CIERTAMENTE, ME SALEN COMO CHURROS
Dilecta Pilar:
Excepcionalmente, la que te remití ayer y porta el rótulo que le puse (suele ser, como no se te escapa, un endecasílabo), “Pues el mío no estuvo mal del todo”, aparecerá publicada en mi blog mañana. Te consta que son escasas, muy escasas, las que nada más ser trenzadas por el abajo firmante suelen ver, a las pocas horas, la luz.
Así es, parece que, teniendo en cuenta los últimos días, las epístolas que te he dirigido, ciertamente, me han salido como churros, o sea, sin aparente esfuerzo o trabajo, con suma facilidad. Ahora bien, aún me conformaría más, es decir, me daría más por satisfecho, si los productos o resultados de las mismas no semejaran churros, llames así a los textos mal escritos o a las serendipias (aunque lo que sí he tenido la oportunidad de constatar, tanto en el ámbito ajeno como en el propio o anejo, es que estas, los valiosos hallazgos casuales, acostumbran a acaecerles a quienes están trabajando, haciendo lo que sea, verbigracia, al doctor Alexander Fleming, que estaba investigando otro menester cuando descubrió, por un acierto casual o chiripa, la penicilina).
No he tenido la suerte de ver representada ni he leído la tragedia “El castigo sin venganza”, de Lope. Me alegra que tú sí hayas gozado de ese privilegio y te sientas afortunada por ello. Hace mucho que no voy al teatro a ver una obra de teatro, aunque en la vida normal no te cansas de advertirlos por doquier; en cualquier bar, casa o esquina puedes hallar uno en pequeño. Te consta cómo tituló Pedro Calderón de la Barca uno de sus autos sacramentales, “El gran teatro del mundo”. Y, asimismo, que para “La vida es sueño”, seguramente, su más imperecedera obra, como personaje principal e inmarchitable de la misma, creó a su ente dramático por antonomasia o excelencia, a quien, por cierto, bautizó con la gracia que rima, precisamente, con mundo, Segismundo.
Mi sobrino Jorge, un bendito, un héroe, un jabato (y puedes creerme, no echo mano de la hipérbole, no exagero un ápice; quien lo conoce solo puede abundar en este criterio concreto conmigo), cuánto ha luchado en esta vida (y cuánto le queda por luchar, barrunto), habló en el escenario con un inusual desparpajo. Quien conozca su historia, de manera directa o indirecta, se tiene que sentir orgulloso de y por él; no cabe otra respuesta. Recuerdo cuando lo vi por primera vez en la incubadora y escuché a la enfermera que informaba a mi hermano Jesús María, su padre, y… ¡Cuántos (ellas y ellos) nos quejamos tanto por bastante menos, nada o una nonada, si nos comparamos con lo que él ha padecido! Y sigue luchando por sobrevivir a diario. Un ejemplo y un espejo donde mirarse es mi sobrino Jorge, sin duda. Y sus padres, Elena y Jesús María, y su hermano, Íñigo, son testigos de cuanto afirmo, pues son quienes ven, un día sí y otro también, cómo lucha por ir tirando, sin desmayo.
Otro (de tu amigo Otramotro).
Ángel Sáez García
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