El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

Epístola a Jesús, un epígono de Otramotro (CCCIV)

EPÍSTOLA A JESÚS, UN EPÍGONO DE OTRAMOTRO (CCCIV)

Dilecto Jesús (ese que yo sé), epígono de este aprendiz de ruiseñor:

Esta mañana, antes de desayunar, he felicitado a mi prima Justina, Justy. Siempre que he estado ingresado en el Hospital “Virgen del Camino”, de Pamplona, ha venido a hacerme compañía y a traerme el periódico del día. Siempre que he acudido a consulta al “Príncipe de Viana” o a hacerme alguna prueba médica, he quedado con ella y con mi amigo Miguel Salinas y su esposa Prepedigna y les he invitado a tomar en la cafetería lo que les apetecía.

Pues te encargo, con especial encarecimiento, que no miento, que no le falte a tu doña y sol mi más sentida y sincera felicitación.

Así es. Se suele citar que murieron en la misma fecha, 23 de abril, pero de distinto día (por ser diferentes los calendarios que regían en un lugar y el otro). Aunque Shakespeare nació el 26 de abril, se suele hacer coincidir esta fecha con la de su muerte (52 años cabales). Cervantes murió el 22 de abril. Ambos fueron dos genios, sin objeción, de la literatura. El bardo inglés fue, como nuestro Lope de Vega, otro Monstruo de la Naturaleza, estupendo dramaturgo y poeta (los sonetos de ambos son imperecederos; alguno de Cervantes, también). Como prosista, Cervantes, que fue el descubridor o inventor de la novela moderna en numerosos aspectos, dejó a Lope atrás.

Pues yo ayer me lo pasé estupendamente en las gratas compañía y conversación con mis dos Luises dilectos (Luis Quirico Calvo Iriarte, cual mago, por arte de birlibirloque, me hizo desaparecer dos caries y aparecer dos empastes; y Luis de Pablo Jiménez me llevó y trajo de Tafalla en su coche). A ambos les invité a comer en Barásoain (sin tilde en euskera)), donde, en el Bar-Restaurante Ángel, Carlos nos volvió a atender como en la anterior ocasión, de manera afable. A los dos les entregué sendas copias del poema que otrora escribí para ellos y publicaré aquí el día de san Francisco Javier, 3 de diciembre, y del cuento más reciente que he urdido y titulado “Sólidos indicios”.

Que el día de la primera comunión de tu sobrino Julio os lo paséis de cine en Cornago toda la familia.

Unas veces la duda nace porque la opción (seguida o no de adopción) es doble (a o b) y otras porque es múltiple (a, b, c, d,…, las varillas de un abanico, verbigracia). La hesitación puede ser como el Guadiana, que aparece (antes de tomar una decisión) y desaparece (tras tomarla) y vuelve a aparecer y a desaparecer ad infinitum, bueno, no, hasta la laude; o, como apuntas, porque vuela y anda gravitando sobre el caletre de uno, con el claro propósito de dejar su impronta o influir a la hora de tomar una determinación o resolución, la que sea.

En los últimos días me han llegado varias críticas de otros tantos amigos sobre un cuento que les he enviado para ver qué les parecía. Tengo para mí que, si el autor de un texto no conoce el parecer de los lectores del mismo, el proceso literario queda incompleto, truncado. Conocido el criterio de los tales ya sabe, por lo menos, a qué atenerse. ¿Se decantará por la inmensa mayoría o por la intensa minoría? Si sigue por los derroteros que le han llevado a trenzar ese escrito y continúa escribiendo como acostumbra(ba) acaso lo sigan leyendo los tres o cuatro amigos que lo hacen y ese hecho será de su exclusiva responsabilidad. Si cambia, puede que se sienta en la gloria con el beneplácito de la generalidad, pero a disgusto consigo mismo, por tener la sensación refractaria tal vez de haberse prostituido o haber caído en la banalidad o, peor aún, en la venalidad. Así que estamos (seguimos) donde estábamos, inmersos en la duda hamletiana.

Leer las opiniones que me han llegado me ha hecho recordar el Ejemplo II de “El conde Lucanor”, del Infante don Juan Manuel, en el que se cuenta lo que les acaeció, yendo de camino al mercado, a un padre, labrador, su hijo y su burro.

A pesar de los casos que mencionas, me consta que en España hay más personas buenas, más ciudadanos de bien, que golfos, que no faltan, desde luego.

Haces bien en seguir una de las enseñanzas de quien, si alguna vez se confundió (que, seguramente, se equivocó más de una vez), no lo hizo en esa, que, por cierto, por proverbial, no menciono, no, Confucio.

Te saluda, aprecia, agradece (que insistas en dar hoy más de una vez ¡muchas felicidades! a tu doña y sol) y abraza

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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