompaña una ayuda escénica visual. En fin, un desafío enorme que costó dos años de ensayos y que naturalmente no fue superado ni por las autoridades soviéticas, que en ese momento emprendían un viraje autoritario en la hasta entonces rica vida cultural del nuevo régimen, ni por sus colegas celosos del talento del recién llegado ni por un público que no podía asimilar tal provocación. Una provocación que rescatará la URSS en 1974 y que en Occidente apenas ahora se asimila, casi un siglo después.

En esta ópera surrealista y sarcástica, un alto funcionario del estado, burócrata engolado, petulante y clasista, pierde accidentalmente su nariz y su mundo parece hundirse con tal desgracia. A lo largo de los tres actos, la busca desesperadamente incluso irrumpiendo en un funeral en la catedral , denuncia la pérdida a la policía y quiere ofrecer una recompensa a quien la encuentre con un anuncio en el periódico su nariz, cavila en cómo habrá sucedido tan extraño suceso y si será culpa del barbero que lo afeitó esa mañana, de un maleficio de la frustrada dama que quiere casarle con su hija o de qué jugarreta del destino. En su frenética persecución de la nariz, que se convierte en el antagonista de la trama, irrumpe una galería alucinante de personajes caricaturescos -individuales y colectivos- que conforman un puzle onírico de retales de realidad distorsionada, como en una agotadora pesadilla.

Todo muy sugerente pero aún más difícil de representar. Con una enrevesada y agreste partitura en forma de secuencias plenas de contraste, que incorpora todo tipo de sonidos guturales y retazos musicales -ronquidos, lamentos, susurros, sirenas, ‘charlas polifónicas’, coros atonales, canciones folclóricas, jazz, danzas- con sonoridades ásperas, estridentes y una libertad formal que se burla de los tópicos operísticos dominantes con una imaginación desbordante, la suerte de la producción se juega en la puesta en escena. Y esta hay que decir que es sencillamente impresionante. Barrie Kosky -conocido por el público del Real gracias a su original versión de La flauta mágica (ver nuestras reseñas de su estreno y reposición en 2016 y 2020)- combina a las mil maravillas los dos elementos clave de La nariz, una crítica social de atmósfera kafkiana y una esencia cabaretera y burlesca. Y lo hace con un montaje de enorme dinamismo y exquisita sencillez que surge de un escenario semicircular y cóncavo que imita al de los antiguos cinematógrafos.

La escenografía de Klaus Grünberg no puede ser más inteligente, con sobriedad absoluta que no complique aún más la trama: una silla, una cama y una docena de mesas camilla rodantes sirven de complemento puntual a un desbordante movimiento en escena de personajes, coros y danzantes en una actuación individual y colectiva soberbia y con una dramaturgia impecable de Ulrich Lenz. El vestuario de Buki Shiff en cantidad y calidad sobresaliente y las magníficas coreografías de Otto Pichler completan un espectáculo visual de alta categoría. Los encargados de la reposición funcionaron a la perfección y hasta la dicción rusa parecía impecable.

Mark Wigglesworth, que dirigió en el Teatro Real Dead Man Walking en 2018 (ver nuestra reseña), está al frente del extenso reparto y del coro y la orquesta titulares. El director musical ha sabido comprender el ritomo y tesitura de una partitura de ilustraciones sonoras a una acción desbordante. De una música al servicio de las peripecias en escena. De hecho, Shostakóvich estuvo muy vinculado al cine desde su adolescencia -cuando acompañaba al piano películas mudas para ganarse la vida-, llegando a componer bandas sonoras para más de treinta películas.

Al frente del elenco, el bajo-barítono austríaco Martin Winkler, que estrenó la producción en Covent Garden y que participó recientemente en el Real en Arabella (ver nuestra reseña), y anteriormente como Alberich en las wagnerianas Sigfrido (ver nuestra reseña) y El ocaso de los dioses (ver nuestra reseña), consigue una presencia memorable en un papel vocal y actoral dificilísimo que le hizo sudar a chorros y triunfar a tope. Resulta difícil destacar en tan extenso y conjuntado reparto algunas individualidades, pero sin duda el bajo ruso Alexander Teliga en sus tres importantes papeles y el tenor también ruso Vasily Efimov como el hilarante ayudante de Kovaliov merecen ser destacados.

Entre las excelentes caracterizaciones como no hablar de la de la soprano polaca Iwona Sobotka y de la mezzo rusa Margarita Nekrasova como madre e hija Protóchna y entre las fulgurantes escenas sin duda destaca la redacción del periódico al que acude el desnarigado a anunciar su pérdida. No habrá periodista veterano que no aprecie la ironía del montaje, la actuación burlesca de esos cinco redactores decimonónicos que en papel impreso hacen lo que ahora se hace en ordenador, garabatos y recortes.

