El blog de Otramotro

Ángel Sáez García

«La casa del lago» es un impar sueño (III)

“LA CASA DEL LAGO” ES UN IMPAR SUEÑO (III)

(Sigue.)

Alex (al que consideran que está loco Mona y Kate, o que los demás pueden pensar que está ido, como así se lo refiere a su hermano Henry) le propone a la doctora dar un paseo juntos por Chicago. Al final del mismo, Kate piensa (dirigiéndose a Alex), “Ojalá hubiéramos hecho este recorrido juntos”. Es un acierto del guionista (desconozco a quién se lo debo atribuir, si al de la versión original o al del remake, Auburn) sugerir que Alex ha escrito en una pared, a modo de grafiti, este texto: “Cate (sic, con ce, no con ka), estoy contigo. Gracias, por este fabuloso sábado que hemos pasado juntos”. Grafiti que lee Kate y que remacha o remarca el juntos (together, en inglés). Puede que el texto hubiera sido escrito por un anónimo (y Cate fuera el hipocorístico de otra persona, ella o él) y lo aprovechara para su fin el guionista. No descartemos esta posibilidad. Al menos, sin más datos, yo me niego a hacer tal cosa (también, que conste en acta, cualquier otra, incluida su contraria).

Cuando Kate acude a casa de su madre y le deja que lea lo que le ha escrito Alex y habla con ella de él, le pide su opinión. A la pregunta de Kate sobre el año de la fecha, su madre apenas le da importancia y le contesta: “Solo es un detalle”. No sé por qué, pero aquí entreveo un claro mensaje subliminal: la edad de los amantes no importa, porque lo crucial es que se amen.

Cuando Alex acude a la casa de su padre (antes de que este le confiese que está escribiendo sus memorias), su progenitor le recuerda:

“—Como decía Nietzsche, ‘la vida no tendría ningún sentido… sin música’” (las dos últimas palabras de la frase las pronuncia Alex).

La misma frase sería válida para mucha gente, verbigracia, mutatis mutandis, cambiando lo que debe ser cambiado, música por amor.

Alex le confiesa a su padre, ante su insistente pregunta de qué es lo que ha estado haciendo durante el tiempo en el que no se han visto, que ha estado intentando olvidarlo o perdonarlo, pero que no ha conseguido (ni lo uno ni lo otro —por cierto, ahora me pregunto si olvidar no es una manera de perdonar; acaso lo sea—). Nada inusual. Es lo que suele acaecerle a la persona que ha amado/querido con pasión a otra y ha sido rechazada por esta.

Kate, cuando para para descansar, se da cuenta de lo sola que está. Cuando le comunica a Alex que echa de menos los árboles que hay alrededor de la casa del lago, a este se le ocurre (y he de reconocer que este gesto es casi una gesta) plantar un árbol en la acera de la calle donde ella vivirá, cuando se construyan los apartamentos de lujo en su nueva dirección, el 1620 de North Racine.

Otro acierto de guion es la anticipación de Alex:

“—No te preocupes, Kate. Sé que acabaremos juntos. Aunque ahora estemos lejos, encontraré el modo de acercarme y de cuidarte”, le escribe, plenamente convencido de ello, Alex.

La madre de Kate le confiesa a su hija que, antes de conocer a su padre, hubo un chico, al que quiso, en su vida. A la pregunta que le hace Kate de “¿por qué no te casaste con él?”, su madre le contesta:

“—Para que pudieras hacerme esta pregunta algún día”.

“—¿Recuerdas cuando vivíamos aquí con mamá?”, le pregunta Henry a su hermano. Es uno de los fallos que ya he señalado antes.

Kate le propone a Alex un juego, que vaya a la estación de Riverside, donde olvidó un regalo de su padre, la novela “Persuasión”, de Jane Austen, y que, si lo encuentra, se lo deje en el buzón. Ignoro por qué no lo corona así. Más adelante, ella lo encuentra durante un fin de semana que pasa en la casa (acaso sea otro fallo de guion, por el azaroso o inesperado viaje hasta allí del libro), de Morgan, debajo de una tabla que se suele menear en el suelo del dormitorio y que (da a entender que) ese hecho la solivianta, le molesta sobremanera.

Alex le propone a Kate encontrase en el futuro. Y aquí es donde el guion naufraga estrepitosamente, porque, ¿por qué no queda más veces (tantas como haga falta para darse de bruces y enseñarle las cartas que ella le escribe y él guarda, si fuera preciso, para convencerla, que le crea) en el pasado de Kate, cuando era residente de Medicina Interna en Madison, por ejemplo?

Cuando Morgan Price, el novio de Kate, aunque ella lo niegue en la conversación (un acierto, sin duda, es ese doble plano partido por la mitad de la pantalla que, solo aparentemente, semeja que se funden; hay otro más en un bar acristalado, en dos mesas separadas) que mantienen en el parque, sentados en dos bancos diferentes, admite que siempre tiende a apresurarse en todo, ¿está confesando (acaso sin querer, subliminalmente) que tiene un problema de eyaculación precoz?

(Continúa.)

Jack, la mejor y más cínica amiga de la solitaria doctora del futuro y del soltero arquitecto del pasado, además de una experta jugadora de ajedrez.

Ángel Sáez García
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Ángel Sáez García

Ángel Sáez García (Tudela, 30 de marzo de 1962), comenzó a estudiar Medicina, pero terminó licenciándose en Filosofía y Letras (Filología Hispánica), por la Universidad de Zaragoza.

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