El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

La parca había olido la tragedia

LA PARCA HABÍA OLIDO LA TRAGEDIA

“Hay que tener cuidado al elegir a los enemigos porque uno termina pareciéndose a ellos”.

Jorge Luis Borges

La tragedia, por ser perita en deparar uno o más malos tragos, ya sean estos cortos o largos, siempre se traga a alguien. Para los dualistas duelistas, ese presunto agujero negro o pozo sin fondo suele engullir con frecuencia a uno o a varios adalides o representantes de ambos bandos en conflicto. Toda tragedia es una disputa en la que, medie o no cabrón o puta (pido perdón por haber echado mano de los dos vocablos precedentes, malsonantes), las dos partes que guerrean (aunque solo usen argumentos y razones y no armas en sus lides) tienen parte de razón (que han sabido ver; y de sinrazón, que no han sido capaces de atisbar o avistar).

Como seguramente quedó aclarado durante los años que cursaron el bachillerato, los atentos y desocupados lectores (ellas y ellos) saben que, a veces, la relación entre los letraheridos de una época, escuela o generación literaria (añagaza educativa de escasos fuste y recorrido), personas que suelen abrigar y exhibir egos de un orgullo desmedido, ha sido tirante y, en bastantes ocasiones, irreconciliable. A todo el mundo le consta (o le debería de constar) que, verbigracia, a Cervantes y Lope de Vega, que no se llevaban mal (ambos se habían adulado o halagado por las publicaciones respectivas de la “Galatea” y de la “Arcadia”), la difusión de “El peregrino en su patria” (1604) los enemistó o propició que ellos ya no militaran jamás en la misma facción o formación. Quevedo y Góngora se lanzaron, de manera mutua, dardos innúmeros o largaron pullas (que infligieron tanto daño moral que este, si hubiera sido, amén de no censurable, que no lo fue, mensurable entonces, otrora, acaso llegara a causar más deterioro o perjuicio que el físico, que hubieran deparado varias heridas ocasionadas en la cerviz por una o varias puyas de una o varias varas) sin cuento. Por ejemplo, son memorables la redondilla satírica que urdió Góngora llamando dipsómanos a Quevedo y Lope (“Hoy hacen amistad nueva, / más por Baco que por Febo, / don Francisco de Quebebo / y Félix Lope de Beba“), o, en una quintilla ingeniosa, el calambur que el cordobés le trenzó, para picarle sobremanera, al “Fénix de los ingenios“ (“Dicen que ha hecho Lopico / contra mí versos adversos, / mas si yo vuelvo mi pico, / con el pico de mis versos / a ese Lopico lo pico”), como lo rebautizó el “Manco de Lepanto“, o el primer cuarteto del sutil soneto que Quevedo escribió contra Góngora (“Yo te untaré mis obras con tocino / porque no me las muerdas, Gongorilla, / perro de los ingenios de Castilla, / docto en pullas, cual mozo de camino”).

Otro tanto puede aducir servidor, Otramotro, de las agrias polémicas que mantuvieron varios literatos españoles del siglo XVIII. Y aventura que no faltará el diletante que sostenga la tesis de que hubo más de un autor que dilapidó el grueso de su fértil creatividad y áureo tiempo zahiriendo a sus émulos o adversarios que, por unas u otras razones, habían devenido enemigos acérrimos. Juan Pablo Forner y Tomás de Iriarte, por ejemplo (ambos murieron a la temprana edad de 41 primaveras; en el caso concreto de Iriarte, como queremos ser exactos, un día antes de haberlas cumplido), anduvieron demasiados días a la greña.

Acaso ese fue, entre otros, uno de los motivos que propiciaron que la parca, que había olido sangre y luto, la tragedia, los visitara siendo apenas unos cuarentones tiernos.

Ángel Sáez García
[email protected]

GRAN SELECCIÓN DE OFERTAS MULTI-TIENDA

CONSOLAS

ACTUALIZACIÓN CONTINUA

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

Lo más leído