Esta obra fue una indirecta burlona de Shostakóvich (1906-1975), cuya carrera estuvo vigilada y censurada por las autoridades soviéticas. El compositor optó por convivir con el régimen comunista, manteniendo con las autoridades una relación de ‘tira y afloja’ como tantos otros intelectuales hicieron, hacen y harán en regímenes autoritarios. No olvidemos que al tiempo que esta pieza escribió su segunda sinfonía, subtitulada Octubre, una pieza patriótica con un final coral prosoviético. La corrosiva partitura de La nariz (1930) y la descarnada Lady Macbeth de Mtsensk (1934) -que se pudo ver en el Teatro Real en enero de 2000, bajo la dirección de Mstislav Rostropóvich- auguraban una brillante carrera operística a su autor, pero se asegura que Stalin la cercenó prohibiendo la presentación de ambas obras y dejando a Shostakóvich sin aliento para escribir una nueva ópera. Quizás fue Stalin o quizás fue decisión propia. En 1960 ingresó en el PCUS y en 1962 fue diputado del Soviet Supremo de la URSS.

La nariz original es un cuento satírico de Nikolái Gógol (1909-1952), escrito entre 1835 y 1836, que se publicó originalmente en la revista literaria de Aleksandr Pushkin.​ El uso de una nariz como la principal fuente de conflicto en la historia podría deberse a la propia experiencia de Gógol quién tenía una nariz de forma extraña y de la que el mismo frecuentemente se burlaba en sus cartas.​ La historia muestra la obsesión con el rango social que reinaba en Rusia después de que Pedro el Grande introdujo la Tabla de rangos al país.​ Al permitir a los plebeyos obtener nobleza hereditaria a través del servicio al Estado, se le dio a una gran población la oportunidad de ascender en el estatus social. Esta oportunidad, sin embargo, también dio paso a grandes burocracias, en las que trabajaron muchos de los personajes de Gógol.

Puede que este espectáculo, posiblemente el mejor musical que pueda ver en muchos años, desconcierte a muchos, y el mismo montaje se adelanta a las deserciones del público que tuvieron lugar durante la representación de este lunes, escenificando en broma dos protestas del respetable. Bulle en detalles ingeniosos y hasta se le ha añadido la presencia de una conocida presentadora televisiva. Lo más discutible, tanta nariz suelta; lo más destacable, la audacia de su presencia, la excelencia de su ejecución y el elemento subversivo que aporta a la programación de esta temporada en el Teatro Real.

Aproximación al espectáculo (valoración del 1 al 10)
Interés: 9
Música: 7
Libreto: 8
Dirección musical: 8
Dirección artística: 9
Escenografía: 8
Coreografía: 9
Voces: 8
Orquesta: 8
Coro: 8
Bailarines: 9
Producción: 9

Teatro Real
LA NARIZ (NOS)
Ópera en tres actos y diez escenas
Música de Dmitri Shostakóvich
Libreto de Dmitri Shostakóvich, Yevgueni Zamiatin, Gueorgui Ionin y Aleksandr Preis, basado en la historia homónima de Nikolái Gógol
Fechas 13, 15, 17, 19, 27, 29, 30 de marzo de 2023
Estrenada en el Teatro Maly Óperny de Leningrado el 18 de enero de 1930
Estreno en el Teatro Real
Coproducción del Teatro Real, la Royal Opera House, la Komische Oper Berlin y la Ópera Australia-

Dirección musical – Mark Wigglesworth
Dirección de escena – Barrie Kosky
Escenografía e iluminación – Klaus Grünberg
Vestuario – Buki Shiff
Coreografía – Otto Pichler
Dramaturgia – Ulrich Lenz
Dirección del coro – Andrés Máspero
Reposición de la dirección de escena – Johannes Stepanek
Reposición de iluminación – Benjamin zur Heide
Reposición de la coreografía – Silvano Marraffa
Supervisión de la dicción rusa Alexandra Tarasenko

Reparto
Platón Kuzmitch Kovaliov – Martin Winkler
Iván Yákovlevich (barbero)/Encargado de la oficina del periódico/ Médico -Alexander Teliga
Praskovia Osipovn (esposa de Iván Yákovlevich)/Vendedora- Ania Jeruc
Inspector de policía / Eunuco – Andrei Popov
La Nariz / Yarishkin / Eunuco – Dmitry Ivanchey
Iván (ayudante de Kovaliov)/ Jefe adjunto a la policía/ Caballero / Estudiante / Eunuco – Vasily Efimov
La vieja condesa – Agnes Zwierko
Soprano solo en la catedral /Agente de viaje / La hija de la señora Podtóchina/ Parásito – Iwona Sobotka
Señora Pelagueya Grigórevna Podtóchina/ Parásito – Margarita Nekrasova
Empleado / Centinela / Criado / Policía/ Caballero /Conocido de Kovaliov – Simon Wilding
Lacayo / Iván Ivánovich / Estudiante Milan Perišić
Pyotr Fyodorovich / Honorable coronel/ Estudiante – David Alegret
Empleado / Policía / Caballero / Hijo de la señora respetable / Conocido de Kovaliov- Gerard Farreras
Empleado/Policía/Especulador/ Hijo de la señora respetable – Ihor Voievodin
Empleado/Policía/Caballero/Estudiante – Isaac Galán
Empleado / Policía – Luis López Navarro
Policía / Caballero / Dandi / Eunuco / Conocido de Kovaliov – José Manuel Montero
Empleado/Padre/Dandi – David Sánchez
Empleado/Estudiante – Cristian Díaz
Policía / Caballero / Estudiante – Juan Noval-Moro
Policía / Caballero / Estudiante – Roger Padulles
Policía / Señor mayor / Estudiante – Josep Fadó
Hijo / Policía / Recién llegado – David Villegas
Hijo / Recién llegado – Íñigo Martín
Empleado – Néstor Pindado
Madre – Cristina Herreras
Taxista – Ígor Tsenkman
Cochero – Claudio Malgesini
Tenor solo en la catedral – Alexander González
Balalaica – James Ellis
Presentadora – Anne Igartiburu

Supervisión de la coreografía Robin Gladwin
Bailarines – Edd Hall, Alejandro Jaenada, Javier López López-Villalón, Marcos Rodríguez, José Ruiz, Iñaki Sáez Benitez, Adrián García, José Montero Soriano, Pol Roselló Weisz, Marc Sol Carbonell
Nariz – Esperanza Guirado Huertas, Carla Rodríguez Martínez
Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real

Duración aproximada 2 horas, sin descanso
19:30 horas. Domingo, 18:00 horas

–Se han organizado actividades paralelas a La nariz en el Teatro Real, Fundación Juan March, Residencia de Estudiantes y Biblioteca Musical Víctor Espinós.
–Retransmitida en directo el 17 de marzo a las 19.30 horas en My Opera Player; Radio Clásica, de Radio Nacional de España, grabará la ópera para su posterior emisión.
–Johannes Stepanek, responsable de la puesta en escena de La nariz en el Teatro Real, dirigirá el estreno en España de la cantata satírica Anti-formalist Rayok, de Shostakóvich, en la que participarán el bajo Alexander Teliga, la pianista Judith Jáuregui y miembros del Coro Titular del Teatro Real, bajo la dirección de Andrés Máspero, el 26 de marzo en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, ofreciendo otra cara oculta del compositor ruso, escondida bajo los pentagramas de su música.
–El Teatro Real es el primer teatro lírico del mundo en emitir una ópera en directo en el metaverso. Lo hizo el 17 de marzo pasado y pudo verse gratuitamente a través de Uttopion, el primer metaverso creado en España. Lo hizo con una réplica en 3D de la sala principal del Teatro Real, en la que, como si se tratara de un universo paralelo, los espectadores de cualquier parte del mundo pudieron entrar con su avatar y sentarse en el patio de butacas para disfrutar de la ópera e interactuar con otros asistentes, así como acceder a diferentes contenidos multimedia, como vídeos, entrevistas con artistas o personal técnico, y a un chat en el que se comentarán fragmentos de la ópera en tiempo real y se dialogará con los metaespectadores.
El metaverso es un entorno multiusuario que fusiona la realidad física con la virtualidad digital y permite crear experiencias inmersivas y participativas. Para participar el público se conectó desde un ordenador o tablet a través de www.uttopion.com y sin necesidad de ningún otro accesorio. Uttopion es el primer metaverso español, creado hace tres años, y pionero en segmentar su contenido en dos comunidades cualitativas: Musichood, dedicada a eventos musicales, y Sportsvilla, para contenido deportivo. La plataforma se ha posicionado como un espacio virtual de referencia gracias a Musichood, donde han tenido lugar más de 200 eventos de trascendencia internacional. Uttopion ha recibido ayudas del Gobierno de España, destinadas a financiar iniciativas relacionadas con el metaverso y la Web 3.0. La colaboración entre el Teatro Real y Uttopion contó con el apoyo de la compañía Exterior Plus, pionera en innovación en Publicidad Exterior, y de los fondos Next Generation de la Unión Europea.

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Autor

José Catalán Deus

Editor de Guía Cultural de Periodista Digital, donde publica habitualmente sus críticas de arte, ópera, danza y teatro.

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